¿Por qué no se nos ocurren a todos los hombres ciertas verdades sencillas? ¿Cómo el linaje humano mira cual espíritus extraordinarios a los que ven cosas que al parecer todo el mundo hubiera podido ver? Esto es como preguntar por qué el creador ha otorgado a algunos hombres privilegiados una gran fuerza de intuición y la ha negado al mayor número.
Santo Tomás de Aquino desarrolló sobre este particular una doctrina admirable. Según el Santo Doctor, el hablar, o discurrir mucho, es señal de poco alcance del entendimiento; ya que el poder ser hablachento es una facultad que se nos ha dado para suplir nuestra debilidad intelectual; y así es porque los ángeles entienden, mas no discurren.
Cuanto más elevada es una inteligencia, menos ideas tiene, porque encierra en pocas ideas lo que las más limitadas mentes tienen que distribuirlas en muchas ideas; y el número de ideas se va disminuyendo a medida que las inteligencias creadas se van acercando al Creador, el cual como ser infinito, e inteligencia infinita todo lo ve en una sola idea, única, simplísima, pero infinita: su misma esencia. Vemos que los genios superiores no se distinguen por abundancia de ideas; sino que están en posesión de algunas: Capitales y anchas, donde hacen caber el Mmundo.
