Ahora más que nunca el pueblo adolece de una dirigencia equilibrada, porque toda la tolda gubernamental está volcada en los
pronósticos de sobrevida de un cáncer recurrente. Entre ellos se ha perdido
la solidaridad humana, porque son débiles de espíritu, les falta el amor para hacer soportable esta adversidad, que los paraliza e impide atender los innumerables problemas que al país se le amontonan sin remedio.
Es verdad que la tristeza, la inseguridad y desesperanza de triunfo ronda en
el bloque opositor, como un animal rapaz en torno a una liebre blanca.
Comentamos en la calle que donde que se posan nuestros ojos, bien sea el
CNE, el TSJ, los milicos y milicianos, el Saime, el chavismo duro, los miles
de inmigrantes cubanos, chinos, iraníes, el cable submarino que conecta a la
sala situacional de Miraflores con Cuba, los satélites, y todas las artimañas del gobierno hechas y por llegar, se colocan como una sombra espectral en acecho.
El 14 de febrero los demócratas vimos el país de un color azul, después los
medios se encargaron de hacerlo ver turbulento con la promoción enfermiza
del comandante. La madurez de nuestro candidato Henrique Capriles Radonski,
más entrado en inteligencia, portador de ese patrimonio rico que da la experiencia, nos muestra el tricolor de las franjas del arco iris, que dejan atrás el gris indiferente del cielo tenebroso.
Su proverbial afinidad con el voto joven, que le dieron el triunfo en la ejemplarizante contienda de la MUD, allanan el camino para su mensaje de esperanza: «Si es posible recuperar un país donde se vuelva a respirar gratuitamente el aire, poder
disfrutar del verdor acariciante de los árboles, disfrutar de la sonrisa amiga del hermano, el sencillo aroma del venezolano, pana por excelencia, sin discriminación por un color político, raza, religión, clase social, o deporte».
Es necio decir que no hemos sufrido y llorado. Lo bueno de las lágrimas
derramadas en estos funestos 13 años de gobierno autocrático chavista-castrista- comunista, es que despejan los caminos del júbilo. Es necesario que todos contribuyamos a mantenernos enteros, útiles, en una activa promoción de que si hay un camino. Pero cuidado eso no significa impunidad por los crímenes cometidos contra la patria. La ley y la justicia
deberán imperar en toda sociedad que quiera rescatar la moral. Es una
advertencia para los con ciudadanos que están raspando la olla, o violando la constitución a todas sus anchas. La decisión de echar hacia adelante es propia de los más valientes, ha llegado la hora del despertar de esta fantasmal pesadilla. Tengamos un sueño halagador, una Venezuela de progreso, de gente de fe, y de confianza en las cosa buenas del hombre. Pidámosle a Dios nos guíe el triunfo de la unidad democrática.
Raspando la olla
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