Venezuela es un caso único en el mundo.
Cuando señalamos único es porque es así, ningún país en todo el globo terráqueo tiene unas condiciones tan ideales para desarrollarse plena e integralmente como nosotros.
Fíjense: Hace unos días Japón conmemoró el primer aniversario de su terremoto y posterior tsunami, que devastaron al país.
A un año de lo ocurrido pareciese que allí no pasó nada: la vialidad, la infraestructura habitacional, los servicios públicos hoy están absolutamente reconstruidos. Solamente reconocieron con vergüenza que aún quedan 600 familias en condiciones de damnificados.
Japón es un país donde la naturaleza se ensañó, su tierra es primariamente fértil solo para el cultivo de arroz; así mismo, los terremotos y tsunamis son altamente frecuentes. Sin embargo, la disciplina, la educación, la mesura dirigida hacia la formación integral del ciudadano han hecho de esa nación una potencia mundial en tecnología, en producción industrial, con un altísimo nivel de de vida.
En Venezuela, con riquezas minerales prácticamente inagotables, tierras fértiles en abundancia y con bellezas naturales óptimas para el turismo, aún quedan miles de familias damnificadas de la tragedia de Vargas del ’99, así mismo, Vargas aún exhibe rastros de lo que ocurrió aquel diciembre, no ha podido desarrollar lo que sería una industria turística exitosa que promediara a sus habitantes excelente calidad de vida. ¿Por qué ocurre eso? El venezolano históricamente está acostumbrado a depender de la mano del Estado, y el Estado a través de los Gobiernos está acostumbrado a hilvanar este tipo de relación, a fin de extraer provecho electoral, así de sencillo. Repetitivo y tedioso es volver a traer el caso de Lula en Brasil, su concepción de Estado es aquel donde los ciudadanos dependan en menor medida del Gobierno, puesto que es la única manera de alcanzar desarrollo, productividad, empleo, es decir, calidad de vida.
Basta dar un vistazo por el mundo y comprender que los países que exhiben numerosos ciudadanos dependientes de ayudas públicas permanentes son pobres, y sus beneficiarios condenados a la pobreza. Las políticas sociales deben ser para solidarizarse con aquellos socialmente marginados, pero lo más importante es diseñar políticas que fomenten el desarrollo de habilidades y destrezas proveniente del seno de la sociedad, que incluyan a estas personas o familias objeto de políticas sociales, a fin que puedan abandonar la pobreza y no vivan esclavizados a una «ayuda» pública.
@leandrotango