Mensajes y Sociedad

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Cuba – Vaticano: Relaciones convenientes

Las peticiones al régimen comunista de mayor libertad que hizo Juan Pablo II
en 1998 y de espacios de diálogo y reconciliación que pidió Benedicto XVI
esta semana, evidencian la evolución de las relaciones entre el Vaticano y
el gobierno cubano que, aunque siempre fueron escabrosas, parecen ahora más
convenientes para ambos.

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El tono sutil y conciliador de Benedicto XVI apunta a una alianza que le
permita a la Iglesia no solo abrir más templos, conquistar una feligresía
todavía esquiva y ganar terreno en la educación, sino, además, solidificar
su tarea de intercesión entre el gobierno y la disidencia, como lo viene
haciendo el cardenal Jaime Ortega a favor de la liberación de presos
políticos. Una relación privilegiada que luego permitirá a la Iglesia subir
el tono de su demanda por mayor libertad religiosa, política y de expresión.

A los hermanos Raúl y Fidel Castro la relación con el Vaticano también les
resulta muy conveniente. Consiguieron un interlocutor neutral y apolítico
que podría neutralizar a cualquier potencia, en especial a Estados Unidos,
en caso de que «el enemigo capitalista» quiera atribuir al embargo económico
de cinco décadas, cualquier cambio político que el régimen tenga que hacer
para acomodar mayores reformas económicas en el futuro.

De todos modos, no se pueden esperar cambios políticos profundos hasta
después de la muerte de Fidel. Es que si el gobierno se hace más abierto y
globalizado antes de tiempo, corre el riesgo de que sus líderes tengan que
responder ante los tribunales por crímenes de lesa humanidad como ocurrió
con otros dictadores. Por eso, para los Castro, la dictadura y el
aislamiento siguen siendo su mejor escudo protector.

En este avance de las relaciones, los líderes de ambos bandos han encontrado
coincidencias simpáticas, hasta hace poco improbables, como las enseñanzas
de Juan Pablo II sobre la perversidad del marxismo. Ahora Benedicto XVI se
refirió a un «sistema agotado que no responde a la realidad»; dos meses
antes Raúl habló de «dogmas y criterios agotados» en la Conferencia Nacional
del Partido Comunista y Fidel llegó a decir en sus reflexiones que «el
modelo cubano no funciona incluso para nosotros».

Otras coincidencias se ventilaron en la Plaza de la Revolución durante la
misa papal del 28 de marzo. Raúl y Benedicto XVI criticaron el embargo
económico de Estados Unidos, aunque no repararon que en ese mismo lugar y 14
años antes, Juan Pablo II, quien también renegó del embargo, pidió que «Cuba
se abra al mundo, para que el mundo se abra a Cuba». Aquel fue un mensaje
directo para Fidel, para que deje de construir excusas y culpas externas,
asuma su responsabilidad por la tragedia cubana y tome la iniciativa de
empezar a edificar un gobierno democrático; hecho que jamás sucedió.

Desde que Raúl tomó las riendas en 2006 el gobierno viene realizado cambios
económicos necesarios como permitir trabajos por cuenta propia y la
compra-venta y permuta de autos e inmuebles, pero las reformas que más se
necesitan son las políticas. El arresto de disidentes antes y durante la
visita del Papa, el corte de servicios telefónicos y la paliza y detención
contra un osado por solo gritar «abajo el comunismo», muestran que las
violaciones de los derechos humanos y el desprecio por las libertades de
expresión, reunión y asociación de cada cubano, siguen siendo la marca
inalterable del régimen desde hace 53 años.

En lo personal hubiera preferido una visita menos pastoral y más política de
parte de Benedicto XVI, insistiendo por más libertad, menos comunismo y
reuniéndose, siquiera simbólicamente, con las Damas de Blanco, periodistas
independientes, disidentes y oprimidos.

Pero entiendo que las razones de la Iglesia apuntan a largo plazo, a cambios
profundos y a jugar un papel más relevante en la vida política de Cuba, por
lo que cobra sentido el llamado a la reconciliación de los cubanos, tanto a
los de adentro como a los expulsados. Después de todo, la reconciliación es
el mayor desafío que tendrán que afrontar todos, cuando la muerte de los
líderes actuales y el traspaso generacional del poder indefectiblemente
desemboquen en espacios de mayor libertad. [email protected]«>[email protected]

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