Déjà vu y el oráculo de Delfos

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¿Es que, acaso, la historia es una cíclica repetición de eventos, por tanto predecibles? ¿Está el hombre dispuesto siempre a cometer sus mismos absurdos, por tanto descifrables?

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I

Un psíquico francés llamado Émile Boirac acuñó la frase déjà vu (ya visto). Confieso que esa es una de las pocas experiencias sobrenaturales que con frecuencia padezco. En ocasiones es turbador, no tengo por qué negarlo. Llego a un sitio, o me ocurre algo, y por instantes quedo absorto, convencido de que esa situación ya la viví antes, exacta, con los mismos personajes. En otras ocasiones se trata de un fenómeno aún más desconcertante: pienso, de repente, y sin motivo aparente, en alguien a quien tengo tiempo, a veces años, sin ver, y unos minutos después esa persona brota como de la nada. Es como si estuviera esperando ser invocada para emerger, real, tangible, entre las brumas de la memoria. Como si el recuerdo tuviese el súbito poder de materializar a unas figuras humanas sometidas indefinidamente al suspenso del olvido.

Sucede algo también asombroso en sentido contrario, y se trata, ya, de un ejercicio intelectual que a todos en algún momento de la vida nos ha impresionado. Me refiero al hecho de descubrir en episodios del pasado, o en los escritos de pensadores de épocas pretéritas de la historia, referencias que parecieran adaptarse con sorprendente precisión a nuestra realidad actual, en el país. Al reflexionar sobre esto, por cierto, me percato de que los hombres célebres que más admiro no son héroes, ni militares, ni poderosos, ni semidioses, sino artistas, escritores, quijotes. Caigo en cuenta de que me inclino con más reverencia ante Gandhi que frente a Napoleón.

Ahora, ¿es que, acaso, la historia es una cíclica repetición de eventos, por tanto predecibles? ¿Está el hombre dispuesto siempre a cometer sus mismos absurdos, por tanto descifrables? ¿Hasta qué punto estamos hablando de visionarios, de mentes superiores capaces de anticiparse a su tiempo? O, ¿simplemente hemos tropezado con pócimas filosóficas adaptables a tragedias dispersas, sin conexión alguna en el tiempo? Lo cierto es que, en esta especie de videncia del pasado, en los espejos del ayer se encuentran siempre muchas pistas y pronósticos sobre el mañana que nos aguarda. Es que en la expresión de Churchill, autorizada por lo demás, si se deja el pasado como pasado, se corre el riesgo de poner en riesgo el futuro.

Palabra cierta, digo, al encontrarme con una pintura del ecuatoriano Oswaldo Guayasamín, comunista para más señas. Su título: El Macuto, sinónimo de bruto según he leído por ahí. La pintó hace más de 35 años, bajo el agobio de una epidemia de dictaduras a todo lo largo y ancho de Latinoamérica, como en un repudio a la barbarie, a la opresión, a la glorificación de la fuerza por sobre la razón. Sin forzar la imaginación, el rostro sombrío, enigmático, que domina la tela, se nos antoja conocido. O reconocible, a simple vista. La cabeza cuadrada, los ojos rasgados, las orejas afiladas que parecieran enmarcar una nariz prolongada, los labios prominentes. Pero por encima de todo, cuanto más resalta en ese cuadro, profético para muchos, es la mirada inexpresiva, fría, oscura, del personaje allí inmortalizado.

II

Norberto Bobbio, el sabio escritor y jurista italiano muerto hace ocho años, perteneciente a una familia proclive al fascismo, llegaría a ser considerado filósofo de la política. Son invalorables, además, sus aportes a la teoría del Derecho. En su juventud escribió una carta servil a Benito Mussolini, el Duce, en la cual le ofrecía «total devoción», desliz del cual se avergonzó toda la vida. Dedicó muchas páginas a explicar una degradación que pudiera acomodarse a la monumental vergüenza en que ha devenido, en la actualidad, el Tribunal Supremo de Justicia de la República Bolivariana de Venezuela, con su rimbombancia burocrática y todo su Poder Moral: «La dictadura corrompe los ánimos de las personas. Fuerza a la hipocresía, a la mentira, al servilismo», escribiría Bobbio, en términos que acusan a los pícaros albaceas de una justicia injusta, corrupta, despreciable.

