Venezuela, gracias al lenguaje del comandantepresidente, se ha convertido en un gran patio de bolas y en cadena.
El teniente coronel felón ante las declaraciones o acusaciones del coronel y exmagistrado Eladio Aponte Aponte dejó su reposo cubano para decir, en un tono despreciativo, burlón y de descalificación, que eso era un «caliche», y tiene mucha razón el paciente, si entendemos que caliche en el argot periodístico es algo así como noticia que ya es sabida por todos. Y claro que es así. Lo dicho por el exmagistrado lo conocíamos todos, y cuando digo todos, me refiero al gobierno, a la oposición, a los ni-ni, a los naturales y a los extranjeros. Esta putrefacción del Estado venezolano tiene ya tiempo, hiede. Es un cáncer con metástasis en todos los poderes, pero al decirlo un coronel que hasta hace poco era presidente de la Sala Penal del TSJ, revolucionario socialista a carta cabal es, como dicen los abogados, a confesión de parte, relevo de pruebas. En un país con un Estado serio, formal, decente, respetuoso del Estado de derecho, esto hubiese provocado un terremoto con tsunami incluido. La Fiscal General, la Presidenta del TSJ, la Defensora del Pueblo, la Procuradora, los ministro, los generales y demás mencionados como indiciados, implicados o acusados, ya se hubiesen separado de sus cargos o hubiesen sido destituidos. La Fiscalía General de la República hubiese abierto de inmediato, de oficio y por noticia crimines, una amplia y profunda averiguación sobre este caso. La AN hubiese designado una comisión, integrada por todos los sectores políticos, para buscar la verdad del caso. El propio jefe del Estado, con el poder omnímodo que tiene, hubiese exigido una averiguación profunda, porque también él fue señalado en las graves acusaciones del exmagistrado y le convendría limpiar su situación, sobre todo en estos momentos. Y la oposición hubiese reclamado, exigido, gritado, la renuncia inmediata de sus cargos a todos los acusados. Y esa petición debía de ser hecha con fuerza, en la calle, con grandes marchas, concentraciones, protestas. Un país lleno de grafitis: «RENUNCIEN YA». «LIBERTAD INMEDATA A LOS PRESOS DE APONTE APONTE Y SU JEFES». «FUMIGUEN LA JUSTICIA».
Pero, y siempre hay un pero, tal como gusta decir el amigo Blanco Muñoz, parece que este es un ex-país, un ex-estado. Aquí todo pasa y nada sucede. Lo primero que hizo el gobierno y su partido fue descalificar la denuncia, tildar al denunciante como miembro de la oposición. Pagado por el Imperio. Muerte al mensajero. Vendan el sofá. La Hojilla, órgano oficial del gobierno, entra en histeria. Todos los voceros con el mismo discurso. La AN aprueba un documento de desagravio para los acusados. El diputado presidente se desgañota, igual el diputado más joven y propiciador de niños guerrilleros: «La revolución no tiene rabo de paja», «Los narcos son de la oposición». «Aponte es familia de Capriles». El MINPOPO del árabe lanza acusaciones de lavado de dinero a dos gobernadores de la oposición. Locura total. Potes de humo, trapos rojos. Al final llegaremos a lo mismo: ¿Quien mató a Danilo Anderson? ¿Quienes son los culpables de PUDREVAL? ¿Y del maletín? ¿Y del Plan Bolívar 2000? ¿Y las cuentas en el exterior? ¿Y la chavera? ¿Y Mackled? ¿Y los 150 mil muertos? ¿Y las invasiones? ¿Y la falta de energía eléctrica? ¿Y el deterioro de PDVAS? Los culpables son los otros, la oposición, el Imperio, la burguesía, la IV. Sin embargo todos sabemos todo. Pero nada se investiga, nadie se condena. Impunidad total. Así es el socialismo castro-comunista. Siempre ha sido así. Definitivamente, duele decirlo, no somos un país en la real acepción de la palabra. No hay un Estado como tal. Lo que hay es una caricatura de país. Un Estado forajido, narco, guerrillero, embustero, corrupto. ¿Se podrá llegar al 7-O antes de que todo explote? Difícil de responder, pero hay que hacer fuerza para llegar y devolverle a Venezuela su status de país y al Estado su seriedad constitucional. Confiemos en que el Todopoderoso nos dará un empujoncito, pero pongamos algo de nuestra parte.