Como sistema, la ciudad funciona. Se moviliza, respira, se acopla, es dinámica, jamás estática. Es un conglomerado de velocidades que a ratos se topa con nudos que no dejan pasar.
Toda trama urbana se mueve al ritmo de quienes caminan. También de aquellos que andan en bicicleta, en moto, en vehículo particular o en transporte público. Y es a ello lo que especialistas denominan “movilidad urbana”.
“La ciudad es la auténtica cuna de todas las virtudes, defectos y rutinas de la circulación de vehículos y personas. Las ciudades sufren en la actualidad un alto grado de indisciplina en el tráfico y en el aparcamiento, y en general no tienen suficiente transporte público para ofrecer una alternativa real y eficiente al uso del transporte privado”, dice una publicación de la Fundación Real Automóvil Club de Cataluña, España (RACC).
En Barquisimeto el drama de la movilidad es pan nuestro de cada día, especialmente en las llamadas horas pico. Colas y más colas se forman en las principales arterias viales, las cuales encuentran fundamento en el incremento acelerado del parque automotor, el incumplimiento de normas de circulación y ausencia de nuevas vías por donde llegar al destino deseado.
Además de la descoordinación de semáforos, errores en la señalización y falta de políticas que agilicen una masa de carros que quieren pasar al mismo tiempo.
Cada quien cumple un rol protagónico en el problema. Como aquel peatón que cruza fuera del área destinada en las esquinas y pone en riesgo su vida; ese conductor que estaciona en doble fila, rayado amarillo o en una parada de autobús; o el conductor de colectivo que monta y baja pasajeros donde mejor le place.
Todos, al formar parte de la movilidad urbana, se convierten en agentes corresponsables del éxito o fracaso de este concepto en nuestra ciudad.
La movilidad urbana, entendida como la necesidad o el deseo de los ciudadanos de moverse, forma parte de la evolución socioeconómica de cualquier país y plantea diariamente nuevos retos y problemas.
Entre causas y efectos
Especialistas europeos describen los problemas de la movilidad urbana desde sus causas y efectos.
Entre las primeras está el modelo sociocultural, referido a la preferencia del carro particular como medio de confort e independencia para el núcleo familiar; el modelo económico que describe cómo las carreteras se han convertido en almacenes itinerantes de mercancía que se mueve dentro de grandes camiones; el modelo territorial, es decir, dependiendo del diseño de ciudades y la lejanía entre las zonas residenciales y de servicio aumenta la movilidad; y finalmente el modelo industrial, en el cual se desarrollan masivamente el ensamblaje y venta de vehículos.
Las consecuencias son congestión (colas por doquier), contaminación (emisión de gases tóxicos) y salud pública (muerte de ciudadanos en carreteras).
En los países que toman con seriedad la aplicación de políticas públicas -indistintamente de la ideología- la tendencia actual pasa por promocionar el acceso a un transporte público de calidad y apostar por un uso racional del vehículo privado.
Abrir la 20
Para Juan Nicolás Alvarado, especialista en Desarrollo Sustentable, haber cerrado la avenida 20 hace más de cuatro años fue un grave error porque es desde esa vía donde se articula el tránsito vehicular del centro de la ciudad.
“La avenida 20 habla por sí misma. Ese cierre no funcionó y nosotros como ciudadanos no podemos hacernos los tontos. Como hijos de gente barquisimetana que planificó esta ciudad, por qué debo aceptar el desastre actual”, se preguntó.
Cree que la solución es reabrir la avenida 20 al paso vehicular y dejar atrás la idea del bulevar. “Eso no es un bulevar, porque ese concepto es de una calle exclusivamente para peatones y al haber intersecciones donde pasan carros, se pierde su esencia”.
Basta evaluar cualquier tramo de la 20 para verificar que, ante la ausencia de semáforos peatonales, el paso de los carros se hace lento y torpe. ¿Por qué nos han sometido a esto?, se pregunta Alvarado.
Si en algún momento llegara a funcionar Transbarca y se reconsidera la avenida 20 como ruta, entonces habrá que volver a un estudio que determine si es factible cerrarla al paso del trolebús.
Entre transporte y calles incompletas
Ante la falta de una amplia y confortable oferta de transporte público, no sólo por el estado de deterioro de las unidades sino por la inseguridad que reina en el interior de cada una de ellas, buena parte de la población ha establecido como prioridad de vida la adquisición de un vehículo particular.
Esto ha hecho que crezca aceleradamente el parque automotor y sigan prestando servicio las mismas vías de varias décadas.
No se ha mostrado en Barquisimeto una planificación de nuevas vías y tampoco de culminación de las que siguen estando incompletas. Por ejemplo, la avenida Venezuela, la cual culmina abruptamente en la calle 42.
La movilidad urbana, ciertamente, es tarea de la municipalidad porque es la que tiene las instituciones encargadas de la planificación. No obstante, es también responsabilidad de cada uno de los ciudadanos aportar su granito de arena en respetar las señales de ley y menguar un poco el desespero de estar atrapado en una cola.