Pedro Carmona Estanga ha permanecido en el exilio durante diez años lejos de Venezuela y se encuentra en un país que lo ha acogido como un ciudadano más, Colombia. En este día expresa sus opiniones de los hechos sucedidos el 11A
¿Cómo ve a Venezuela a 10 años de los hechos del 11 de abril de 2002?
– «En uno de los momentos más oscuros de su historia. Con una sociedad fracturada y un país empujado a un modelo castro – comunista que buena parte de la población no comparte. Con Instituciones destruidas, una economía en bancarrota, además de una política internacional que responde a intereses ajenos. Veo un país armado y una delincuencia fuera de control. Con su economía endeudada, hipotecada e intervenida por el Estado. Venezuela vive un innecesario gasto en armamento, a la par de un aparato productivo en ruinas, con variables macroeconómicas desarticuladas. Su infraestructura está en una evidente decadencia. En fin, un país abatido, con un gran éxodo de talento humano, sin vigencia alguna de reglas de juego ni respeto al Estado de Derecho. El país debería estar a la vanguardia de América Latina, y en todos los indicadores se encuentra a la zaga, junto a los más atrasados países del África subsahariana».
¿Tuvo contacto con el presidente Hugo Chávez el 11A?
– «A Chávez le tendí puentes de oro al diálogo cuando fui electo Presidente de Fedecámaras en julio de 2001 y me esmeré genuinamente en persuadirlo de que era necesario para los intereses nacionales y para su propio gobierno. Pero llegué al lamentable convencimiento de que Chávez sólo quería imponer un modelo revolucionario, y que los revolucionarios no dialogan sino que imponen. Ello llevó al fracaso de los 100 días de conversaciones que sostuvimos entre agosto y noviembre de 2001 por mi iniciativa, tras la imposición de los 48 Decretos-Leyes mediante Ley Habilitante. El 11 A, los únicos que tuvieron contacto con Chávez fueron sus colegas militares, y al final, sólo dos testigos civiles: Monseñores Baltasar Porras y Azuaje. El primero de los cuales había sido llamado para garantizar la integridad del Presidente».
El 11 A se movilizó cerca de un millón de personas en la ciudad de Caracas en la marcha más grande que haya conocido el país.
¿Qué opinión tiene acerca de que al día siguiente, cuando usted se encontraba en Miraflores, no hubiese una cantidad de gente similar en las calles?
– «El país estaba en expectativa y se encontraba aún conmocionado con la masacre de Puente Llaguno por parte de fuerzas afectas al oficialismo. No tenía por qué haber una marcha similar a la del día anterior, ni habría sido explicable que así fuera. Lo cierto fue que no hubo presos ni en el alto mando militar renunciante, ni en altos voceros de los Poderes Públicos. Algunos dirigentes políticos chavistas exhortaron a los círculos bolivarianos a protestar, lo cual ocurrió aisladamente. No es cierto que haya sido por una manifestación popular lo que haya determinado el retorno de Chávez al poder. Se trató de una crisis política y militar que no permitió la consolidación de la provisionalidad, y que motivó mi renuncia a la encomienda que me había sido formulada de establecer un efímero gobierno, para llamar al pueblo a elecciones limpias que relegitimaran los poderes públicos, que en ese entonces ya se encontraban conculcados en su legitimidad e independencia».
¿Existía un plan de gobierno?
– «No había un plan de gobierno como tal, pues no existió una acción premeditada, y el gobierno provisional surgía de una crisis. El propósito definido de la transición era el de llamar a elecciones en 90 días para elegir un nuevo Parlamento, que tuviera a su cargo la relegitimación de los poderes, y en 180 días la realización de una elección presidencial sin que yo pudiera ser candidato. Todo ello bajo la supervisión de la OEA, para que ésta fuere garante del pleno restablecimiento del orden constitucional en el país. El nuevo Poder Legislativo tendría la posibilidad de considerar cuatro eventuales enmiendas a la Constitución de 1999: a) El regreso de los militares a sus cuarteles sin un papel deliberante ni beligerante; b) Doble vuelta electoral para la elección presidencial; c) Una sola reelección de Presidente de la República, con períodos de cuatro años; y d) La restitución del nombre de la República de Venezuela».
¿Qué opina sobre la posición que adoptaron los países de mayor cercanía a Venezuela?
– «La mayoría de los países dieron como un hecho cierto que se había producido una crisis que había motivado una acefalía y vacío en el Poder Ejecutivo en Venezuela. Consideraban fundamental que se asegurara la normalización constitucional en el país en corto plazo. Ello estaba garantizado con el más firme compromiso ante la comunidad internacional de celebrar rápidas elecciones. De hecho, el día 13 de abril, no sólo notifiqué a la OEA la invocatoria de la Carta Democrática Interamericana, sino que solicité el envío inmediato de una misión integrada por el Secretario General de la OEA y por el Presidente del Consejo Permanente del organismo, para que se hicieran presente en Venezuela y se iniciara el proceso de transición teniendo a la OEA como institución garante».
