El joven de 19 años identificado como José Antonio Oropeza Escalona, asesinado de cuatro balazos dentro de una buseta no era ningún delincuente, ni tenía enemigos.
Así lo expresó con dolor, lágrimas y tristeza su progenitora Juana Escalona, madre de otros seis hijos y residenciada en el barrio El Coriano II en el suroeste de la ciudad.
Mientras esperaba la entrega del cadáver en las afueras de la morgue del hospital Antonio María Pineda, la acongojada señora dijo que vio por última vez al cuarto de sus hijos entre las 9 y 10 de la mañana de este lunes en su casa.
Le pregunté por qué se había regresado del trabajo y me respondió que en la construcción donde ayudaba a su papá se había terminado el cemento y por eso no iba a laborar ese día.
Al rato, prosigue, me dijo que iría al mercadito del barrio Bolívar a comprar una bolsa de metras para sus hermanos y un cable para la computadora y luego visitaría en la zona a su tía Marina.
Como se informó en la edición de ayer, a las 12 y 40 del mediodía mientras el muchacho iba a bordo de una buseta frente a la escuela del sector El Morrocoy, entre los barrios El Coriano y El Paraíso, un sujeto subió a la unidad y le disparó en la cabeza en cuatro oportunidades.
No era malandro
La atribulada madre reconoció que su hijo fue criado por su abuela en Guanare y que era un muchacho ingenuo y tranquilo.
También explicó que por siete meses pagó el servicio militar en un Batallón cerca de Sanare pero había desertado hacía siete meses porque un superior lo maltrataba mucho. Desde entonces se había dedicado a trabajar con su padre como ayudante de albañilería.
En todo este tiempo nunca llegó una citación del Ministerio de Defensa a su casa. Presume que a su hijo lo confundieron con otra persona porque no tenía enemigos ni frecuentaba la zona donde le dieron muerte. La señora Escalona exhortó al Cicpc a realizar una exhaustiva averiguación para aclarar el asunto y determinar las respectivas responsabilidades.
Fotos: Edickson Durán y Richard Alexander Lameda