El papa Benedicto XVI, que este mes cumple 85 años, conmemora el Viernes Santo en un clima de incertidumbre para la Iglesia católica, confrontada al cuestionamiento de sus dogmas en materia moral y al peligro que pesa sobre sus fieles en oriente Medio.
Después del regreso de su importante viaje a México y Cuba, el Papa inició el jueves la maratón de celebraciones de la Semana Santa, la fecha más importante del calendario católico, que se concluirá con la misa del Domingo de Resurrección en la plaza de San Pedro y la bendición «urbi et orbi» (a la ciudad y al mundo).
El viernes por la noche, después de la misa de la Pasión de Cristo en la basílica de San Pedro, el Papa presidirá desde la terraza del Monte Palatino, frente al Coliseo de Roma, el tradicional Vía Crucis, que recuerda el calvario de Cristo.
Este año la sugestiva ceremonia llega precedida por las duras palabras de condena del pontífice al movimiento de curas «desobedientes», los cuales reclaman reformas dentro de la Iglesia, entre ellas la ordenación de mujeres, la comunión para los divorciados que se vuelven a casar y una mayor participación de los laicos en la gestión de la Iglesia.
La situación de la Iglesia «es con frecuencia dramática», reconoció el pontífice durante la misa crismal del Jueves Santo, confirmando la preocupación de la jerarquía de la Iglesia católica por las luchas internas a favor y en contra de la modernización de la institución.
«Pero la desobediencia, ¿es un camino para renovar la Iglesia?», se interrogó el Papa tras recalcar con firmeza que la Iglesia no permitirá la ordenación de mujeres sacerdotes, un pedido lanzado por varios sectores de la Iglesia católica, sobre todo de Europa, y en particular de Austria y Alemania.
«Sobre la ordenación de mujeres, el beato Juan Pablo II ha declarado de manera irrevocable que la Iglesia no ha recibido del Señor ninguna autoridad para hacerlo», tranzó claramente el Papa.
«No podemos ordenar mujeres. El Señor dio esta forma a la Iglesia», había asegurado hace dos años en su libro-entrevista «Luz del mundo», en el que defendió las posturas tradicionales de la institución: no a la ordenación de mujeres, no a la píldora, sí al celibato y a la familia.
La defensa de la familia católica será en efecto el tema central de las meditaciones que serán leídas en las 14 estaciones del Vía Crucis.
El texto, que ya fue divulgado por el Vaticano, fue escrito por una pareja italiana, Danilo y Anna Maria Zanzucchi, del movimiento católico de los Focolares u Obra de María, que promueve la unidad y la fraternidad universal.
En esas reflexiones la anciana pareja abordará sobre todo los problemas de la familia en el mundo moderno, afectada por el divorcio, el aborto y una sexualidad más permisiva.
Se trata de un tema clave del pontificado de Benedicto XVI, quien defiende a capa y espada la familia tradicional, lo que reiteró durante su reciente viaje a América Latina, preocupado por la tendencia de la sociedad moderna a legalizar el matrimonio homosexual y el divorcio.
«¡Cuántas caídas en nuestras familias! ¡Cuántas separaciones!, ¡Cuántas traiciones! Y luego los divorcios, los abortos, los abandonos», escribió la pareja en uno de los pasajes.
Al contrario de otros años, las meditaciones no abordan temas candentes como la guerra y la pobreza y se centran más en las repercusiones que tiene sobre la sociedad el derrumbe de la familia tradicional y la necesidad de ser más solidarios y menos ciegos ante los problemas del mundo moderno.
Todos los años el Papa encarga a personalidades de la Iglesia y no, entre ellos intelectuales, la escritura de las meditaciones del Vía Crucis.
Las celebraciones de la Semana Santa culminan el domingo con una misa solemne en la plaza San Pedro y la tradicional bendición papal Urbi et Orbi, durante la cual el Papa deberá anunciar su viaje en septiembre a Líbano para abogar por los católicos de Medio Oriente.