Mucho se ha especulado sobre al cáncer presidencial principalmente por la falta de información veraz y oportuna. Lo evidente es que el secreto oficial de la enfermedad ha sido utilizada políticamente por el presidente Chávez para provocar sentimientos de conmiseración, solidaridad y respeto.
Curiosamente cuando reveló el tratamiento de quimioterapia el año pasado y la radioterapia este año, la agenda política era dominada por la oposición: primero
fue la convocatoria a elecciones primarias y después el impacto de la victoria de Capriles con participación record de electores.
Desde febrero 24 de este año, todo cambió. La agenda ha sido la enfermedad del presidente y su candidatura: que si no llega a las elecciones, que si no podrá hacer campaña, que si tendrá que nombrar un sucesor, que si la pelea a cuchillo entre civiles y militares dentro del partido de gobierno, que sí el consejo de estado es un ente para la transición, etc.
Una interpretación de este embrollo conjetural pudiera explicarse si se entiende la gravedad del presidente como una nueva misión electorera al igual que la nueva LOT, mi casa bien equipada, la entrega de viviendas, la distribución de recursos para los ancianos, madres y consejos comunales y ahora las farmapatrias. Es decir, ganar votos ofreciendo beneficios a las grandes mayorías.
Ciertamente un plan cínico desde el punto de vista humano pero eso sí, muy bien concebido para intentar ganar las próximas elecciones presidenciales.
Mientras, la oposición, sigue con la mirada fija en el siete de octubre. Una franca recomendación es que comencemos ya a retomar la agenda política, colocando contra la pared al eje del mal conformado internamente por los poderes públicos y el alto mando e internacionalmente por los hermanos Castro.
