David saluda con abrazo fuerte y sonrisa tímida. Al llegar a su casa, el olor a flores lozanas y la agitada narrativa de un comentarista de fúlbol de un partido transmitido por televisión, da la bienvenida.
Franco y reflexivo, así es este joven de 34 años de edad, quien durante una hora y media, contó su historia escrita de la mano de un altanero, en el cuaderno de las injusticias. Vive al final de la calle 42 entre carreras 11 y 12, en compañía de su familia integrada por 5 hermanos, dos sobrinos y la “consentida” de la casa, doña Neris Goyo. Su papá, Tomás Rodríguez, es un hombre de lucha quien todos los días iza la bandera de la perseverancia para recordarle a su hijo que todavía quedan puertas por tocar.
Trabajar, tener hijos, atender a la esposa, salir los domingos a jugar básquet con los amigos de la cuadra. Estos eran parte de los planes de David para el año 2003, pero como en la adversidad se conoce al ganador, después de aquella trágica noche, divisa el futuro a través de los ojos de su pequeña hija de 7 años, Hellen Nicole.
Pese al esfuerzo que hace por ver sus días claros, los dolorosos calambres que debe aguantar cada media hora, alimentan la impotencia de pensar a su victimario libre y sin condena. Justicia, es lo que pide a gritos este joven y su familia.
La historia
“No terminé mi bachillerato, pero aprendí el oficio de hacer panes y en un lapso de 10 años, trabajé en varias panaderías de la ciudad. Tenía mi pareja y en lo único que pensábamos era en tener un hijo. Realmente todos los días le pedía a Dios me concediera la fortuna de ser padre”, así comenzó su relato David Antonio Rodríguez, quien habla con pesar del ayer.
Para el segundo semestre del año 2003, estaba trabajando en una panadería ubicada al oeste de Barquisimeto, agregó, donde cumplía el turno de 2:00 de la tarde a 10 de la noche. Entre los compañeros acordaron contratar un servicio de transporte, por el peligro que resulta trasladarse desde ese punto de la ciudad hasta sus hogares.
Precisó que en ocasiones el chofer que le prestaba el servicio no los iba a buscar. El martes 30 de septiembre del corriente año, día de las Secretarias, fue uno de ellos.
-Me vine en un rapidito desde mi trabajo, hasta la avenida Pedro León Torres. Decidí pasar por una charcutería a comprar algunas cosas para la cena y cuando eran las 10:15 pm ya venía de retorno a mi casa.
Hacernos responsables de nuestras decisiones, no es una alternativa, pero ¿cómo lidiar con la responsabilidad de otro?, y que además fue en nuestro perjuicio.
David caminaba a paso acelerado por la carrera 13, a la altura de la calle 44, y cuando el reloj marcaba aproximadamente las 10:25 pm, cayó en tierra tras recibir un disparo que penetró en su columna. A los 25 años quedó parapléjico.
El hecho se suscitó cuando presuntamente el abogado Jesús Barcía Amaro, desde el frente de su casa, bajo los efectos del alcohol, comenzó a provocar al joven utilizando un lenguaje peyorativo, éste sólo volteó a ver de quién se trataba y esto fue el detonante para lo que luego sucedería.
“Jesús Barcía sacó su arma y empezó a agitarla de un lado a otro. Lo que nunca imaginé era que finalmente, cuando yo me volteara, me dispararía a 40 ó 50 metros de distancia”, explicó.
Recuerda que, en primera instancia, no había quién le tendiera una mano. Sin embargo, empezó a gritar con fuerza y finalmente los vecinos se acercaron.
-El dolor era intenso y muy fuerte en mi columna, cerca de las caderas. Como pude giré mi cuerpo y me puse boca arriba. En ese momento sólo temía que aquel hombre que sin ninguna razón me disparó, viniera para terminar de descargarse contra mí.
Al lugar llegó una patrulla de la policía municipal y fue trasladado hasta el Hospital Universitario Antonio María Pineda, donde estuvo varios días hospitalizado.
Drástico cambio de vida
¿Quién recoge del suelo los planes de un joven de 25 años?
Una bala lo ató a una silla de ruedas, pero la impunidad mantiene paralítica sus esperanzas.
Los primeros tres años que transcurrieron después de aquella noche trágica, fueron duros para quien fue sorprendido por un gatillo alegre, quien nunca fue aprehendido, ni se le adjudicó cargo alguno, pese a que la misma comunidad testificó lo sucedido ante la Fiscalía Nº 13 del Ministerio Público.
Ahora, con todas y sus limitaciones, David está dedicado a la crianza de su hija, aguantando terribles calambres, como relámpagos que lo sacan de contexto por momentos.
Cuando habla de su hija, habla de la vida como un don de Dios, respira profundo y en cada suspiro cobra valor para no desmayar en su lucha. Este joven dice que aun cuando la justicia le dé la espalda, siempre ofrecerá su mirada a lo que ha de venir, porque sus piernas están inválidas, pero su corazón todavía pisa fuerte.
Fotos: Daniel Arrieta