“Dios pagará a cada uno según sus obras…”. Romanos 2:6
Tal vez usted haya escuchado a alguna persona decir: !Qué Dios se lo pague! Lo más probable, entre las respuestas que encontramos estén: Amén, para servirle, por nada, no se preocupe. Sin duda, la contestación y su complemento, que más pudiera llamarnos la atención, sería una que diga: !No se preocupe… Él (Dios) nunca me queda debiendo!
Hay empleadores que en ciertas ocasiones, parecen decirles a quienes le trabajan: !Qué Dios se encargue de su pago…! y por supuesto, dicha conducta tiene su retribución: Quizá, un enérgico reclamo por parte del trabajador u otra forma sería, buscar ayuda en los entes competentes para que le cobren, pero, si el mismo ente competente (el gobierno) es quien le debe, ¿a dónde vamos a acudir?
En administraciones anteriores y para el gobierno actual, las prestaciones sociales han sido un verdadero “dolor de cabeza”. Es lamentable, que cuando le trabajamos a la nación, aparentemente, al momento de jubilarnos salimos resignados para recibir el arreglo monetario varios años después de tal retiro; tampoco llega completo y no pagan los intereses de mora. Sin embargo, aún cuando llega tarde y resulta una bendición, esas devaluadas Prestaciones Sociales, se vuelven sal en agua, algunos dicen sal y agua.
Los resignados somos numerosísimos, pero: “A Dios rogando y con el mazo dando”, es decir, no se lo dejamos todo al Creador. Particularmente, este mismo año, como educador jubilado de la corte 2.009, me trasladé al Ministerio de Educación, en Caracas, para preguntar por mi pago correspondiente, y la esperanza que me dieron, los funcionarios que allí trabajan, es que apenas estaban sacando las jubilaciones del año 2.006 ¿Qué tal? ¿Qué hacemos?
En tal sentido, J.B. Salas (periodista), recoge las palabras del presidente de Fedecámaras, Jorge Botti, señala que esto está afectando a más de “6 millones y medios de personas… Asegura que los trabajadores del sector público están acostumbrados a que las prestaciones se las paguen muy lentamente, existiendo grupos que tienen meses y hasta años esperando por sus liquidaciones” (EL IMPULSO, 14/04/12, p.B2).
Por esta obligación no cumplida, un mal manejo de los pagos a tiempo de las prestaciones y ante la eventual aprobación de la Ley del Trabajo, tal vez para el próximo mes de Mayo, pareciera que los entes gubernamentales estuvieran excusándose, que no han pagado porque el dinero está manos de los bancos privados; pretendiendo imponer, justificar o comprometer la creación de un Fondo de Prestaciones Sociales.
Por otro lado, J.C. Salas menciona las palabras de Daniel Santolo, quien criticó que el gobierno pretende convertir las prestaciones en bono de Pdvsa, con la posibilidad que estos estén congelados por 2 años y cuando vayan a ser cobrados, estarán devaluados en un 60 por ciento. (Ídem).
Igual que las prestaciones, almacenamos conductas para el juicio de Dios. El Apóstol Pablo, escribió: “Pero por tu dureza y tu corazón impenitente, acumulas sobre ti mismo ira para el día de la ira, cuando Dios manifieste su justo juicio. Dios pagará a cada uno según sus obras: Vida eterna a los que perseveran en bien hacer, y buscan gloria, honra e inmortalidad” (Romanos 2:5-7).
Claro está, estos versos se refieren, primariamente al comportamiento espiritual: bueno o malo. Sin embargo, es nuestra actuación en forma integral que está siendo evaluada por Dios y esto que depositamos o atesoramos, lo utilizará Dios para la justa recompensa, que se traduce en la vida eterna, o juicio para el día de la ira de Dios.
De tal manera, que sin salirnos del tema y valga la comparación, Dios va a recompensar a los empleadores que sean justos con sus trabajadores. De la misma manera a los patronos que sean injustos, Dios va a dar su recompensa, bien en esta tierra, o lo dejará para el juicio final.
El Señor declara por el profeta Isaías: “Decid al justo que le irá bien ¡Ay del impío! mal le irá porque según las obras de sus manos le será pagado.” (Isaías 3: 10, 11.). “Pero aunque el pecador haga mal cien veces -dice el sabio,- y con todo se le prolonguen los días, sin embargo yo ciertamente sé que les irá bien a los que temen a Dios, por lo mismo que temen delante de Él. Al hombre malo empero no le irá bien.” (Eclesiastés 8: 12, 13, Versión Moderna, M.V.).
Tal vez, movidos por declaraciones anteriores, tendemos a ser inclementes, siendo nosotros impenitentes o pecadores. Muchos, se proponen en el nombre de Dios practicar la justicia divina, y creen que deben ser poco benevolentes para con el malvado, pero eso deja “mal parado” el nombre del Señor.
En tal sentido, White Elena dice: “Dios ha hecho a los hombres una declaración respecto de su carácter y de su modo de proceder con el pecador: “¡Jehová, Jehová, Dios compasivo y clemente, lento en iras y grande en misericordia y en fidelidad; que usa de misericordia hasta la milésima generación; que perdona la iniquidad, la transgresión y el pecado, pero que de ningún modo tendrá por inocente al rebelde!” (Éxodo 34: 6, 7, V.M.) (Conflicto de los Siglos, cap.34, p. 596).
Lo que la Biblia nos quiere enseñar, hoy, es que Dios es justo y espera que nosotros lo seamos con todos; así seamos cristianos o no. El anhela que creamos en su deseo de salvarnos, y no, que queramos salvarnos a nosotros mismos, por medio de sacrificios e ideas personales, aún en medio del pecado. Tales obras, tales conductas, quitan del medio a Jesucristo y dichas acciones vienen a ser como las Prestaciones Sociales, pagadas a fuera de tiempo, que se deslíen como la sal en el agua, y sea como sea: “Dios pagará a cada quien según sus obras”.