Avenidas, calles con el asfalto dañado, planta física de organismos públicos en pésimas condiciones y demás descuidos.
No se justifica que en un país petrolero donde la gasolina prácticamente se regala, haya calles llenas de huecos y deterioradas.
Es tan común ver las calles en este estado de descuido, que ver una vía asfaltada es la excepción. Cuando se viaja a otros países que no son petroleros y se ven todas las calles perfectamente pavimentadas, nos preguntamos, ¿por qué nosotros no las tenemos así? No es algo que nos causa envidia, sino indignación. Si tenemos tantos recursos que nos llegan por ingreso petrolero, si hay petróleo hasta para regalar a otros países, ¿por qué no tenemos calles en perfecto estado, como debe ser, como nos lo merecemos? No nos lo explicamos. ¿A qué se debe esta falla?, ¿se debe a negligencia, descuido, corrupción, incompetencia, falta de planificación? Me respondo: a todas las anteriores, más otra.
El pueblo se ha acostumbrado a las migajas y no exigimos el cumplimiento del deber que tienen los funcionarios públicos. No lo hacemos por temor, por falta de actitud crítica, por pasividad y por otras cosas que nos caracterizan como sociedad. Así como vemos las calles, igual tenemos las estructuras de muchos edificios públicos: sin mantenimiento.
¿Puede esta situación revertirse? ¿Podemos tener funcionarios con honestidad y preparación para enfrentar la planificación y ejecución de políticas de asfaltado de nuestras calles, avenidas y vías del casco central, la periferia, los barrios, y las vías de comunicación hacia todos nuestros municipios foráneos? ¿Será que es muy complicado el mantenimiento de las carreteras y calles? Supongo que no, que es un trabajo como cualquier otro, en cualquier ciudad o estado del mundo, pero nosotros, campeones de la ineficiencia y de la corrupción, no podemos lograrlo. ¿Hasta cuándo vamos a permanecer impávidos ante lo que nos ocurre?
Cuándo vamos a empezar a luchar por lo que es nuestro, ¡Ojo!, luchar no significa agresión, simplemente el reclamo pacífico del cumplimiento de las leyes que nos amparan.
Por otra parte, en tiempos pretéritos, existían las asociaciones de vecinos. Se reunían éstos para debatir los problemas de la comunidad y eran voceros ante los organismos del Estado para que les dieran solución a sus planteamientos. No funcionaban en su mayoría, porque como era de esperarse, se inscribían allí los más vivos, los que pedían pero, para beneficiar a sus familiares, amigos, similares y conexos, para rematar el asunto, solamente los del partido político de turno eran los beneficiados. Luego, se cambió para Juntas Comunales, comunas o como quiera llamárseles, y ahora afirman sus integrantes que hacen proyectos pero que no les dan los recursos. Se establecieron para supuestamente resolver los problemas locales.
Eran como una extensión del Estado y qué ha pasado, absolutamente nada, no se observa ningún cambio a excepción del nombre de la institución vecinal. Entonces, se podría afirmar que cambia la denominación de las instituciones, pero la ineficiencia continua.
Debemos comenzar haciendo un examen introspectivo para determinar si somos responsables de lo que está pasando, porque si los honestos, los que tienen identidad nacional, regional, si la gente que verdaderamente tiene preparación y vocación de servicio es la que se inscribe en estas asociaciones, otra sería la realidad nacional.
Los justos, los preparados deben ser los que marquen la pauta y comiencen a tomar los espacios colectivos para lograr las obras que se requieren para tener mejores vías, mejores servicios de salud, de transporte, educación, entre otras.
No dejemos que sean los mediocres los que nos gobiernen, comencemos por las organizaciones comunales, las organizaciones de vecinos y todos los espacios que podamos, los que deseamos un nuevo país, con calidad de vida porque somos la mayoría.
Para trabajar en la construcción de un nuevo ciudadano, debemos ser partícipes, protagonistas y no simples espectadores.