I
Este mismo año, casi en simultaneo, dos magistrados, uno en España y otro en Venezuela, fueron encontrados en falta grave, y desalojados de sus cargos, tras ser conducidos al banquillo de los acusados.
Comparar el arduo proceso seguido a Baltasar Garzón, expulsado tras una deslumbrante carrera judicial, por decisión del Tribunal Supremo español, con la situación por la cual atraviesa, ahora, en nuestro país, Eladio Aponte Aponte, removido del Tribunal Supremo de Justicia, no sólo retrata dos realidades paralelas. Revisar los motivos por los cuales echaron del paraíso judicial a Garzón, allá, y a Aponte Aponte, aquí, pudiera decirnos de qué lado cojean las sociedades española y venezolana. Deducir qué desafíos históricos afrontamos. ¿En qué se parecen estos dos hombres de leyes, que llegaron a la cúspide de la justicia? ¿Qué destapan sus causas?
II
Baltasar Garzón completó 31 fulgurantes años en la administración de justicia, 22 de ellos en la Audiencia Nacional española, como juez instructor. Tildado de ególatra, de ambicionar la espectacularidad, y creerse por encima de la ley, lo cierto es que se convirtió en una celebridad mundial, en una especie de mítico superjuez tras el rastro de causas complejas, y espinosas. A cada paso dejaba una estela de recalcitrantes enemigos, con sobrado poder político y económico.
Garzón abrió, por primera vez, una averiguación sobre los crímenes del franquismo (1939-75), con sus más de 50.000 ejecuciones. 37 años después de la muerte, en su lecho, del general Francisco Franco, está claro que esa herida sigue abierta, y palpitante, en la conciencia de los españoles. Y a sabiendas de eso, Garzón se declaró competente para conocer los casos de violación de derechos humanos durante ese tenebroso capítulo de la vida española. Ordenó la apertura de fosas comunes, para desenterrar un horror mal sepultado. Acusó a Franco, así como a 44 funcionarios de su régimen, ya muertos también. Luego, obviamente, a Garzón le tocaría declarar extinguida la responsabilidad penal de todos esos fantasmas.
Pero, sin duda el mayor golpe de osadía mediática lo asestaría el juez estrella al activar la «jurisdicción universal», a fin de tramitar la captura, en Argentina, de 98 personas involucradas en crímenes durante la dictadura militar (1976-83); y procesar asesinatos y desapariciones de ciudadanos españoles en tiempos de Augusto Pinochet (1973-1990), en Chile. Bajo una orden suya de captura internacional, 15 efectivos del Scotland Yard arrestaron la tarde del 16 de octubre de 1988 al senador Pinochet, 82 años a cuestas, en una clínica de Londres, acusado de genocidio y terrorismo.
El brazo infatigable y largo de Garzón logró que en 2005 se juzgara en Madrid al capitán de corbeta argentino Adolfo Scilingo, por el caso de los «vuelos de la muerte»: los presidiarios, luego de torturados, eran arrojados al mar, vivos, desnudos y bajo los efectos de drogas. En abril de 2005, el represor fue condenado por la Audiencia Nacional española a 640 años de prisión por delitos de lesa humanidad, secuestro y torturas. Dos años más tarde el Tribunal Supremo de España subiría la condena a 1.084 años. La fiscal, menos benévola, reclamaba más de 9.000 años de cárcel.
El historial de Garzón incluye, asimismo, la desactivación de redes enteras del narcotráfico, los procesos seguidos a políticos corruptos y a miembros del grupo terrorista vasco ETA. Urgía pararlo. Sacarlo del juego. Había abierto la caja de Pandora. Muchos, en forma subrepticia o al descubierto, esperaban anhelosos ese momento, la hora nona del inquisidor. Garzón se había anotado un tropel de enemigos en las esferas de la izquierda, al igual que hacían legión los resentidos en la derecha. Sacó del juego político a decenas de figuras del Partido Popular, que convalidaron el pillaje a los fondos públicos. Los viudos del franquismo estaban allí, frotándose las manos. Fascistas, la Falange rediviva que aún niega los crímenes de la Guerra Civil; terroristas, mafias, organizaciones de la ultraderecha, con su colectivo Manos Limpias; todos se concertaron para cortarle la cabeza, en una España que todavía no supera sus traumas, sus prejuicios, sus atávicos sentimientos de vergüenza e impunidad.
