Alguien me preguntó una vez. ¿Uds. odian la política?. Por supuesto que no, le contesté. La política es la dinámica social en medio de la cual se mueve la vida del hombre en cualquier país del mundo. Esta, necesariamente actúa sobre todos los ciudadanos y en ella se fundamentan los cambios que se producen en la sociedad. Odiarla, repudiarla y tratar de execrarla de nuestras vidas, sería absurdo. Además, el Señor Jesús desarrolló su Evangelio en medio de ella. Pero no siempre fue así. Cuando Dios escoge un pueblo para que sea garante de los principios de la Salvación del hombre. Para que presente a la humanidad el carácter de un Dios completamente distinto a los que adoraban el resto de las naciones. Un Dios de amor inconmensurable, pero justo. Lo saca de la esclavitud en Egipto y lo prepara para que lo represente en la historia. Lo hace, con la esperanza que sea distinto, dándole eso: La Gran Comisión. Ese es el pueblo hebreo, israelita o judío. Entonces, lo instruye para que sea gobernado por jueces y no por políticos comunes. Llámense reyes o monarcas. Tal cual como los pueblos que le circundaban. Eso lo registra la historia universal. Que la Biblia lo narra con lujos de detalles en un marco teológico, es otra cosa.
Los historiadores podrán concluir lo que quieren respecto a esta época de la humanidad. Pero así lo estableció el mismo Dios para el pueblo escogido. Y nos basamos en la única regla de fe para el cristiano. Las Sagradas Escrituras. «Nombrarás jueces y oficiales en todas tus tribus, en cada ciudad que el Eterno tu Dios te dé; y ellos juzgarán al pueblo con toda justicia.»No tuerzas el juicio, no hagas acepción de personas, ni admitas soborno; porque el soborno ciega los ojos de los sabios y pervierte la causa de los inocentes.»Busca sólo la justicia para que vivas y heredes la tierra que el Eterno tu Dios te da. Deut. 16:18-20. Este era el ideal de Dios para su pueblo. El que le representaría en la historia. Pero fallaron. Se rebelaron contra Dios. Frustraron el anhelo de un Dios que los amó y nos ama más allá de su propia vida. Y Dios, los destituyó de ese privilegio. Ahora, la Gran Comisión la tenemos los cristianos.
La historia universal por su parte, registra la existencia de los Jueces así. «Por su origen, su carácter y su condición social, estos caudillos y libertadores difieren considerablemente unos de otros. Pero tienen un rasgo común: todos actúan bajo el impulso del «espíritu». El espíritu del Señor se manifiesta siempre como una fuerza divina, que irrumpe súbitamente, se posesiona de ellos y los mueve a realizar proezas que están por encima de sus capacidades naturales».
Luego, llegó el tiempo, cuando ese pueblo, subyugado por el pecado y la exaltación de su propio yo, exigió no ser gobernado por Jueces, sino por un rey. Por un político. Samuel percibe los inconvenientes de la monarquía, pero los israelitas quieren ser como los demás pueblos. El profeta escucha la palabra de Dios y unge a Saúl como rey de Israel, diciendo: «Tú regirás al pueblo del Señor y le librarás de la mano de los enemigos que le rodean.» Todo cristiano, estudioso de Las Sagradas Escrituras, sabe la debacle que trajo el surgimiento del primer rey de Israel y el establecimiento de la monarquía. Este rey, que era el ungido de Dios, terminó suicidándose. ¿Qué les parece?.
No aborrecemos la política y mucho menos a los políticos. Tenemos allí grandes amigos y familiares. Y como cristianos estaríamos alejados del amor de Dios si pensáramos así. Lo que planteamos, es que como portadores del mensaje de Salvación y Vida eterna no es prudente practicar la política partidista. No conviene a la predicación del Evangelio Eterno la identificación política e ideológica, por cuanto entorpece la difusión del Mensaje. Un buen cristiano, si quiere, puede participar de Juntas de Vecinos, Consejos Comunales o cualquier institución comunitaria, y votar por quien le parezca. Lo que no debe hacer, es predicar tendencias políticas. Trabajar públicamente para tumbar o poner gobernantes. Si no, predicar de Cristo y el plan de Salvación para la humanidad. Y sus actos, su testimonio, son vitales, por cuanto para ello fuimos llamados. Nada está por encima del esfuerzo que hagamos en amonestar a los hombres para que se arrepientan de sus pecados y reciban a Jesús como su Salvador personal.
Si Jesús y sus discípulos se hubiesen dedicados a predicar en contra o a favor del régimen imperial y a la vez, predicar acerca de la Salvación ¿qué hubiese pasado con la predicación del evangelio?¿Dónde estuviera la esperanza de Salvación que tenemos ahora?. Es la mismísima amonestación para el cristiano y sobre todo para el líder hoy, a quien se la ha dado LA GRAN COMISIÓN. !Hasta el martes, Dios mediante!.
«La Biblia es la revelación más pura de que Dios existe» Emmanuel Kant, famoso filósofo alemán-
