Hace diez años los venezolanos, entre el 11 y el 13 de abril de 2002, conocieron que la primera década del siglo XXI, al igual que la última del siglo anterior, estaría marcada por la inestabilidad política de un golpe de Estado centrado en la persona de Hugo Chávez. En esta oportunidad, la pugna entre los trabajadores y los empresarios contra el Gobierno nacional, llegó al paroxismo con una huelga indefinida que amenazaba con perjudicar la actividad económica y derivó en la salida forzada del actual presidente de la República por unas horas.
Aunque el 10 de diciembre de 2001 se realizó la primera paralización de actividades, los hechos de abril de 2002 iniciaron el día 7 con el despido de siete gerentes de Petróleos de Venezuela S.A., anunciado en cadena nacional por el presidente Chávez. La medida encendió los ánimos en la Central de Trabajadores de Venezuela (CTV), liderada por Carlos Ortega, quien convocó a una nueva paralización nacional a los fines de rechazar la política del chavismo, expresada con la promulgación de 49 nuevas leyes con impacto en la economía y la educación, a través de la Habilitante concedida al mandatario por la mayoría a su favor en la Asamblea Nacional. Luego Fedecámaras se unió al paro.
El 9 de abril, gran parte de la industria y los servicios se paralizaron y aunque hubo manifestaciones por parte de los organizadores de la huelga general, lo que marcó la diferencia en esa jornada fue la “rebelión” de los medios de comunicación ante las constantes cadenas ordenadas por el Gobierno. En la transmisión se intercalaron textos que denunciaban el uso abusivo” de ese derecho del Estado y se “dividió la pantalla” entre la imagen del primer mandatario nacional y las manifestaciones de ese día.
El éxito de la convocatoria, además de la actitud hostil que habría mostrado el Gobierno a las manifestaciones, llevaron a la CTV a convertir el conflicto en una huelga general indefinida. En la tarde del 11 de abril se tenía acordado que la multitudinaria concentración se realizara frente a las oficinas de Pdvsa Chuao, pero al calor de la protesta se resolvió conducir a los manifestantes hacia el Palacio de Miraflores, y exigir directamente al presidente Chávez su renuncia al poder.
Sin embargo, estos fueron recibidos por adeptos al chavismo, quienes esperaron a los opositores en las inmediaciones del puede Llaguno, donde se produjo un enfrentamiento con armas de fuego, que sembró el pánico en la zona. El rechazo de los militares a activar el Plan Ávila, para dispersar a los manifestantes, habría derivado en una confusa situación que terminó en una rebelión por parte del alto mando militar y la exigencia de la renuncia de Hugo Chávez, la cual fue extendida por el mandatario al inspector general de la Fuerza Armada Nacional, Lucas Rincón, y al alto mando oficial luego de un largo proceso de negociaciones durante esa noche.
Ante la salida del presidente, quien habría sido trasladado a La Orchila, se conformó un gobierno de facto. Se nombró como presidente a Pedro Carmona Estanga, también presidente de Fedecámaras, quien, a través de un infortunado decreto, promulgó una serie de medidas, entre las cuales se encontraba la disolución de los Poderes Públicos, acción que no fue bien acogida por gran parte de los venezolanos.
Las protestas no se hicieron esperar y un grupo de militantes aún leales al presidente Chávez comenzó una serie de acciones que llevaron, en última instancia, a su regreso al poder el 13 de abril.