III

Tiempos mucho más atrás, el francés Étienne de La Boétie (1530-63), en medio de sus traducciones de Jenofonte y Plutarco, escribió, precoz, a los 18 años, un texto fundamental sobre la libertad, luego de estudiar las tiranías que asolaban a Europa y de formularse, con terquedad, esta simple pregunta: ¿Por qué los individuos obedecen leyes que son injustas? Esto escribió: «¡Pobres miserables gentes, pueblos insensatos, naciones obstinadas en vuestro propio mal y a ciegas a vuestro bien! Dejáis que os arrebaten, ante vuestras mismas narices, la mejor y más clara de vuestras rentas, que saqueen vuestros campos, que invadan vuestras casas, que las despojen de los viejos muebles de vuestros antepasados. (…) Es como si considerárais ya una gran suerte el que os dejen tan solo la mitad de vuestros bienes, de vuestras familias y de vuestras vidas».

IV

Al norte de Atenas, al pie del monte Parnaso, en medio de ricos campos de almendros, se erigió, en la antigüedad, el principal lugar religioso del mundo helénico: el oráculo de Delfos (siglo IV a. de C.) Al centro, el templo dedicado a Apolo, hijo predilecto de Zeus.

Apolo, dios de la luz, de las artes y de la verdad, encarnaba el equilibrio y la proporción, y hablaba por boca de pitonisas en trance. Así respondía los misterios que atormentaban a los mortales provenientes de todos los confines y de todas las clases sociales. Los reyes, deseosos de saber si les iría bien en la guerra, o los campesinos, interesados en conocer cómo acabarían sus cosechas.

En el frontispicio del templo, sobre la pared de piedra, se podían leer cuatro frases sagradas, que, según Umberto Eco, recogen el «sentido general griego de la belleza». Esas frases son: «Lo más exacto es lo más bello», «Respeta el límite», «Odia la insolencia» y «De nada demasiado».

Algún poderoso de ahora se habría sentido aludido en esas proposiciones, trocadas en una inmemorial barrera a sus desahogos de crueldad. Conócete a ti mismo. Se considera, incluso, que este enunciado, atribuido a Tales de Mileto, da cuerpo en sus inicios a la filosofía occidental. Habla de mirarse al interior, y escudriñar las fragilidades de cada quien, como requisito indispensable para comprender a los demás. Una invitación a reconocerse mortal, no dios.

Y esa peregrinación hacia el oráculo de Delfos, con ansias de descifrar los sueños y los tantos enigmas de la vida, se cumplía los días siete de cada mes. Era la fecha en que según la tradición había nacido Apolo.

-¿Podré ir a la batalla del siete de octubre? ¿Pulverizaré a mis apátridas enemigos?-inquiriría el poderoso a la sacerdotisa, purificada para su oficio en las aguas de la fuente de Castalia.

La pitonisa, o Pitia, igual que si se tratara de mayomberos, paleros o yayas, como en La Habana, sentada sobre un trípode, invisible desde el fondo del templo en un lugar de acceso prohibido llamado aditon, suelta, mientras mastica hojas de laurel, o quizá de coca aportada por Evo, una retahíla de palabras incomprensibles en verso, que un sacerdote deberá interpretar. Cuando la predicción no se cumplía, siempre quedaba el recurso de atribuir la pifia a una mala interpretación. También el ofrecimiento a los dioses de un animal grande podría asegurar que la predicción se acomodara a los gustos del cliente.

Es un déjà vu, lo sé. Pero no sé si pasó, o está por pasar. En esta confusa situación, pasado y presente se hacen un solo nudo. El poderoso, solo en la multitud de sus últimos seguidores, quiso repetir la pregunta ante la pitonisa, mientras un extraño y punzante frío recorría todo su cuerpo. ¿Podré ir a la batalla del siete de octubre? Fue cuando su mirada, inquieta, azorada, se deslizó de improviso hasta la sagrada frase grabada en piedra: «De nada demasiado».

