Existe algo profundamente irónico en el clamor de tanto presidente latinoamericano para que la próxima Cumbre de las Américas – pautada para Panamá 2015 – incluya a Cuba:
Por incluir a un estado merecidamente repudiado por su descarada dictadura hereditaria, que con creces sustituye al difunto «Chapitas» Trujillo en el apodo de «nausea de América».
Por incluir una tiranía genocida que no sólo ha convertido a la isla en cárcel flotante, sino que también ha sido activa promotora de agresiones, subversión y terrorismo contra casi todos sus vecinos.
Como si todo ello fuera poco, por incluir a la misma dictadura que irresponsablemente quiso causar un holocausto nuclear hace medio siglo. Tanto es lo que llevan mandando.
La ironía del caso reside en un «pequeño» detalle en la pretensión de esos señores del Sindicato de Presidentes que en Cartagena jugaron con la pelota de Cuba para confrontar a un dócil y complaciente Obama.
En sus grandilocuentes amenazas de poner fin a las «cumbres» si no asiste aquella dictadura olvidaron lo más elemental:
Que prácticamente ninguno de ellos – incluso el flagelado Obama – asistirá a esa cumbre pautada para el 2015. Como también es casi imposible que a ella concurran Fidel y Raúl Castro, que para el 2015 – si el Señor no se apiada antes de Cuba – contarán 99 y 95 años respectivamente.
¿O será que las izquierdas farsantes del Hemisferio irán a embalsamar al barbudo y pasearlo cual Cid Campeador por Panamá 2015, todo para seguir fastidiando a los anglosajones? Porque todos juntos, más que amenaza para un presunto «imperio», ya van siendo un «soberano» fastidio internacional.
Y es así porque las leyes de la biología señalan que es casi seguro que Cuba, efectivamente, estará presente en la Cumbre del 2015.
Si es que quiere.
O quizás no, porque si la experiencia de Europa del Este asoma un perfil de liderazgo post-Castro, una nueva Cuba podría darle una soberana mandada al cuerno a toda la gavilla de gobiernos cómplices que en Latinoamérica y el Caribe tanto juegan con la tragedia de un pueblo.
Con el fracaso del fidelismo es posible que Cuba aplique el viejo refrán brasilero que dice «conversa de pobres siempre es triste», se olvide de las «hermanas» repúblicas que hoy respaldan a sus verdugos, y se dedique a cultivar a quienes más le aporten a su futuro. Más vale sola que mal acompañada.
De modo que Cuba, si quiere, seguramente estará en Panamá 2015. Quienes sí definitivamente no estarán son los patéticos imitadores de la decrépita satrapía, ni los mariachis que en Cartagena les hicieron juego.