Le abrieron tres investigaciones. La primera, y por la cual fue condenado en febrero de 2012, se refiere al caso Gürtel, trama de corrupción, lavado de dinero y asalto descarado al erario nacional, que salpicó al Partido Popular (PP), de nuevo en el Gobierno, como lo estaba cuando el tenaz magistrado decidió hurgar en las interioridades de esa depravación.
Así fue cómo cayó la desgracia sobre Garzón, tachado de «arbitrario», de «totalitario». Se arguyó que había violado la Ley de Amnistía de 1977 y los principios que hicieron posible la transición política de España, mientras, familiares de las víctimas del franquismo rogaban, asqueados, por un «ni olvido ni perdón». Lo inhabilitaron por 11 años. Lo expulsaron de la carrera judicial. Debió pagar las costas del juicio y cubrir así los gastos de los turbios personajes que lo llevaban al patíbulo. Lo condenaron antes de que la justicia le tocara un solo pelo a los pavoneados corruptos del escándalo Gürtel.
III
Eladio Aponte Aponte, en cambio… ¡qué bochorno! ¿Cómo comparar su árida y miserable tragedia con la de Garzón?
Garzón desafió al narcotráfico, a los violadores de los derechos humanos, a los corruptos. Aponte Aponte, coronel retirado, quien dirigió la Coordinación Estadal Antidrogas en Aragua y saltó de la Fiscalía General Militar a la presidencia de la Sala Penal del TSJ, es señalado de haberle entregado en 2004 una credencial, la número 26, que acreditaba como «Asistente del Despacho del Fiscal General Militar» a Walid Makled, culpado por la justicia de Nueva York de despachar, cada mes, diez toneladas de drogas a los Estados Unidos y Europa. En una ocasión habría rellenado con 5,5 toneladas de cocaína un avión DC-9 que, según las autoridades mexicanas, arribó al sur de ese país, el 10 de abril de 2006, habiendo despejado de la rampa 4, ¡la presidencial!, del Aeropuerto Internacional de Maiquetía. ¿Puede hacerse eso sin una complicidad que vaya más allá del pobre personal que reabastece de combustible a las aeronaves, o del que controla las pistas de carreteo?
En su descargo de pruebas ante el Consejo Moral Republicano, nuestro juez en desgracia no negó en ninguno de los 159 folios y 20 anexos, haberle conferido la cuestionada credencial a Makled. Ni la dedicatoria de un libro («para mi entrañable amigo Walid»), sobre los Retos de la Justicia Venezolana Contemporánea. Ni haberlo tenido entre sus invitados a la Apertura del Año Judicial 2006, y en la boda de una hija, en 2007. Sólo objetó una formalidad: que hubiese firmado la decisión en su contra quien no es titular de la Contraloría (Adelina González está encargada, tras la muerte de Clodosbaldo Russián).
Garzón encaró su proceso. Tuvo el respaldo moral de Amnistía Internacional, Human Rights Watch y la Comisión Internacional de Juristas. En la actualidad es asesor del Tribunal Penal Internacional de La Haya. En contraste, Aponte Aponte, proscrito, sin que nadie en el oficialismo se atreva a pronunciar su nombre para bien, huyó, en medio de un silencio nocturnal, con destino incierto (aseguran que negocia con los fiscales federales del Imperio), y los amagos de limpiar su magullada honra se redujeron al delatador trámite burocrático de asomar su jubilación.
En este punto, una precisión debe ser hecha. Aunque Aponte Aponte es pieza emblemática en este enredo, con él no están todos los que son. Makled no amasó su inmensa fortuna ni alcanzó tal suma de poder e influencias, al más alto nivel, gracias a la sola credencial del magistrado. ¿Ese carné bastó para adquirir Aeropostal, completar una flota de más de 400 camiones de transporte, permisos para importar, exportar y distribuir urea; y manejar a su antojo los muelles del puerto de Puerto Cabello y el aeropuerto Arturo Michelena, de Valencia? ¿Dónde queda la confesión de Makled en el sentido de que financió al PSUV con un millón de dólares mensuales; que hizo depósitos a personalidades del Gobierno, como Firaz El Aissami, hermano del ministro del Interior; que altos jerarcas militares apoyaron sus operaciones de narcotráfico; y tenía en su nómina a cinco diputados del PSUV «de ahorita», así como a ministros y generales? ¿Qué quiso decir el general Luis Felipe Acosta Carles cuando lo llamó «mecenas»?
