La Obra Don Orione en el estado Lara nació con el objetivo de dar atención, asistencia y desarrollo integral a personas con discapacidad, mejorar su calidad de vida e integrarlos a la comunidad. Tanto el Hogar de Niños Impedidos como el Pequeño Cottolengo desarrollan esta obra desde 1977 y desde entonces no han dejado de ofrecer un hogar a los niños y jóvenes abandonados y con discapacidad intelectual y física.
Ambas instituciones se han constituido como una gran familia, en donde los niños son atendidos con el amor y el cariño que cualquier madre podría ofrecer a un hijo nacido de su vientre. Una labor que desarrollan alrededor de 50 madres cuidadoras trabajan a diario con los niños.
Yira Aguilar, coordinadora de recursos humanos, expresó que en el Honim se atienden a 77 niños con deficiencia intelectual, la mayoría en calidad de abandono, por lo cual su familia son esas madres cuidadores que se han entregado en cuerpo y alma a ellos.
“Ellas se encargan de brindarles una atención integral, darle sus medicamentos, asearlos, darles de comer, igual que una madre con sus hijos. El fin de los hogares son los muchachos pero los pilares son las madres cuidadoras que aunque reciben sólo salario mínimo y unos pocos beneficios que tenemos la capacidad de otorgarle, ejercen una labor titánica que queremos reconocer”.
Desde muy temprano, estas mujeres dejan sus hogares para ir a una segunda casa en el Honim, donde atienden como sus propios hijos a los niños que allí se encuentran brindándoles la atención que necesitan para su condición.
“Ellas son parte fundamental en la obra Don Orione, sin ellas estas casas no existirían, por ello queremos enaltecer la labor que desempeñan en todas las áreas del Hogar, cocina, lavandería y cuidados de los niños”.
Vocación de servicio
Carmen Alicia Vivas, es una de las madres cuidadoras que por nueve años se ha entregado a su noble trabajo. Desde las 6:30 de la mañana comienzan sus labores en la cocina del Hogar de Niños Impedidos, donde preparan desayuno, almuerzo y merienda especiales para los pequeños del centro. Para ella, el Honim es una segunda casa y los niños son como sus hijos.
“Nos sentimos muy bien en este centro, hemos aprendido de los niños y los conocemos muy bien. Cuando me voy de vacaciones me hacen mucha falta y cuento los días para regresar. Ellos son parte de nosotros, son nuestros hijos y sabemos como se sienten, tratamos de darles todo el cariño que podemos”.
Así mismo, la Sra. Marianela Rojas, ha entregado gran parte de su vida en el hogar, indicó que a pesar de comunicarse de una manera diferente, los niños le expresan todo su amor.
“Aunque algunos no hablan con sus ojos podemos saber lo mucho que nos quieren y nos sentimos muy bien de darles toda nuestra atención. Mis hijos han crecido con ellos también”.
Por su parte, Rosa Virguez, expresó: “Tengo 20 años y sabemos todo el trabajo, queremos mucho a estos niños y no podemos expresar lo que sentimos desde que entramos al Honim”.
Fotos: Dedwison Álvarez