Un año después del operativo de las fuerzas especiales de Estados Unidos que rastreó y dio muerte a Osama bin Laden en Pakistán, el golpe contra el hombre más buscado en el mundo resucita como tema electoral
La semana anterior, la campaña para reelegir a Barack Obama emitió un video político narrado por el ex presidente Bill Clinton elogiando la que calificó como difícil pero acertada decisión que el mandatario tomó para autorizar el operativo, una propaganda criticada por los republicanos como oportunista.
Este lunes, el asistente presidencial para la seguridad interna y antiterrorismo, John Brennan, en un largo discurso ante el centro de investigación Woodrow Wilson, en Washington, delineó en cuidadoso detalle la política de seguridad del presidente, resaltando la misión contra el líder de Al Qaeda.
Aunque Brennan aseguró que este grupo extremista está diezmado y en camino a su destrucción, declaró que «estamos en guerra» contra esa organización dejando entrever que aún quedan muchos escollos en la declarada lucha el terrorismo.
Si bien los analistas coinciden en que la muerte de Bin Laden fue un golpe desmoralizador para al Qaeda y un triunfo para el presidente Obama y el honor de la nación, muchos señalan que lo que se ha ganado en términos prácticos es relativamente poco.
Golpe simbólico
«No hay duda que este fue un golpe muy certero contra una organización extremadamente letal y que es emblemática de nuestro concepto del terrorismo moderno», dijo a BBC Mundo Gary LaFree, director del Consorcio Nacional para el Estudio del Terrorismo y Respuestas al Terrorism (START, por sus siglas en inglés), un centro especializado cerca de Washington.
LaFree indica que, tras los ataques de 11-S en el que murieron casi 3.000 personas, al Qaeda ejerce un efecto muy especial sobre los estadounidenses y, en ese sentido, se entiende el entusiasmo que generó entre muchos la muerte del líder extremista.
«¿Cómo se puede decapitar una organización que no tiene cabeza operacional?»
Aunque Bin Laden vivía aislado y estaba sujeto a un sistema de mensajeros para comunicar sus ideas, el director de START sostiene que aún conservaba cierto control sobre la organización.
«Según la información que se ha desclasificado de los documentos encontrados en la casa donde se refugiaba, parecía estar vinculado a través de las directivas que emitía», explicó LaFree. Aún así, afirma, lo que se ha logrado en términos de seguridad es relativamente «modesto».
Arturo Muñoz, analista político del centro de investigación RAND y veterano exagente de la Central de Inteligencia, CIA, expresa que más allá del efecto psicológico de la desaparición de Bin Laden, no es mucho lo que efectivamente se ganó.
Muñoz dijo a la BBC que para cuando las fuerzas especiales de EE.UU. dieron con él, ya había dejado de ser el líder ejecutivo de al Qaeda porque sabía que lo estaban buscando y tomaba muchas precauciones.
«¿Cómo se puede decapitar una organización que no tiene cabeza operacional?», se preguntó retóricamente.
Sucursales de al Qaeda
El exagente de la CIA indica que EE.UU. lo perseguía porque quería vengar y destruir el símbolo de los ataques de 11-S, era importante obtener ese triunfo. «Le dimos más importancia de lo que se merecía porque estábamos obsesionados con él».
Arturo Muñoz sugiere que, tal vez, ese esfuerzo pudo haber sido mejor utilizado en prever y atacar la red de pequeñas organizaciones en las que se atomizó al Qaeda.
El modelo de lucha que se siguió y que, en su opinión, fue muy efectivo contra grupos armados como ETA en España, IRA en Irlanda y FARC en Colombia, de atacar la cúpula para debilitar la organización, no surtió el mismo efecto, comenta Gary LaFree.
«Al Qaeda central casi no existe, se convirtió en una organización de sucursales descentralizadas, afiliadas pero independientes, que han reivindicado muchos ataques y son muy letales», manifestó.
«Al Qaeda se convirtió en una organización de sucursales descentralizadas, afiliadas pero independientes, que han reivindicado muchos ataques y son muy letales»
El centro START ha identificado 33 diferentes grupos con vínculos directos a Al Qaeda, lo que hace mucho más difícil su erradicación. «Es más como un movimiento social que un grupo pseudo militar de jerarquía monolítica», dijo.
Arturo Muñoz de RAND compara la transformación de al Qaeda con el fenómeno del narcotráfico.
En una época, recuerda, el Cartel de Cali y el Cartel de Medellín estaban físicamente ubicados en esas ciudades colombianas pero cuando las autoridades desarticularon los carteles, arrestaron o aniquilaron a los capos, el narcotráfico no desapareció.
«Lo que hay ahora son cartelitos regionales en diferentes ciudades y hay muchas cabecillas. Sucedió lo mismo con al Qaeda», afirmó.
El analista sostiene que estas células descentralizadas no solo están en el Medio Oriente y Asia central sino que se encuentran, entre otras partes, en el Magreb y el resto de África y hasta en Estados Unidos.