(Parte I)
«Un libro abierto es un cerebro que habla, cerrado un amigo que espera, olvidado un alma que perdona, destruido un corazón que llora» (Jorge Luis Borges)
Es grande y talentoso aquel que lo es por naturaleza, que solo él destaca y nos lo recuerda solo a él cuando leemos. El libro es el mundo del autor, su lira, su amor, su historia, aprendizajes y experiencias de vida. Unos con sus gotas de sabiduría aumentan el caudal de la fuente, otros van allí a saciar su sed de saber. Ir a los libros es ir directamente al tesoro y disfrutarlo. Las enciclopedias son de obligada consulta, nos enseñan nuevas cosas y nos recuerdan lo que a ratos se nos traspapela en la memoria.
No se sabe cuál fue el primer libro publicado en el mundo, aunque parece que la Biblia es la fuente más antigua de la sabiduría y de la historia humana. Antes del diluvio universal no hay vestigios de libro alguno. Hesíodo grababa sobre anchas franjas de plomo, Egipto, Asiria y Grecia grababan sobre placas de piedra o bronce; y es bajo esta forma que se encuentran los archivos más antiguos del mundo. Por un tiempo se utilizó ese sistema con ciertas variaciones e innovaciones, luego fueron los egipcios quienes dieron un viraje al uso de los complicados sistemas de la escritura vieja; ellos iniciaron la utilización del papiro que crecía hermoso y abundante en el valle del Nilo. Con este elemento natural la poesía, la religión y las ciencias pudieron proyectar todo lo escrito más cómodamente. De esa manera fueron llegando a manos del hombre los elementos para expresarse y dejar a otros sus ideas. Los papiros y los pergaminos fueron los elementos fabulosos que abrieron la puerta a tantas mentes ansiosas de escribir y propagar sus ideas. La escritura desplegó las alas del pensamiento humano. Es en este momento en que se da inicio a la enseñanza de la lengua de Homero, autor de las dos grandes epopeyas que llevan el nombre de la Ilíada (que reúne quince mil versos) y la Odisea.
Los antiguos ya conocían los libros del recuerdo como los de César acerca de la guerra de las Galias.
La Biblia el libro espiritual por excelencia fue escrito en sus inicios en hebreo, arameo y griego. Ha sido llevado y traducido a 2.454 idiomas. Fue en el siglo XII que la llevó al castellano don Alfonso el sabio. Del siglo XIII en adelante fueron saliendo nuevas ediciones. Cuenta con 66 libros. De estos quien más aportó al Antiguo Testamento fue Moisés. Pablo escribió catorce libros del Nuevo Testamento.
En Grecia y Roma alcanzó el libro su mayor esplendor. Con el uso del papiro escribir ya no era tan complicado; llegó a su apogeo la vida de los copistas, encuadernadores y libreros; igualmente empezó el apogeo de las bibliotecas. En Atenas ciudad helénica por excelencia, solo se encontraban libros escritos por griegos. (Helenismo: características culturales que unían a todos los pueblos griegos, en relación a otros). En cambio en la biblioteca de Alejandría figuraban numerosos escritos de extranjeros. Allí se encontraban los originales hebreos de todos los libros del Antiguo Testamento.
Fue en Roma en donde se empezó a difundir la lectura de obras escritas en lenguas diversas. El libro se convirtió en el gran amigo de la humanidad desde entonces. La reunión de los traductores, calígrafos e intérpretes de las magnas obras se convirtieron en la necesidad imperiosa de acudir a ellos para asimilar y entender aquellas obras maravillosas. Estos hombres se convirtieron en fundadores de las grandes escuelas.
Hoy podemos entender claramente las grandes epopeyas de Homero, los Diálogos de Platón. Lástima que las obras de Aristóteles (322 A. C.) creador de la lógica, precursor de la anatomía y la biología; considerado el más ilustre filósofo de la época, cuyas obras pasaron al morir, a su heredero Teofrasto y de este, (lamentablemente) a manos de herederos ignorantes, indignos merecedores del honor de aquellos libros que guardados en cuevas sin ninguna protección, se deterioraron destruyendo gran parte de su valioso contenido.
Muchos libros se han escrito en el mundo, pero hay cuatro que con todo y su enorme antigüedad nadie ha podido superar. Son estos: La Ilíada de Homero, El Quijote de Cervantes, La Divina Comedia de Dante y El Fausto de Goethe.
«El sabio no dice nunca todo lo que piensa, pero piensa siempre todo lo que dice» (Aristóteles)