La Historia de magnicidios, frustrados e inventados, en Venezuela es larga, y a veces se les califica decenas de años después como muertes magnicidas, que no lo fueron, como la de Bolívar, inventada por este gobierno.
El único atentado real en estos últimos tiempos ha sido contra Rómulo Betancourt en el Paseo Los Próceros, como también en el que se trató de matarlo en la Habana con una inyección. Donde si hubo presos, juicios y condena, y otro fue en el frustrado golpe de Estado de Chávez, a Carlos Andrés Pérez, a quien querían matar.
El asesino, Fidel Castro, puso de moda los supuestos magnicidios, que le servían para lograr popularidad, por la compasión con él. En el Hemiciclo del Congreso Nacional, en el marco de la Asamblea Nacional Constituyente, Fidel pronunció un discurso en el que contó que a él le habían hecho 600 atentados, lo cual daba un atentado cada mes y medio, sin que Fidel haya perdido ni uña, o un pelo. ¡Que chimbos son esos americanos! Después, se dijo que Fidel le recomendó a Chávez que cada vez que quisiera aumentar o mantener su popularidad, lo mejor era «victimizarse», apareciendo como amenazado de muerte, ya sea por fuerzas ocultas personificadas, sin pruebas reales, por personas y países a los que quisiera atacar, o desprestigiar, y situaciones de salud con las cuales se busca solidaridad y apoyo, para lo cual tiene mis oraciones.
Hay otro reglón nuevo que es el de anunciar que al candidato de la oposición lo quieren matar sus propios seguidores, como ya lo hizo cuando Rosales era candidato, cuyas prueba ofreció y nunca mostró. Y ahora lo repite con Capriles, cuando dice que los opositores de Chávez lo quieren matar. Estamos de nuevo con el mismo cuento. Como se diría antes «buche y pluma no más».