Son esos, los falsos, cuya lengua nativa es la mentira, que viven aferrados al cinismo y disfrazan con falsa ideología su servilismo.
Héctor Saldivia
El caso del «camarada» Eladio Aponte Aponte trae a mi memoria un relato que escuché alguna vez, referido a un hombre que estacionó su vehículo muy cerca del edificio en el que funcionaba el Parlamento de su país, por lo que el personal de seguridad se le acercó para advertirle: Señor, no puede estacionar en ese sitio, porque por ahí salen los diputados. Y el buen hombre respondió: No se preocupen, le puse la alarma. Ahora, ateniéndonos al ventilador que encendió el «camarada» Eladio, sería aconsejable que los venezolanos se abstuvieran de dejar sus vehículos cerca de cualquier tribunal penal del país, menos aún si se trata de la Sala de Casación Penal del TSJ. Aunque tengan un carro nuevo, un cacharro, o algo peor, no se arriesgue. ¡Por Dios, no lo dejen mal parado en ninguno de esos lugares! Aunque tenga tranca palanca, alarma, bastón, cadenas, trabegas, cortacorriente, una mapanare siete narices en el asiento trasero o una feroz tigra parida, no deje su acarro estacionado cerca de donde están esos jueces y «magistrados», porque se lo pueden r… remolcar.
Y es que en esta suerte de Venezuela paralela, la de «Alicio en el país donde los guisos son una mantequilla», se reunió el Consejo «Moral» Quinta republicano, un órgano netamente colectivo, en el que todos sus integrantes pueden reelegirse ellos mismos, sin el riesgo de la intervención de Tibisay. El punto tratado: Las relaciones del «camarada» Mackled con el «camarada» Eladio Aponte Aponte. Se habló de todo y de nada, concluyéndose en que al susodicho se le debía apercibir severamente con la frase: ¡Componte, Aponte, que te vamos a dar paopao ¡ Nada de preguntarle sobre sus vínculos con el conocido narcotraficante. Cuidado con preguntarle quien ordenó el otorgamiento de credenciales a Mackled. Prohibido indagar quienes permitieron al narcotraficante el control de algunas áreas estratégicas de la economía del país: Línea Aérea y Aduanas, entre otras. De alguna forma, el Consejo de marras debía garantizar que el hombre permaneciera con la boca cerrada, pues es sabido que, así como «águila no caza moscas», en «boca cerrada, tampoco entran ellas», tan amigas como son de la fetidez y la podredumbre. ¡Chitooo, Eladio! Si te he visto no me acuerdo. Se encuentra Chávez con su «camarada» Eladio en un camino angosto, y le grita: Yo no le cedo el paso a traidores. Eladio riposta: Pues yo si… pa´lante Comandante. Cediéndole el paso.
Por cierto, este asunto del «camarada» Aponte Aponte, debe resultar repulsivo para la mayoría de los venezolanos que anhelan un país decente, en el que la honradez, la constancia y el trabajo sean los valores que orienten el ejercicio del poder público. Pero no por repulsivo debe perderse de vista, debido a las conclusiones que de éste se puede extraer. Por ejemplo, un aspecto que resulta de este siniestro episodio, es que viene a confirmar las denuncias realizadas desde hace años por la Alternativa Democrática Venezolana, en el sentido de que el chavismo pretendía destruir la institucionalidad democrática, convirtiendo a los titulares de los órganos fundamentales en un coro perruno que concretara a ladrar lastimeramente cada vez que el amo, desde Cuba o Miraflores, les ordenara qué hacer. Uno se imagina los diálogos: ¡A ver, Luisa, échate a fulano con una acusacioncita! ¡A ese no, bruta, al otro! Esta vida de perros… pero que importa. El sueldo, los bonos, los aguinalditos, las vacaciones, más el tumbao, son tanto, y por tanto, da tanto. ¡Cómo quiere que ladre, comandante! ¡Pa´lante, comandante, que perro que come manteca mete la lengua en tapara!
El llorón de Sabaneta suele insistir en sus monólogos televisivos, que esa farsa a la que denominan proceso ha abierto posibilidades para que muchos venezolanos progresen. Y quizás su «camarada» Eladio sea un ejemplo viviente de esa afirmación. Porque, seamos francos, solo en la Venezuela de estos tiempos, un abogado gris y adocenado, que nunca litigó, que nunca preparó un escrito de defensa, que quizás confundía las diligencias judiciales con las diligencias que surcaban el antiguo oeste norteamericano y que, a lo mejor se dedicó a penalista por la pena ajena que daba, puede llegar a ser magistrado de la Sala de Casación Penal del Máximo Tribunal del país. Y solo en la Venezuela de estos tiempos, puede ocurrir que un prócer de la «revolución», un potentado a quien condecoraban, a quien adulaban, le lavaban, le planchaban, y le peinaban el copete, como al gabán de la canción, de la noche a la mañana se convierte en un traidor. Ya no es Eladio, sino El-odio. Ya no cuadra sentencias para las mafias judiciales rojas rojitas, como el mismo confesó, si no que ahora «Baila pegao con la DEA y la oposición». ¡Válgame Dios!. ¡No somos nada, El-odio, que vaina, no somos nada!
Así paga el diablo, pues, a quien le sirve. Quizás el «camarada» Aponte Aponte, al hacer todo lo que dice que hizo, pensó que mientras se comportara obedientemente, mientras acatara servilmente los dictámenes del dedo que todo lo ve, su vida de sibarita se mantendría por los siglos de los siglos. Pero como a todo cochino le llega su sábado, también al camarada-magistrado le llegó el suyo. Le llegó la hora de ser arrojado a las llamas eternas, para proteger al amo de la avalancha que se le venía encima con el asunto Mackled. ¡Aguanta la pela, Eladio! Dicen que más sabe el diablo por viejo, que por diablo, pero pienso que más sabe Eladio por Psuvista y socio de Mackled, que por otra cosa. Veremos en que para todo este asunto, pero una cosa es segura: La historia tiene formas extrañas de cumplir sus designios, y la cúpula chavista no siempre escapará de ellas. Entre otras cosas, por los muchos Eladios que hay en sus filas. ¡Chitooo, Eladio! Yo te aviso…