Ofrezco disculpas por utilizar, en el título de este artículo, la jerga militar. Aunque no es de mi agrado, pero en cierto modo me ubico, lamentablemente, en el contexto militarista que estamos viviendo. Nuevamente ofrezco disculpas. Sí, el 12 de febrero ha sido como la conquista de una colina en pleno escenario bélico y de aquí en adelante hacia la toma del Cuartel General del adversario, léase la conquista del poder, por vía electoral, para ganar la gran batalla final y rescatar la democracia, la libertad y, sobre todo, la dignidad y la soberanía de un pueblo subyugado por malos hijos de la patria.
Ya tenemos un líder, Henrique Capriles Radonski, que comandará los ejércitos vencedores de la democracia, lo acompañaremos unidos como un solo hombre y estaremos alrededor de quien ha sido investido, por la voluntad popular, con la potestad de enarbolar las banderas del triunfo democrático, porque somos libres y dignos y queremos vivir en democracia.
La gran batalla que se aproxima el siete de octubre de este año no es fácil. Pero sabiendo que vamos unidos, eso nos hace fuerte e invencibles, y lo sabe el adversario, de ahí su nerviosismo que no lo disimula en las reaparecidas cadenas, donde no oculta el miedo.
Consciente estamos que también es fuerte y sobre todo peligroso por lo deshonesto de sus actos y la carencia de moral para una contienda limpia. Nuestro abanderado, ahora con el respaldo de los cinco ex precandidatos y cada uno de ellos representando un amplísimo sector del país no tiene posibilidades objetivas de perder.
El presidente Chávez esta como toro viejo en plaza, con picadores novatos, ya sintió la vara, léase rechazo del pueblo al que le ha mentido y llenado de promesas incumplidas por más de 13 años, pero el venezolano no puede pensar que estas son una elecciones cualquiera, nos estamos jugando el destino de la patria de nuestros hijos y nietos. O rescatamos la democracia o dejamos que se consolide el comunismo. Y Venezuela sería otra gran cárcel parecida a la sufrida Cuba.
Este momento histórico que vivimos es irrepetible es algo así como un 19 de abril de 1810, la antesala de un 5 de julio de 1811. No debemos despreciarlo, el destino nos llama a ser protagonista para hacer historia el venidero 7 de octubre. La suerte de nuestra patria está en nuestras manos. O seguimos siendo libres como lo quiso Bolívar o nos dejamos colonizar por ideologías desfasadas y ajenas a la idiosincrasia del venezolano.
No es hora de miedos, es hora de echárselo al hombro y decir basta de tanta incapacidad, de tantas promesas incumplidas, de la bota extranjera mancillando la dignidad de nuestros uniformados. Basta de leyes que convierten en «sapos cantarines» a modestos y humildes ciudadanos que, por necesidad y hambre tienen que pisotear su dignidad. Basta de incapaces y traidores dirigiendo los destinos de nuestra patria.