Comer y beber

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Buena o mala, nutritiva o deficiente, excesiva o escasa, la alimentación que recibimos determina nuestra condición física.
Pero ya no resulta tan fácil comprender, que lo que comemos, determina, en gran medida, nuestra naturaleza y condición mental, intelectual y moral.
Es cierto, comer es prolongar la vida. Pero la vida no es sólo dimensión biológica. Es también dimensión mental y espiritual. Lo que comemos debe contribuir a conservar y prolongar la vida.
Pero no sólo la vida vegetativa, sino la vida en plenitud. Comer en un acto sumamente importante, sus efectos son mucho más trascendentes que sólo renovar el cuerpo físico.
Los resultados de comer afectan la moral y la inteligencia. Cuando Jesús señaló, esta época, como un tiempo, cuando estaría los hombres “comiendo y bebiendo”, entreabrió el velo que oculta verdades, que no alcanzamos siquiera a imaginar, con relación a la naturaleza moral y espiritual, de esta generación.
El hombre come demasiado, por lo tanto, vive de sólo un cuarto de lo que consume, los médicos, sin embargo, vivimos de los otros tres cuartos.
Se calcula que el consumidor promedio emplea sólo el 35 por ciento de lo ingiere, es decir, aprovecha sólo un tercio de lo consume, la glotonería y la embriaguez, que son pecados de la actualidad, consumen el otro 65 por ciento.
Si bien, anualmente mueren de hambre, unos quince millones de personas, literalmente, por no tener qué comer, mueren diez veces más, por comer demasiado. Pero mueren, cien veces más, por esa hambre que consiste, en no saber comer.
Entre los que comen demasiado, actualmente hay millones de obesos y esta enfermedad va en aumento, que, para muchos, se puede considerar como una verdadera “epidemia”, que alcanza una prevalencia de hasta el 34 % en la población general.
La obesidad es un factor de riesgo, independiente, para enfermedades tales, como la diabetes mellitus, enfermedades cardiovasculares, trastornos ortopédicos, cáncer, padecimientos endocrinos, etc. Probablemente, digerir y asimilar alimentos, sea la tarea más pesada que debe realizar el organismo diariamente.
El cuerpo trabaja a marcha forzada para digerir, trasformar y eliminar todo lo que introducimos en él. Vivimos en tiempos de glotonería y embriaguez.
Comer y beber son los pecados de la actualidad, Jesús mencionó esto, como una de las señales de los tiempos del fin. La glotonería y la embriaguez constituyen, el terreno fértil, donde prosperan la inmoralidad y el vicio.
Nuestro siglo está marcado por el signo del apetito. La preocupación por la comida, sintetiza toda las demás, a manera de símbolo, de todo lo que es, el hombre actual, cuya única realidad y esperanza está aquí y ahora.

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