RUTINA DE GUERRA

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 El martes 27 de Marzo poco antes de las cinco de la tarde fui a buscar a Maximiliano Pérez para asistir juntos al Foro sobre PDUL que se realizaría en ELIMPULSO, organizado por la Red de Instituciones larenses, yo era el moderador y quería llegar con la antelación necesaria para coordinar con Edgar Álvarez, promotor del Foro, todo lo relativo a los detalles finales del protocolo.

Me estacioné frente a la casa de Max (diminutivo afectuoso con el cual lo rebautizó Beatriz García de Lozada) y lo aguardé varios minutos mientras se acicalaba, su esposa Nancy salió a la acera y le conté que pocos días atrás tuve un contacto lamentable con una banda de atracadores armados que estacionaron su carro frente al portón de mi garaje mientras sus compinches incursionaban en la casa de mi vecino Elkin Arcila. Con el corneteo abortaron su fechoría no obstante durante su escape se toparon con Elkin y su esposa, los amenazaron con pistolas para luego violentar en segundos varias cerraduras y escaparse raudamente en el mismo vehículo que estacionaron en las afueras de la urbanización.

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-«Eso no es nada, relata Nancy, hace poco, estando yo sola dentro de mi casa mataron un hombre aquí mismo en el jardín de la casa. Era un ladrón que venía del conjunto Las Guacamayas y brincando cercas y paredes se escondió detrás de unas bombonas. De los edificios lo vieron y llamaron a la policía, de pronto siento que arriba en mi techo se produce mucho ruido, salgo a ver y me encuentro con un enjambre de policías arriba de la casa. Me dijeron que me tirara al suelo y no me moviera, yo me metí en un closet y cuando salí, luego de la plomazón, porque el ladrón estaba armado y disparó primero, vi cómo la policía se llevaba el cadáver del ladrón.»

Montado en el asiento de pasajero y rumbo a EL IMPULSO le repito a Max el relato de los rufianes armados que me topé frente a mi casa y él por su parte me dice que en su finca de café hacía pocos días se habían metido unos ladrones armados y que atemorizado su encargado le manifestó que se buscara otro porque tenía miedo de perder la vida o que su familia fuera víctima de algún desalmado, porque robaron una vez pero vuelven porque quedan cebados, le comentó el encargado.

Absortos en el tema de la seguridad ni siquiera tocamos lo del Foro sobre el PDUL titulado En Defensa de la Ciudad y cuyos panelistas eran los arquitectos Ángel García, Carlos Pacheco y Wilmer González. Tomamos la Ribereña y cruzamos en la prolongación que conduce hacia la Intercomunal, aproximadamente a doscientos metros del Modulo de Seguridad Policial ubicado a la entrada de varias urbanizaciones, entre ellas Camino de la Mendera, siento que voy muy lento, a unos setenta kilómetros por hora y acelero la velocidad, precisamente en ese instante oímos un estruendo y un reguero de vidrios rotos. Max se encoge en el asiento y grita: «Qué vai… es esta». Yo miro hacia atrás, sin reducir la marcha y al ver el vidrio de la puerta trasera roto le digo que nos tiraron una piedra.»Que piedra, eso fue con una escopeta» me responde. No le creí pero guardé silencio y él se puso a llamar por una línea directa al 171 para denunciar lo que calificó de atentado, habló con una autoridad de alto nivel y este le respondió: «Eso pasa a cada rato por ese sector». Max, molesto, le dice: «Pero nos acaba de pasar hace apenas unos cinco minutos, manden a peinar la zona.»

Llegamos a EL IMPULSO y al abrir la puerta, contraria a la del vidrio roto, caen al piso un montón de vidrios que con el impacto se habían acumulado de ese lado. Subí al tercer piso para conectarme con el ambiente del Foro mientras que Max pasaba el susto haciendo la denuncia ante los colegas que fueron a cubrir el evento sobre el PDUL.

Al día siguiente un colega que en su juventud fue policía de inteligencia se trasladó a mi casa junto a un experto en criminalística y le practicaron al carro una experticia, concluyendo ambos que efectivamente fue un disparo, pero no de escopeta sino de rifle, pistola o revólver, con una bala 22 0 38 y que el disparo fue hecho con la intención de darle a Max en la cabeza y que no acertaron porque en ese momento yo aceleré la velocidad. La fórmula criminal era obvia y despiadada, matan o hieren de gravedad al pasajero, eso obliga al conductor a detenerse y en ese momento aparecen los criminales para robarse el carro, quitarle las pertenencias a las víctimas y luego dejar al muerto o herido junto al chofer al lado de la avenida.

Estos relatos se repiten y repiten donde uno vaya, al sitio que sea y en todos los ambientes. Roban dentro de los bancos, violan a mujeres dentro de busetas, alguien llega a su casa y se encuentra con hombres armados en su interior. A quienes andamos a baja velocidad por las avenidas nos cazan como a conejos. Esa es la rutina de los barquisimetanos, esa es la rutina de los venezolanos, una rutina de guerra, una rutina de violencia e impunidad.

La única protección que nos queda es Dios, gracias a él mi esposa y yo sincronizamos nuestra llegada segundos antes que nuestros vecinos y se evitó un mal mayor, gracias a su protección acelere la velocidad al mismo tiempo del disparo y no le dieron un tiro por la cabeza a Max. Si no creen no importa, pero con Dios Viviremos y Venceremos.

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