Crónicas de Facundo 15/04/2012

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Maduro, ¿yel Esequibo qué?

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El desborde de vulgaridad lo atraganta al defender los intereses de Cuba. Causa estupor, como lo creo, en los jóvenes oficiales de nuestra Fuerza Armada. ¡Y es que el Canciller Nicolás Maduro, quien no madura, al dirigirse a su comparsa de revolucionarios frente a las puertas de la delegación de la isla caribeña en Caracas, llama «mariconsotes, fascistas» a sus compatriotas¡ Se refiere a la oposición venezolana, que es mayoría, y al candidato presidencial opositor Henrique Capriles.

Pero no se trata, como lo hace creer, de una reivindicación o desagravio legítimo luego de transcurrida una década desde el 11A. Sus arrestos de carretera revelan algo más y de fondo. El pro-cónsul cubano ocupante Miraflores, por enfermo o haciéndose el enfermo y bajo cuidado de los hermanos Castro, no acude a la VI Cumbre de las Américas al descubrirse aislado. No tiene el fuelle político de antes, como para fijarle agenda a los demás gobernantes del Hemisferio. Rumia en soledad su ocaso.Además, en lo particular, Maduro hace méritos ante los cubanos como aspirante a la sucesión. No repara en lo que piensan sus propios conmilitones, suerte de «caja de gatos» como bien describe el maestro Cabrujas a la izquierda marxista.

Desde Cartagena de Indias, pues, aquél arguye, simulando y disimulando la realidad, que Venezuela no regresa a la Cumbre de las Américas sin la presencia de Cuba. Y en comparsa dispara por mampuesto a la OEA su verdadero jefe, Fidel. Y para mostrar que ellos y el enfermo todavía conservan algo de peso en la Cumbre hemisférica, Maduro se monta sobre las espaldas la causa argentina por las Malvinas como si Cristina no fuese capaz de defenderlas por si sola.  Olvida u omite, sin embargo, que mientras se rasga las vestiduras en defensa de lo ajeno y ataca a la Gran Bretaña, su homologa guyanesa, CarolynRodrigues-Birquett, desde la ONU, afirma que su país no reconoce reclamación territorial alguna pendiente con Venezuela. Y ella, ante la omisión culposa o intencional de los interesados, reinterpreta a conveniencia el Acuerdo de Ginebra de 1966.

Dicho tratado, como se sabe, obliga a la solución práctica y mutuamente satisfactoria de la cuestión territorial entre ambas naciones; mas Rodrigues arguye que lo pactado es sólo conversar sobre la legalidad o no del laudo que nos despoja, a los venezolanos, de 156.890 km2 de nuestro territorio. Nada menos.

El inmaduro Maduro, en suma, obvia el daño que nos irrogan los británicos y ahora prorrogan sus ex colonias en el Caribe. Prefiere ocuparse de los asuntos de Cuba y de lo que hacen los británicos en el distante Cono Sur. Llega tarde y lerdo – una vez como se lo reclama la opinión pública – para protestar el pedido guyanés ante la Comisión de Límites de Plataforma Continental de la misma ONU,  que busca ampliar su soberanía marítima a costa de la nuestra.

La cancillería de Maduro oculta la notificación que previamente se le entrega al embajador venezolano en Georgetown sobre la cuestión y nada alega en defensa de los intereses de Venezuela cuando Barbados, Trinidad y Surinam, avanzan a través de mecanismos arbitrales para de nuevo hacer lo que en el pasado nos hacen los británicos: desmontar y tasajear nuestro territorio poco a poco, paso a paso como se desmonta un ferrocarril, viga por viga, rail por rail, sin que nadie se dé cuenta.

Nuestras pérdidas territoriales ocurrendurante el siglo XIX, por distraídos nosotros en los menesteres de la Independencia y la afirmación de la paz interna. Ahora, en nuestras narices, bajo la mirada pasiva de la Fuerza Armada, el inquilino de Miraflores y el irresponsable Maduro apenas moran pendientes de que las naciones caribeñas aplaudan su festín revolucionario y entreguista. Éstas, en contrapartida, nos desnudan sin misericordia, fríamente, británicamente.

Al término providencial o electoral de este penoso desaguisado para la doliente Venezuela – huérfana de un gobierno que vele y cuide por sus intereses soberanos – Maduro ha de encontrar abiertas las puertas de La Habana para protegerse. Allí, no cabe duda, pedirá se le otorgue la nacionalidad que tanto anhela. Y desde Caracas los venezolanos hemos de rumiar su traición de lesa patria y tragarnos, por falta de jueces y Ministerio Público, las palabras del artículo 128 de nuestra legislación penal sustantiva: «Cualquiera que, de acuerdo con una nación extranjera…, conspire contra la integridad del territorio de la patria…, será castigado con la pena de presidio de veinte a treinta años».

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