Bulle y rebulle con torpe desatino, desde tiempo atrás, en medio de clamorosa saña, una sistemática y continua campaña, que adquiere aliento y sostenido impulso desde la cima del régimen bolivariano, donde se empotran las clases ineducadas del poder política y con ostentosa lujuria exhibicionista, pretende menoscabar la dignidad y confundir las limpias ejecutorias publicas que ensalzan la vida ilustre del valeroso centauro llanero, General José Antonio Páez, dos veces Presidente de la República y héroe de Carabobo, victoria que acredita el hecho sempiterno de nuestra emancipación y libertad.
Los solapados instigadores de esa cruzada de efímera proyección, que se aleja por completo de la fiel interpretación del hecho histórico y prefiere solazarse en atizar los desacreditados pergaminos de la envidia y de la ostentación, que no atesoran virtudes y no engendran méritos capaces de suplantar y desconocer las virtudes paradigmáticas de un héroe de la Independencia, un prócer que fundó la República libre y soberana y uno de nuestros libertadores, que como dijo Bolívar en su Mensaje al Congreso de Angostura: “Los Libertadores de Venezuela son acreedores a ocupar siempre un alto rango en la República que les debe ser existencia. Creo que la posteridad vería con sentimiento anonadado los nombres ilustres de sus primeros bienhechores: digo más, es del interés público, es de la gratitud de Venezuela, es del honor nacional, conservar con gloria, hasta la última posteridad, una raza de hombres virtuosos, prudentes y esforzados que superando todos los obstáculos, han fundado la República a costa de los más heroicos sacrificios. (Mensaje al Congreso de Angostura)
Con el noble propósito de contribuir a una diáfana comprensión de nuestro proceso histórico, más vinculado de la realidad y con raíces profundas en la entrañable verdad, el doctor Elías Pino Iturrieta, Director de la Academia Nacional de la Historia, ocupa su habitual espacio dominical, en el conocido rotativo caraqueño. El Universal, para abordar con capacidad y conocimiento de la materia, el tema que ha despertado tanto interés en la conciencia nacional, que deslindar si es cierto que el General en Jefe José Antonio Páez, incurrió en traición a los ideales de la emancipación venezolana.
En la controversia entre el institucionalismo y el personalismo en la historia nacional y del hábito en estudiar objetivamente el pasado, no concebido en observación superficial, sino en su integral visión holística, podemos acceder a las fuentes básicas para la comprensión de nuestros anales, sin óbice en el subjetivismo insustancial. La historia podemos entenderla también ciencia de creación, de reconstrucción y de comprensión, que ayudan a la interpretación integral del hecho social, no obstante su contemporaneidad.
Como en un ensayo de intención, recurrimos para animar más el debate, a traer a la escena donde ha calado el tema, que concepto se formaron algunos de sus contemporáneos, entre los más destacados por su valía y distinción de la propia personalidad del General Páez y la afirmación de sus juicios, merecimientos y valores en la gama de sus relaciones sociales, que conforman un panorama de múltiples referencias, caracterizadas por una nítida base testimonial, que nos permita hacer un enfoque de esa personalidad de múltiple acción, en diversos planos, secundados por los elocuentes elementos de la observación y la verdad.
Dominados, casi por el influjo de un propósito decisivo, se puede estar acorde en afirmar, sin lugar a dudas, este calificado intérprete, no puede ser otro, sino el juicio colmado de probidad, sabiduría y experiencia del Libertador. Nadie mejor que su ilustre e incomparable Comandante, encumbrados por el hecho prodigioso que a ambos los ligaron, por nexos profundos: las hazañas de la gesta magna, los objetivos comunes a lograr la emancipación y libertad y la misma secuencia de vidas de paralelos perfiles, en la concepción de Plutarco, por sus virtudes paradigmáticas y entrelazadas por el honor, la magnanimidad y la virtud.
En el ámbito de esos merecimientos, ostenta Páez la exclusiva distinción de ser el paladín, a quien el Libertador tributó el más glorioso panegírico y escala de elogios, exaltados por el honor, el mérito y la virtud. El 1ero de enero de 1.827, Bolívar dirige a Pez, una conceptuosa carta, de ella extraemos este expresivo juicio, suprema categoría de elogio imperecedero: “La corona que Ud., se pone sobre su cabeza, es más grande que la de Alejandro, no hay olivos en el mundo para tejerla y cada una de sus hojas encierra mil beneficios”. Con tal vehemencia, expresaba su solicito jubilo el Libertador, al ver desvanecidos los peligros de una guerra civil. En el mes de mayo de 1.828, presintiendo los peligros de una abrupta disolución de la Gran Colombia, con noble convencimiento y dignidad, Bolívar le reitera: “Yo cuento con Ud., para que sea el hombre de los destinos de Venezuela; porque la suerte y sus servicios así lo demandan”. Un mensaje de profunda angustia y de desgarrada fe, con la creencia ciega, que Páez era el único capaz de liberar la patria de la desintegración y la anarquía.
María Antonia, la hermana querida del Libertador, mujer de recio espíritu, conmovida ante el caos que mira acercarse, en carta de 12 de mayo de 1.826, suma su voto para prevenirlo a una decisión atinada y con fraternal lealtad, esto dice: “Páez dice que te espera como el único, que puede salvarlo (el país) del naufragio, él te quiere bien al menos así lo dice en público y en secreto”.
José Ángel Álamo, prócer civil barquisimetano, el más adicto y consecuente con la causa bolivariana, por la cual es amenazado y perseguido con conato de muerte, desde la hacienda de Parayma, donde se refugia, en carta de fecha 30 de noviembre de 1.829, invoca la protección y el apoyo de Páez, a quien llama paisano y amigo: “quiero que con el carácter de amigo y lleno de prudencia y previsión que tanto posee, me aconseje el partido que debo tomar para poner a cubierto mi seguridad, en la inteligencia de que en todas partes contribuiré a la felicidad del país y conservaré una respetuosa gratitud a la persona de Ud.”. Páez le contesta: “nada tiene que temer” y en un gesto comprensivo y tolerante, que le hace honor, se compromete: “Seguiré haciendo cuantos esfuerzos estén a mi alcance para salvar a estos pueblos de la anarquía y proporcionar a los ciudadanos reposo y tranquilidad”.
PAEZ EN EL CONCEPTO DE SUS CONTEMPORANEOS
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