Aprovechemos esta semana que su Santidad el Papa Benedicto XVI estará con nosotros en América Latina, para enviarle desde acá, desde nuestro país, la humilde ofrenda de la reconciliación de nuestro pueblo, que se la presentamos desde lo más profundo de nuestro corazón para que nos bendiga y para que podamos conquistar en globalidad la de nuestros hermanos. Es bueno que se lo recordemos, porque seguro Dios ya se lo dijo. Su Santidad, está llegando a nuestro Continente en el momento más oportuno y preciso, es el tiempo para la ayuda divina, porque la violencia intenta poner de rodillas nuestra paz.
Los venezolanos nos unimos a la bienvenida que le ofrecen desde este viernes hasta el jueves próximo, tanto México como Cuba. En ambos países hay violencia. En el primero, el delito organizado está desangrando ese país; y en el segundo, la falta de oxigeno de libertad, está asfixiando esa hermosa isla de nuestro continente. Aquí en nuestro país, sufrimos de ambos males, pero producto de nuestro esfuerzo y con la ayuda de Dios, hemos logrado la unidad de los demócratas, así como el Santo Padre, busca hoy la unidad de los cristianos, la unidad de las iglesias cristianas, nosotros igual buscamos la unidad de nuestro pueblo. El Papa ha llegado en el momento oportuno, como luz que alumbra el camino de la cuaresma, porque hoy más que nunca necesitamos de la reconciliación antes que la violencia se apodere de nuestro destino.
Esta ofrenda, esta entrega de nuestros dones que le presentamos a Dios, la recogemos de sus propias palabras que encontramos en el libro: Jesús de Nazaret, editorial Planeta, (2007) escrito por el propio Benedicto XVI. Allí el Papa hace una interpretación de las bienaventuranzas que son mensajes, palabras orientadoras que se encuentran en el Antiguo Testamento y con las cuales Jesucristo inaugura la nueva imagen resplandeciente del mundo y del hombre. “El mundo pertenece al final a los “humildes”, a los pacíficos, nos dice el Señor. Debe ser la “tierra del rey de la paz”. “Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mt 5,9).
El Papa explica que el Señor había prometido a David: “En sus días concederé paz y tranquilidad a Israel…Será para mi un hijo y yo seré para él un padre” (1Cro 22,9s). Con ello se pone en evidencia la relación entre filiación divina y realeza de la paz: Jesús es el Hijo, y lo es realmente. Por eso sólo Él es el verdadero “Salomón”, el que trae la paz. Establecer la paz es inherente a la naturaleza del ser Hijo. La séptima Bienaventuranza, pues, invita a ser y a realizar lo que el Hijo hace, para así llegar a ser “hijos de Dios”.
Realmente el propósito del Papa planteado para este año, es redescubrir el camino de la fe, para lo cual ha convocado a la celebración de la Asamblea General del Sínodo de los Obispos en octubre próximo. Aprovechará su estada en América Latina, para reunirse con las máximas autoridades del prelado en el continente. La idea la viene cocinando desde hace tiempo. El 24 de abril de 2005 cuando inició su pontificado, en la Homilía de la Santa Misa, Benedicto XVI dijo: “La Iglesia en su conjunto, y en ella sus pastores, como Cristo, han de ponerse en camino para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de La vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquel que nos da la vida, y la vida en plenitud. La fe es la que nos permite reconocer a Cristo”. Su Santidad, Venezuela te dice: “ruega por la paz de nuestro pueblo que será paz de Dios”.