Capitalismo Lunar: ¿Hacia donde va Barquisimeto?

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 La nostalgia, en mi caso, por obvias razones calendarias, no retrocede a ese Barquisimeto de inicios del siglo pasado cuyos crepúsculos, noches o mujeres han sido motivos de canciones y leyendas del folclore urbano, y que hoy conocemos a través del prisma del recuerdo o la foto en blanco y negro de su sencillez provinciana. En mi adolescencia, por allá en algún recodo de fines de los 80, la experiencia de lo «barquisimetano» se torna pedestre o más bien peatonal. Una de las cosas que hacía cualquier púber guaro, era caminar. Recorrer las calles de Barquisimeto, su centro, la Av. 20, cuando aun tenía circulación vehicular, y entender un cierto orden que aún persistía como herencia de un pasado que pudo prever en algo, la ordenación de sus calles y carreras o avenidas, proyectando el futuro de su crecimiento y expansión.

Pero el tiempo pasa, y a veces lo obvio y cercano se nos va haciendo imperceptible, y así como el clima, el aire, el sol o la lluvia van modelando la inclinación o forma de una montaña, la acción del hombre en comunidad, va igualmente modificando la fisonomía del paisaje urbano.

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La ciudad hace rato se nos ha «caraqueñizado» (perdón si hiero alguna susceptibilidad geográfica-centralista). Aquella virtud de ser un enclave provinciano alejado del bululú de la capital, ha dado paso a una ciudad con un crecimiento importante, demográfica, económica, cultural y socialmente, crecimiento que no está siempre atado al orden, previsión o planificación de sus autoridades, a la presencia de nuevos espacios de concreto, edificios y urbanizaciones, pero también al deterioro de buena parte de su vialidad e infraestructura pública, privada y de servicios, a la reducción de los espacios «verdes», de árboles, parques y a la erosión y descuido de los pocos aun sobrevivientes.

No hay espacio en el límite de estas líneas para una discusión en clave arquitectónica, prospectiva o urbanística y de seguro, no somos ni los capacitados ni los llamados a conducirla, pero la cotidianidad de nuestra ciudad está plagada de un tráfico ya demencial, de un tránsito que nos roba no sólo horas productivas sino tranquilidad y sosiego. Las empresas y otras actividades económicas están menos vinculadas al natural ritmo o quehacer local y, tristemente, más pendiente de expropiaciones, invasiones o confiscaciones alentadas por la creciente e histérica voracidad colectivista de un Estado cada vez más controlador.

La gestión de lo público, que debería ser la normal instancia de coordinación interinstitucional entre Gobernación, Alcaldía y entes centrales con presencia en la ciudad, para el diseño, discusión e implementación de proyectos y políticas públicas de todo tipo y con base en la detección previa de necesidades y urgencias, ha perdido justamente, en demasiadas ocasiones, su carácter institucional y ha devenido en patético espacio de confrontación desgastante, o en truculento correlato de ejecutorias orquestadas en la capital, que en nada responden al interés local, o en abierto saboteo a otros actores públicos que intentan, sin el apoyo o recursos que por Ley les corresponde, adelantar soluciones concretas a los problemas de la región.

El potencial de Barquisimeto, que es ya una realidad metropolitana que supera estrechas fronteras iribarrenses y abarca ya una mayor área de influencia, es sin duda su gente. Afortunadamente son muchos los grupos, las organizaciones y actores de la sociedad civil que desde hace años, han desarrollado una labor, una acción desde diversos ámbitos, académicos, culturales, deportivos, económicos, gremiales o de voluntariado, para darle un sentido de futuro a la ciudad.

El rescate de los espacios públicos para el trabajo, la recreación y para el descanso, tres de las orientaciones que debe tener toda ciudad, según nuestro respetado Arq. Ángel García, pasa primero por rescatar y renovar nuestro compromiso con la ciudad, con su destino y provenir. Pero mientras otros se empeñan en destruir empresas, mientras la delincuencia impone su toque de queda a punta de balas, y el ocio escasamente se reduce a visitar un centro comercial acorazado, por la razón precedente, sólo nos queda recordar esa Barquisimeto de nuestra adolescencia y juventud, esperando que podamos encontrar, en la organización, la cooperación y el diálogo respetuoso, una respuesta positiva a la pregunta inicial. Barquisimeto, en la luminosa alegría y vida de un crepúsculo eterno, lo sabrá agradecer.

@alexeiguerra

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