Un sin fin de por qué para no confiar

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La mayoría de los venezolanos no tenemos confianza en los cuerpos de seguridad porque sus integrantes realizan actos que van en contra de los principios que sustentan la existencia de esas instituciones. Por ejemplo, si usted es atracado por un malandro de su propia comunidad y decide denunciarlo, entonces usted se mete en tremendo problema. Ellos mismos le dirán al delincuente quien los denunció y lo más aconsejable es que usted se mude para otra parte, incluso para otra ciudad. Otro ejemplo es cuando, a usted, le roban su vehículo, no importa si esta asegurado o no, al acudir a presentar la denuncia, lo primero que le preguntan es cuanto dinero tiene para pagar el rescate, porque a los malandros hay que darles algo y eso depende de la marca y modelo; es más, los agentes de seguridad dicen que así cómo usted trabaja en una empresa y recibe un salario, los delincuentes también tienen derecho a ser recompensados porque ese es su trabajo. Un tercer ejemplo de por qué no creo en esas instituciones, es por el constante ‘matraqueo’ que realizan en los famosos “puntos de control”, cuando se supone que a ellos les pagan por realizar su trabajo. La lista de ejemplos es innumerable, por lo que es difícil publicar todas en esta prestigiosa columna.

Neptalí Paredes.

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¡Yo sí confío!

Los cuerpos de seguridad son muy buenos porque nos resguardan y nos orientan los pasos que debemos seguir, pero ellos no solamente deberían estar en tiempos de Semana Santa, o días feriados, sino siempre y en todas partes. Tienen que velar por la seguridad de nosotros.

Jesús Yánez.
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Nos esforzamos para que confíen

Nosotros, en la Prefectura de Crespo, hemos realizado todo lo posible para que la gente confíe cada día más. Hoy, el promedio de denuncias de particulares son 30 al mes, promedio de los cuales resolvemos el 99%. Para una institución de Seguridad y Orden Público es vital que la gente pierda el temor y denuncie, ya que si no existe denuncia, no existe delito, y si no hay delito, las estadísticas no arrojan índices delictivos; por lo tanto, no se pudiera establecer prioridades por atender, es por eso que le pedimos a toda la población que confíen en las instituciones de seguridad y formulen denuncias, y nosotros estamos obligados a guardar silencio y no dar los datos de quienes denuncian, que es difícil en un sistema descompuesto por la corrupción y la anarquía, por falta de valores y compromiso de algunos funcionarios, pero aun así, en nuestras instituciones hay hombres y mujeres honestos. Así que confiemos para que las instituciones puedan actuar.

Rafael Pulido
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¡Si hay esperanza!
Confiar en nuestros organismos encargados de velar la seguridad es equivalente a la responsabilidad de darle a los zamuros el cuidado de la carne. Eso me imagino que sería posible con una estricta domesticación (educación y planificación en caso de los humanos), lo que implicaría una ardua tarea, muchísima paciencia y perseverancia; pero hay que tener la disposición para ello. Tenemos una historia hermosa, llena de personajes, nuestros precursores, gente como sacada de novelas, una extensión territorial relativamente grande pero menor en población a cualquiera de nuestros hermanos países, que nos llevan una ventaja apreciable a pesar de contar con menos recursos. Tal es el caso de Chile, Colombia y Perú, por poner algunos ejemplos. Lo lamentable es que, después de haber tenido tiempos mejores, ahora nos vemos sumergidos en un laberinto que nos envuelve y, a veces, afecta nuestra voluntad de pelear contra la corrupción moral que nos invade; la cual, parte desde las más altas esferas de este inefable régimen.
Es realmente triste que tengamos que vivir en una situación de continuo desasosiego, cuando debiéramos sentirnos afortunados de haber nacido en una tierra privilegiada con tantos recursos; por el contrario, nos sentimos en un torbellino que nos lleva a un estado de desesperanza. Pero no, debemos despertar y recuperar ese orgullo de ser como somos, y emerger tal ave Fénix, entre las cenizas, para superar todas estas vicisitudes.
Insisto, tiene que haber un cambio profundo en nuestra sociedad, y esto comienza con la derrota del actual régimen. Una vez que esto ocurra, nos tocará una muy difícil tarea, como la de sanear todos los organismos para erradicar la corrupción en todos sus ámbitos, entre ellos, los organismos de seguridad. Comenzando por la profunda profilaxia en todos sus niveles, y retomar la necesaria independencia de poderes para aplicar la lucha contra la impunidad que tantos estragos nos está produciendo.
René Roberti
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¿Creer o no creer?

