Brian Hegeland es un conocido guionista, productor y director norteamericano.
Entre sus realizaciones fílmicas se cuentan: El Destino de Caballero, El Devorador de Pecados, Autopista al Infierno, Asesinos, El Mensajero del Futuro, Mistic River, entre otras. Hace poco disfruté la película El Devorador de Pecados, filme que perteneciendo a la categoría de ficción, no deja de ser interesante.
Recreada en la Edad Media, la trama nos refiere, que durante siglos existía una orden religiosa secreta implicada en situaciones irregulares, en vista de lo cual un sacerdote renegado emprende una investigación que lo conduce al Devorador de Pecados, personaje misterioso que haciendo de Dios en la tierra, luego de un ritual, absuelve al margen de la iglesia, a los moribundos que hubiesen sido excomulgados, aun cuando hubiesen cometido los más abominables pecados.
Con esta práctica las mayores maldades quedaban impunes. La diatriba para el Devorador, consiste en que cansado de su tarea no encuentra quien lo sustituya y le conceda la vida eterna.
Luego de ver este thriller, y meditar sobre nuestra condición humana y las enseñanzas de Jesús, como el Padre Nuestro, plegaria que el mismo nos dejó, y otras oraciones con las cuales nos aferramos a nuestras convicciones; sin restarle importancia a ninguna, considero que el Credo constituye la máxima manifestación de fe, apego y respeto hacia el Creador, Jesús y la Santa Madre Iglesia.
En ella los enunciados claves son: «Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida perdurable, amen». Si no se tiene claro lo que esta oración simboliza y no se corresponden el pensamiento con las acciones; es decir, si no pone en comunión la teoría y la praxis con lo que dicha oración significa, la Fe es débil.
Por lo tanto, no entiendo al ser humano Hugo Rafael Chávez, quien en múltiples ocasiones ha manifestado ser creyente y practicante cristiano, cuando quiere imponerle sus ideas al Papa en cuanto a la designación de autoridades eclesiásticas para Venezuela, cuando ofende a los pastores de la iglesia, como el caso del Cardenal Castillo Lara a quien le espetó que tenía el diablo por dentro, y que Dios lo perdonase y el diablo lo recibiera al morir; al Cardenal Velazco a quien llamó conspirador, Cardenal Urosa a quien lo estigmatizó de troglodita, vagabundo, maleante, embustero, Obispo indigno, por mencionar sólo a estos dos prelados. Pero de nuevo no lo entiendo cuando exclama: «Dame vida. Que sea vida llameante, vida dolorosa, no me importa. Dame tu corona, Cristo. Dámela que yo sangro, dame tu cruz, 100 cruces que yo las llevo, pero dame vida. No me lleves todavía, dame tus espinas, dame tu sangre, que yo estoy dispuesto a llevarla pero con vida». No hay que negar que esta súplica esté cargada de una fuerte emotividad; pero también debo recordar que nuestra estadía en este valle de lágrimas es pasajera; pero hay otra mejor al del Señor, para alcanzarla lo único que hay que hacer es cumplir con las enseñanzas de Jesús y los de la Santa Madre Iglesia. Ante esta circunstancia, como pecadores tenemos una alternativa que permite la reconciliación con Dios: la Confesión, a través de ella en un acto de contrición nos proponemos rectificar nuestros errores. Ahora bien, es poco lo que logramos si reconocemos que somos pecadores, nos confesamos y comulgamos e inmediatamente que salimos de la iglesia, volvemos a fallar.
No hay que buscar a Dios por los rincones oscuros, el trabajo de Hegeland u otra cosa que se parezca son ficciones, nada ni nadie puede sustituir a la Santa Iglesia. Y también es recomendable insistir en que pecamos de pensamiento, palabra, obra y omisión, pero a pesar de ello, Dios siempre nos da otra oportunidad, no la despreciemos.
