El desafío de la Universidad venezolana (I)

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En un país signado por la incertidumbre social, la inestabilidad política, el estancamiento productivo y la progresiva tergiversación de valores producto del débil desarrollo intelectual y cultural de la población, la Universidad juega un papel decisivo.

Esta debe ser capaz de crear nuevas matrices de pensamiento y mover hacia la reflexión a través de un trabajo coordinado y en permanente actualización. Es esencialmente crítica, de naturaleza humanística y transmisora de identidad y cultura, valiéndose para ello de herramientas epistemológicas, científicas, tecnológicas y utilizando la autonomía como garantía de librepensamiento. 

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Lograr esto implicaría la reformulación absoluta de la idea y, más adelante, de la praxis de Academia, lo que no puede sino iniciarse en la dinámica misma de la enseñanza con la formación integral de estudiantes y docentes, dotándolos no solo de conocimientos y herramientas teórico-prácticas de la profesión, sino de una sensibilidad social transcendente y de compromiso con la sociedad, su identidad y su patrimonio. Se procuraría con esto la verdadera humanización de la educación, desmontando el paradigma de la maquinización del conocimiento y deteniendo la creciente automatización de oficios desprovistos de pensamiento reflexivo.
Ahora bien, ¿cómo conjugar la retórica con las profundas necesidades que demanda nuestro país? ¿Cómo materializar estas ideas en el plano de lo real?: promoviendo primeramente la articulación del conocimiento con el aparato productivo del país a través de relaciones laborales e investigativas con empresas públicas y privadas, en temas de impacto social, económico, político, artístico y cultural, y propiciando la generación de saberes con aplicación directa, cuantificable, sostenida y eficaz, en la resolución de problemas y situaciones sociales.
Esto involucraría la reformulación del sistema presupuestario y de financiamiento hacia uno de contraprestaciones, intercambios y alianzas estratégicas con empresas del sector productivo que a su vez puedan diseñar programas de inserción laboral, mejora profesional e inclusión social. También resalta la relación de empresarios y docentes en la apertura de programas de capacitación conjunta, donde los primeros puedan fungir como capacitadores y estos, por su parte, como creadores e impulsores de innovaciones, conocimientos, tecnologías, etc.

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