Hoy más que nunca, vale la pena preguntarse, ¿qué es la democracia? Uno piensa en la división de los poderes y que cada uno tiene sus metas y objetivos, además que todos están enmarcado en el sistema ideal que es el de darle seguridad en todos los aspectos al país que ha apostado a la democracia. Desde el máximo tribunal, hasta la última instancia jurídica, aquí en Venezuela hay una línea ideológica no acorde con el deber ser, y solo se busca acomodarse al régimen vigente, enviando al demonio sus funciones pertinentes.
Pero la cosa no queda ahí, los cuerpos de seguridad que debieran defender al ciudadano de los actos delictivos, se han convertido en unos órganos de inquisición. Actúan dependiendo del cristal con que este investido un caso; a su vez, responden a lo que el poder político ‘comunistoide’ así lo crea necesario. En este particular, las policías estadales no funcionan si el gobernador de cualquier localidad no está ‘cuadrado’ con el poder nacional y sus políticas dizque socialistas.
De igual manera, lo que antes era la policía técnica judicial, y que se reconocía por su labor minuciosa y científica, ahora se convirtió en una más del montón. Que funciona cuando, desde el poder central, así se le requiere. Aunque la CICPC es un organismo auxiliar del poder judicial, está bien encuadrado en lo que se ha autodenominado socialismo del siglo veintiuno. Ésta institución, si cumpliera con sus atribuciones, fuera magnifica su labor y estaría como hace tiempo, en el pináculo de las investigaciones delictivas, pondría de cabezas a los antisociales que no se cansan de delinquir.
Asimismo, lo que se llama el poder moral, solo el nombre le hace honor a su consigna, esto no es más que un elefante blanco paquidérmico que, como sabemos, obedece fielmente a los designios ideológicos marxistas-castristas que rige los destinos de nuestra patria. Son unos actores políticos que a cada rato demuestra sus preferencias partidistas.
Las Fuerzas Armadas se dicen socialistas, y sus comandantes a cada momento expectoran la diabólica frase “socialismo, patria o muerte”, los superiores están muy ligados a las políticas ideológicas del Presidente.
Las Fuerzas Armadas, tan respetadas por casi todo el país en general, ahora la gente la ve de reojo, y el respeto se convirtió en fundados temores. Hasta un pernicioso miedo se siente en la percepción de la gente para los militares. Por todo lo anteriormente descrito, podemos decir con toda responsabilidad, que nadie cree en los organismos encargados de la justicia en Venezuela.
Creer o no creer, es una consigna que se ha profundizado en la mente de los ciudadanos. Por los momentos está ganando el no creer, y si no hay cambios urgentes en todos estos organismos de seguridad del Estado venezolano, será difícil vivir en esta dizque “democracia”.
Rafael Ruiz
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¿Desconfianza o temor?

