Buena Nueva – MORIR PARA VIVIR

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Al contemplar los sucesos de la Pasión del Señor que nos narra el Evangelista San Marcos (Mc. 14, 1 a 15, 47), vemos como “Cristo, siendo Dios, no hizo alarde de su condición divina, sino que se rebajó a sí mismo” (Flp. 2, 6-11), haciéndose pasar por un hombre cualquiera. Llegó hasta la muerte y a la muerte más humillante que podía darse en el sitio y en la época en que El vivió en la tierra: la muerte en una cruz.
Cristo se “anonadó”, es decir, se hizo “nada”, dejándose insultar, burlar, acusar, castigar, torturar, juzgar, condenar, matar, etc. etc. etc. Pero “Dios lo exaltó sobre todas las cosas … para que todos reconozcan públicamente que Jesucristo es el Señor”.
Seguidores de Cristo somos los cristianos. Es lo que nuestro nombre significa. Y El mismo nos ha dicho cómo hemos de seguirlo: “El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Pues quien quiera asegurar su vida la perderá y quien sacrifique su vida por mí y por el Evangelio, se salvará” (Mc. 8, 34-35).
Estos días de la Semana Santa nos llaman a la muerte con Cristo: a sacrificar nuestra vida por El y por lo que El nos dice en su Evangelio. No basta recoger palmas benditas este Domingo de Ramos, no basta visitar a Cristo expuesto solemnemente el Jueves Santo, no basta siquiera pensar en los sufrimientos de Cristo durante la ceremonia del Viernes Santo. Todo esto es necesario … muy necesario. Pero todo esto debiera llevarnos a imitar a Cristo en esa cruz y en esa muerte que El nos pide para poder salvar nuestras vidas.
Y ¿qué es ese morir que Cristo nos pide? El lo determina muy bien cuando nos dice cómo hemos de seguirlo: “El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo”. Comprender qué significa negarse uno mismo es más o menos simple. Hacerlo es ya más difícil … pero no imposible. Negarse a uno mismo es sencillamente decirse “no” a lo que uno desea, a lo que uno cree que es lo mejor, a lo que uno cree que es lo más conveniente, a lo que uno cree que es necesario … cuando eso que uno desea, que uno cree lo mejor, más conveniente y necesario no coincide con lo que Cristo nos dice, nos muestra y nos pide.
Y ¿por qué es difícil negarse a uno mismo? Es difícil, porque estamos acostumbrados a consentirnos a nosotros mismos, a decirnos que sí a todos nuestros deseos, antojos, supuestas necesidades, apegos, etc. Nos amamos mucho a nosotros mismos; por eso nos consentimos tanto. El mundo nos vende la idea de complacer nuestro “yo”, con cosas lícitas o ilícitas, necesarias o innecesarias, buenas o malas. No importa. Lo importante es hacer lo que uno quiera. Y esto que está tan arraigado en nuestra forma de ser, va en contra de lo que Cristo hizo y nos pide con su ejemplo y su Palabra.
Bien están las palmas benditas y la visita a los Monumentos, pero -además de esas devociones- para seguir a Cristo como El nos pide, no nos queda más remedio que “morir con El para vivir con El” (Rom.6, 8).
http://www.homilia.org

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