El juicio de Garzón se escenificó en el Salón de Plenos del Tribunal Supremo, el de mayor capacidad del Palacio de Las Salesas, donde cada año se celebra la apertura del Año Judicial, presidida por el Rey. Fue transmitido en directo por Televisión Española, que dio señal institucional a los demás canales. Se habilitó un circuito cerrado para la prensa y por primera vez se instaló wifi en el Tribunal Supremo. ¿Por qué el juicio de Makled no es público, como prometió la fiscalía y lo manda el Código Orgánico Procesal Penal? ¿Será verdad que Makled tuvo la precaución de grabar a todos sus compinches?
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Repiques
En su demoledora carta, monseñor Eduardo Herrera Riera, Obispo emérito de Carora, al advertirle al presidente Hugo Chávez: «Usted ha cometido muchas y muy graves injusticias», cita entre ellas el caso de la jueza María Lourdes Afiuni. Esta carta fue un moralizador aldabonazo en la adormecida conciencia del país
Barack Obama gana, como presidente de los Estados Unidos, 33.394 dólares mensuales. La canciller alemana, Ángela Merkel, 18.333 euros mensuales (26.411 dólares). El francés Nicolás Sarkozy, 21.133 euros al mes (30.445 dólares). El presidente de Bolivia, Evo Morales, 2.008 dólares mensuales. El ecuatoriano Rafael Correa, 6.194 dólares. Si se establece la comparación, la presidenta argentina, Cristina Fernández, tiene un salario modesto: unos 20.259 pesos mensuales (4.836 dólares). Sin embargo, según documento entregado a la Oficina Anticorrupción de ese país, su patrimonio creció 27%, hasta los 11 millones de euros, en 2010. ¿Cómo hará?
Leído en Twitter
@cesaryanez1602: «¿En qué se parece Diosdado a la sábila?: En que mientras más lo investigan más propiedades le consiguen»
@6toPoderweb: «¿Sabías que tomar vitaminas por la mañana puede matarte lentamente?»
@iFrasesGeniales: «A mí no me digas que me extrañas, a mí dime a qué hora nos vemos».
@6toPoderweb: 160.000 empresas dejaron México en 2011 por la violencia
¿Lo sabía? Socerafobia es el miedo patológico a los suegros. Penterafobia es el miedo sólo a la suegra
Adivinanza: ¿Qué le hizo la Polar a un bipolar?
En estos días iba en mi carro por la avenida Los Leones, detrás de dos motorizados de la Policía Municipal de Iribarren. Uno de ellos irrespetó el semáforo, cerca del Centro Comercial París y le hacía señas al otro para que lo imitara, sin lograrlo.
Los alcancé en el siguiente semáforo, bajé el vidrio y le dije al uniformado infractor:
-¡Se tragó la luz!
-La luz no se traga -me respondió, cínico.
-Violó la señal -insistí.
-Ah, sí -dijo, sin inmutarse.
-Aun así multa a quienes hacen lo mismo -alcancé a advertirle, cuando estaba a punto de cruzar, y desaparecer de la escena.
-Vaya y denúncieme donde usted quiera -me gritó. Su moto tenía el número 173
José Saramago define así al hijo: «Es un ser que Dios nos prestó para hacer un curso intensivo de cómo amar a alguien más que a nosotros mismos, de cómo cambiar nuestros peores defectos para darles los mejores ejemplos y de nosotros aprender a tener coraje»
Recomiendo ampliamente una película: J. Edgar. Dirigida por Clint Eastwood, la cinta es protagonizada en forma admirable por Leonardo DiCaprio. Trata sobre la oscura vida personal de J. Edgar Hoover, el fundador del FBI.
También recomiendo un libro, que debería ser lectura obligatoria de todos los estudiantes de secundaria: Historia de la belleza, de Umberto Eco.
Estoy seguro de que no les quedaré mal.