¿Cómo califica la actuación de los militares en esos días de abril de 2002?
– «Así como hubo militares valientes y con determinación, algunos vacilaron y mostraron debilidades que en nada ayudaron al difícil momento que se vivía. Hubo también divisiones iniciales en el Ejército y no pocas aspiraciones presentes. Ello llevó a que se perdiera un tiempo valioso en la conformación de un alto mando de unidad, cosa que se logró tardíamente el 13 de abril después del mediodía. El factor que más contribuyó a complicar la situación, fue la decisión en las primeras horas, antes de que yo recibiera la encomienda de parte de un segmento importante del estamento castrense, de que Chávez no debía salir a Cuba como estuvo dispuesto, pues debía ser juzgado. Ello determinó su permanencia en el país bajo custodia de la FA. A las pocas horas, Chávez negaba la renuncia en un fax que logró transmitir desde la Base Naval de Turiamo, lo cual contribuyó a un reflujo de fuerzas en cuadros medios que deseaban ver su renuncia escrita. Situación que también ocurrió en el grupo que comandó el General Raúl Isaías Baduel, factor determinante en la parte final de la crisis».
¿A qué se ha dedicado luego de su salida del país?
– «Desde mi llegada a Colombia, he estado dedicado a actividades académicas y al estudio. Esto me ha llenado y enriquecido intelectualmente, y me ha permitido vivir desde la perspectiva de la juventud colombiana, la realidad de un país que pese a sus problemas, progresa sin pausa. Terminé con éxito una Maestría en Educación, y un Doctorado en Economía, los cuales me tomaron casi ocho años de los diez de exilio. No paro de estudiar. El proceso educativo de una persona debe ser desde el nacimiento hasta la muerte. De resto, estoy dedicado a la lectura, y a compartir más con mi esposa, inseparable compañera de camino, en las buenas y en las malas».
¿Ha sentido persecución en estos años?
– «Desde luego que he sufrido ofensas, amenazas públicas del régimen, satanización por parte de mis adversarios, e incomprensiones o inconsecuencias en otros. Ello es propio de la condición humana. La victoria tiene muchos amigos, la derrota es huérfana, decía Bonaparte. Un pensamiento anónimo afirma: «La prosperidad hace amistades, la adversidad las prueba». Con todo, creo que basta con que haya un buen amigo, o un hombre justo en la tierra para decir: vale la pena vivir. La adversidad fortalece y tiempla el carácter del ser humano. No puedo decir que haya recibido amenazas de muerte, sino malintencionadas expresiones de deseos de muerte de algunas mentes fanatizadas del chavismo. Sólo Dios es dueño de la vida».
¿Ha sido contactado por la prensa venezolana?
«En ocasiones sí, pero hay que comprender que en las circunstancias actuales de limitaciones a la libertad de expresión en Venezuela, muchos se sienten cohibidos de solicitar mis opiniones, cosa que en el fondo agradezco, pues he optado por una política de bajo perfil ante los medios. En Colombia jamás he dado una declaración pública, no porque no pueda, sino porque prefiero que el tiempo permita cicatrizar heridas, y porque no deseo causar problemas al país que me brinda humanitario asilo. No podría afirmar tampoco que los medios en Venezuela se hayan portado bien conmigo».
Si pudiera retroceder el tiempo, ¿qué cambiaría?
– «Si tuviéramos el don de retroceder el tiempo, haríamos muchas cosas diferentes en la vida. Con respecto a abril del 2002, no confiaría en ofertas de apoyo sin realidades en la mano, ni asumiría unipersonalmente una responsabilidad de tal magnitud ante una crisis de tan profundas proporciones. Después vienen las duras experiencias del lavatorio de manos, del yo no fui, de las críticas y de la construcción del chivo expiatorio. No me arrepiento de no haber sido timorato o cobarde».
¿Tiene planificado regresar a Venezuela?
– «Venezuela requerirá en el futuro el concurso de todos sus hijos dispersos por el mundo para su reconstrucción, tras tan dura y nefasta experiencia. No aspiro a nada, pues es el tiempo actual el de las nuevas generaciones. En mi patria están mis raíces de siglos, mis recuerdos, mis vivencias, y mi compromiso. Espero que Dios me dé vida para ver un cambio en la sufrida patria, y que los venezolanos podamos reencontrarnos un día y abrazarnos en reconciliación como hermanos, en el suelo patrio que nos ha sido arrebatado».