Parece que un milagro acaba de ocurrir en Cuba, a días después de la visita de Benedicto XVI, un milagro que obviamente debe ser confirmado por la Iglesia. Se trata de la reparación de un acto de injusticia del régimen castrista al médico Jeovany Jiménez, quien tenía más de tres semanas en huelga de hambre reclamando que le anularan la inhabilitación que le impusieron en el 2006 cuando lo suspendieron del sueldo y del derecho al trabajo por haber liderado a un grupo de profesionales de la medicina en reclamo por el bajo aumento de sueldo que habían recibido entonces, apenas 48 pesos, unos 2 dólares. También fue separado del partido comunista, lo que en Cuba significa caer a la condición de paria social.
A lo largo de esos años el Dr. Jiménez había intentado resolver su situación enviando unas 20 cartas a las distintas instancias que pudieran resolver su caso, pero no recibió respuesta alguna hasta que el 5 de marzo pasado se decidió a utilizar el último recurso de los desesperados: la huelga de hambre indefinida, hasta las últimas consecuencias. En el uso de esta arma solo hay tres opciones: levantar la huelga sin haber logrado el objetivo, levantarla solo al lograrlo o morir en el intento, como le ocurrió a Franklin Brito.
El milagro ocurrió el 1ro. de abril, cuando al Dr. Jiménez le entregaron una resolución restituyéndolo en el trabajo y hasta le prometieron el reintegro de los salarios caídos. ¿Milagro de Benedicto XVI? Puede ser, pero también ayudó mucho esa arma política del siglo 21 que es la internet que hizo visible tanto para los cubanos como al resto del mundo la primera huelga laboral exitosa en la Cuba socialista, huelga efectuada por un solo hombre dispuesto a arriesgar su vida y su salud en contra de un castigo totalmente desproporcionado. Algo que, con frecuencia, también ocurre aquí, solo que aquí se utilizan otros métodos, como el retardo procesal indefinido, el cambio y rotación de jueces que llevan a la reposición del juicio al punto del inicio y las simples sentencias sin ningún contenido legal, de ética y justicia, como le ha ocurrido a la juez Afiuni y a otros.
Por si acaso algún fiscal quiere acusarme de difundir información falsa y de alarmar a la población, la noticia la tomé de www.desdecuba.com/generaciony, sitio donde los opositores cubanos comentan lo que va ocurriendo. El sitio tiene varios links que llevan a múltiples blogs que, entre otras cosas, muestran la capacidad de esos ciudadanos de sobreponerse a su miedo y eludir las trabas que las autoridades les ponen para evitar su tarea, trabas que van desde el control de contenidos en Internet, dificultades para poseer computadores y los mecanismos más tradicionales: palizas suministradas por la policía y por turbas progubernamentales -de estas ya las conocemos aquí-, encarcelamientos, perdida del derecho trabajo, acoso a la familia, prohibición de salir del país, vejaciones, etc.
De todos modos hay que reconocer que en Cuba las cosas están cambiando. Las autoridades cubanas quieren restarle a la pesada burocracia un millón de empleados públicos, a los están despidiendo permitiéndoles que abran pequeños negocios privados, que produzcan y ofrezcan sus productos en un capitalismo de baja intensidad, prácticamente artesanal. Como era de esperarse, las autoridades dicen que se no trata de un retorno al capitalismo sino de lo que ellos llaman un «cuentapropismo», algo muy limitado, que aun no dispone de fuentes de créditos, con dificultades para comprar maquinas y herramientas no artesanales, con limitada capacidad para emplear mano de obra, sin medios publicitarios e impuestos muy altos. Pero ya es evidente que el sector privado está haciendo posible que el mercado no regulado provea de muchas cosas que no se consiguen en el mercado controlado.