Ya el salmo 143, de David, lo había anticipado: «El hombre es igual que un soplo, sus días una sombra que pasa. Somos poco, soplo, sombra, casi nada».

Repiques

Quise compartir con ustedes esta impresionante foto tomada el 11 de marzo de 2011 durante el terremoto de Japón

Muy triste la desaparición de Pepi Montes de Oca. Fue el último de una generación de líderes políticos larenses que hizo historia.

El miércoles 29 de febrero, cuando salió publicado el desayuno-foro que tuvimos con él en este diario, me llamó por teléfono muy temprano. «Estoy contento, pero sobre todo muy agradecido», me dijo, dándole énfasis a la palabra agradecido, muy poco común en los políticos de ahora, que no agradecen el elogio ni toleran la crítica.

Leído en Twitter:

@PadillaNews: «España, Grecia, Portugal, Italia, con desempleo histórico, mientras que en Alemania el desempleo cayó a nivel más bajo en veinte años»

@LuisPerozoPadua: «Trueque Socialista: Yo te doy más días de vacaciones y menos horas de trabajo, pero TU me das tus prestaciones sociales»

@6toPoderweb: «Prostitutas de Madrid se niegan a tener sexo con banqueros en protesta por la economía»

@porlapaz1: «Qué gran libro se podría escribir con lo que se sabe. ¡Otro mucho mayor se escribiría con lo que no se sabe!» Julio Verne

«Tener la conciencia limpia es señal de mala memoria»

Les Luthiers

Luego de las inmorales confesiones del ex magistrado del TSJ Eladio Aponte Aponte, la credibilidad, y, sobre todo, la respetabilidad del Gobierno, que siempre fue deplorable, ha llegado a su más baja expresión, a un punto que ninguna sociedad decente puede tolerar. ¿Qué esperan los jueces probos para marcar distancia frente a tanta suciedad revestida de justicia?

Las revelaciones de Aponte Aponte deben ser procesadas con mucha cautela. Hay medias verdades y verdades mezcladas con mentiras. Aunque en ese nido de víboras la inocencia brilla por su ausencia, un sector militar y político del oficialismo está detrás de sus versiones, para que encubra a unos y comprometa a otros. Un militar amigo me deslizó estas líneas: «Eladio sólo quiere desviar la atención hacia Cliver Alcalá Cordones y Henry Rangel Silva, obviando que su principal mentor y su operador en la parte de inteligencia es Hugo Carvajal Barrios».

Otro mensaje que rompe el cerco de espías cubanos: «El general del Ejército Wilmer Antonio Moreno  fue asesinado en Anzoátegui (su cuerpo recibió diez balazos) porque iba a presentar pruebas de actuaciones irregulares en la DIGM. Es un mensaje dirigido a quienes estén pensando en ceder al ‘efecto Aponte’ «.

«Amar no es anularse, sino crecer de dos»

Walter Riso

El periodista argentino Ceferino Reato acaba de publicar un libro con una larga entrevista al ex dictador argentino Jorge Rafael Videla, quien dijo que el crimen de «7.000 u 8.000 personas», entre los años 1976 y 1983, fue «precio que había que pagar» para «ganar la guerra contra la subversión».

Reato, a quien conocimos en un seminario de periodismo, en Colombia, se mostró «impactado» por la forma como Videla relató los horrores cometidos durante ese tenebroso período. «Siempre lo vi muy articulado, muy preciso en sus recuerdos, usando un lenguaje descarnado y sin metáforas. Parecía un analista de hechos cometidos por otra persona», declaró.

«Hugo Chávez es factor de estabilidad en la región», ha dicho el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos. Se ganó el camaleón de oro.

En el país hay tensión. Mucho movimiento. Ruidos. Si es cierto que las paredes escuchan deberán tener mucho trabajo para abarcar y procesar tantas bolas, que crecen en intensidad. ¿Será verdad que en las altas esferas hay dos bandos: uno de ellos apegado a la institucionalidad, y otro no tanto, en caso de un desenlace inesperado? ¿Será verdad que la última palabra de todo la tiene Fidel?

Foto: Archivo

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