La inseguridad ciudadana parece ser un mal invisible para el gobierno central. En todas las encuestas, la delincuencia lidera como el principal problema de los venezolanos. El país ocupa el sexto lugar a nivel mundial como una de las naciones más violentas del mundo. Causa impotencia e indignación, por no decir repugnancia, la actitud vergonzosa y cínica que exhiben algunos miembros pertenecientes a los organismos de seguridad del Estado; cuando maltratan, humillan, atropellan, violan los derechos humanos de honestos ciudadanos o asesinan a personas inocentes.
La situación es preocupante y demanda la máxima atención de las autoridades. Este país debe iniciar una gran cruzada nacional, para desenmascarar a estos actores que permanecen en la sombra pero que son los verdaderos responsables de la enciclopedia de calamidades más aberrantes de los últimos tiempos. Y es que, mientras no se les localice e identifique, no sólo gozarán de la impunidad que los arropa hasta el momento, es sencillamente un exabrupto mantener una mezcla tan desafortunada y desequilibrada entre los poderes públicos, sobre todo cuando se camina de espaldas a una realidad circundante que cada vez es más ausente en el análisis de los problemas y en la toma de decisiones.
La justicia es el tema de moda en Venezuela, desde todos los flancos se habla de ella. Desde todos los ángulos, los encargados de focalizar su reforma, tienen el deber de darle un ajuste de fondo a esta rama del poder público. Siempre hemos insistido, en estas páginas, que el mejor de los aparatos de justicia es aquel que se manifiesta cercano al ciudadano, que actúa con eficacia y prontitud para tramitar sus quejas, demandas y denuncias.
Un sistema que entienda que la importancia de arbitrar a tiempo las pequeñas diferencias ciudadanas, bajo la premisa de que si las personas ven a un Estado actuando en la resolución de pleitos domésticos, menores o de limitado alcance, tendrán la certeza de que la autoridad es para todos, y no habría que acudir entonces a vías de hecho. No obstante, es la ciudadanía la que siempre debe asumir las consecuencias, tanto por las incomodidades, las molestias y las dificultades que generan, como por los costos que de manera indefectible pasan su factura. Sin embargo, existe temor y desconfianza en la colectividad, y en general, en todo el país, por la manera cómo algunos funcionarios adscritos a estas dependencias oficiales, actúan bajo conductas punibles, cometen abusos y arbitrariedades de todo tipo, desviando la verdadera función policial y el trabajo investigativo.
La impotencia ante la fuerza de la violencia escuece en lo más íntimo del ser atropellado, en un arrebato de injusticia. Y ese dolor íntimo se convierte, de ordinario, en furia desatada si no hay ante quien formular una queja, una solicitud de ayuda reparadora. La comunidad reconoce la labor y los esfuerzos de las autoridades policiales, pero consideran también que hay que hacer más para poder neutralizar a los delincuentes. Todos debemos estar en alerta general y no bajar la guardia. Y que alguien, por favor, defienda los derechos del ciudadano. ¡Ahí queda eso!
José Fabio Oronoz
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Cuerpos de seguridad, ¡gánense nuestra confianza!

¡Qué más quisiéramos nosotros, los venezolanos, y especialmente quienes vivimos en esta otrora pacifica ciudad de los crepúsculos, que confiar en los cuerpos de seguridad del Estado!, estamos en emergencia nacional por causa de la inseguridad, y lo más lógico es esperar que el organismo competente para tratar la emergencia actué con prontitud y eficiencia.
Imagínense que estemos enfrentando una emergencia nacional por causa de un fenómeno natural y que Defensa Civil, bomberos y demás organismos competentes nos desilusionen, ¿podríamos seguir confiando en ellos para tratar otra catástrofe natural?, así estamos con los cuerpos de seguridad, pues estamos enfrentando una emergencia que lleva más de diez años diezmando a la población venezolana y la solución no se vislumbra por ningún lado. El auge de la delincuencia juvenil y el desprestigio de los cuerpos de seguridad del Estado han creado una atmósfera de desconfianza colectiva hacia dichos cuerpos, que se suponen son parte de la cadena de administración de justicia de este país; esta desconfianza, a su vez, genera impotencia jurídica que no es más que la incapacidad de acción judicial o penal por parte de la víctima de un hecho punible; nos encontramos contra la espada y la pared ante esta triste y terrible realidad; ha escuchado usted, o a lo mejor usted mismo lo ha dicho, “es mejor no denunciar para no empeorar el asunto”. Las razones que tiene la víctima para no denunciar son entre otras, estas tres:
1) La impunidad o falta de aplicación de la justicia.
2) La venganza o represalia del delincuente victimario.
3) Corrupción y mafias enquistadas dentro de los cuerpos de seguridad del Estado, que hace que la victima sienta temor de denunciar, porque no sabe si el (los) funcionario (s) que le va a tomar la denuncia, es de los buenos o pertenece a alguna banda criminal que conoce o está asociada con el delincuente o la causa que esta denunciando.
El día martes 10 de abril de este año, el General del CORE 4, dijo “hay que devolverle la confianza a las personas con respecto a la policía”, proponiendo una campaña para tal fin. Yo diría que hay que devolverle la confianza de la sociedad con respecto a todos los cuerpos de seguridad del Estado. En todos estos organismos, existen funcionarios corruptos que en vez de acercar al ciudadano a la institución, lo aleja más y más, incrementando el clima de inseguridad, alimentando la impunidad por falta de denuncia y fomentando los linchamientos y formación de grupos parapoliciales o de exterminios.
Hago un llamado urgente a los gobernadores, alcaldes, comandantes del Ministerio de Interior y Justicia, jueces, fiscales, en fin, a toda la cadena de administración de justicia de este hermoso país, para que hagan un esfuerzo mancomunado con la sociedad civil organizada, y así devolverle la confianza al pueblo.
La confianza perdida se puede volver a ganar, ¡vamos! ¡Gánense la confianza! Dios les bendiga poderosa y ricamente.
Franklin José Escalona
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Confiar, o no, en los cuerpos de seguridad del Estado… he ahí la cuestión.

Al tocar temas de confianza en la seguridad física o jurídica que debería tener cualquier ciudadano común o empresarial, y que, además, integran el todo de una sociedad disfuncional como la nuestra, donde el garante al tema que nos trae a colación debería ser la división de poderes públicos que sustentan al Estado plural y democrático, en pleno acuerdo con el contrato social que deriva la carta magna.
Ahora bien, toda sociedad tiene un representante electo por los ciudadanos, y dentro de sus funciones está el administrar el gobierno del Estado, por ser quien ejecuta lo que discuta y aprueba otro de los poderes; empero, en sus arengas nos repite para amedrentar nuestra voluntad en cuanto a que su revolución o involución, es pacifica pero esta armada, ¿qué confianza debemos tener lo que no compartimos tales desmanes?
Pare cerrar el comentario: nos preguntamos, con miras al 7-O, ¿será política de este desgobierno mantenernos rejas dentro de su propia moradas e imponernos los toques de queda cada noche? De esta forma, pueden actuar libremente los malandros desalmados del colectivo La Piedrita y su versión en Lara, ‘El grupo FRIO’.
Marcos Arias
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Próximo Tema:

¿Cuál es su opinión sobre el caso de Empresas Polar?

Debido a la amenaza que se erige en contra de los terrenos donde opera la planta de distribución de Empresas Polar y Pepsi, queremos saber cuál es su opinión en relación a este tema. ¿No hay suficientes terrenos aptos a lo largo de la ciudad para llevar a cabo estos complejos habitacionales? ¿Son imprescindibles los terrenos que ocupa esta empresa para el desarrollo urbano de Barquisimeto?
Envíenos su opinión antes del viernes 20 de abril a [email protected] y saldrá publicado el próximo lunes 23 del mismo mes, en la página 2 del cuerpo A, en la Página de los Lectores.
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DESCONFIANZA EN LOS CUERPOS DE SEGURIDAD
Como confiar en los cuerpos de seguridad del estado, si a diario notamos la participación de funcionarios en hechos delictivos: atracos, secuestros, extorsión, corrupción, trafico de drogas, los cuales, en la mayoría de los casos, pasan a formar parte de la impunidad, gracias a la actitud genuflexa de quienes administran y aplican la justicia para complacer ordenes y propuestas indecorosas por parte de este régimen.
Por otra parte vemos como se instalan puntos de control en diferentes vías con el fin de dar seguridad y protección a los ciudadanos pero lamentablemente esto no se cumple y lo que se pone en practica es el “MATRAQUEO” o el “BAJARSE DE LA MULA”, esta acción obviamente conlleva a consecuencias negativas; en primer lugar por esas alcabalas pueden colarse vehículos que presentan irregularidad en cuanto a la legalidad y deterioro mecánico lo cual pone en riesgo a los que abordan el vehiculo y a los usuarios de las diferentes vías (carreteras y calles). En segundo lugar por estos puntos también pueden pasar unidades con cargamentos de drogas y abordados por delincuentes con antecedentes penales y que gozan del beneficio de casa por cárcel (por cierto esto no se cumple).
Esta actitud sin duda se convierte en un factor importante en el incremento de la delincuencia y la inseguridad. La depuración de los cuerpos policiales debe ser el norte a objeto de ofrecer a la ciudadanía una ambiente de seguridad y bienestar.

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