La democracia galopa como un Unicornio, como un Pegaso brioso e irrefrenable por todos los celulares del planeta. El 12F, primera expresión populosa y masiva de esta revolución del tercer milenio, anticipa un hecho que nada ni nadie podrá impedir: el triunfo del futuro, la apertura hacia los nuevos tiempos, el tsunami de la modernidad. Hasta entonces, conviviremos con el museo militar, con las arañas del teniente coronel, con el burdel de raso y luces rojas en que se jamonean las añejas y prostituidas instituciones. La pesadilla del pasado. El 7 de Octubre serán barridos de la faz del planeta. Escríbanlo.
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En las dos últimas décadas del siglo XX aparecieron de súbito sobre pueblos y ciudades de Venezuela muchos y variados signos del futuro que se anunciaba. No del estilo de los cometas que anunciaban desastres en la antigüedad o de los eclipses de sol que aterraban a los aztecas. Ni siquiera de los alineamientos de planetas o de las pestes que asolaban la Edad Media o la explosión de una Súper Nova indicando el camino de Belén.
Fueron signos cotidianos, surgidos de la borra que las costumbres habían ido depositando en el fondo de nuestros hábitos y que los atisbos de modernidad habían ido relegando a un segundo plano. Para bien de la democracia. Primero fue el renacimiento del llamado folklore llanero. No el que el poeta Juan Lizcano rescatara de los apartados y olvidados confines rurales para solaz de la Venezuela progresista y democrática del gobierno de Rómulo Gallegos para celebración en el Nuevo Circo de Caracas: galerones, jotas margariteñas, corridos, joropos y otras formas del canto recio, golpes tocuyanos o larenses. Música auténticamente folklórica, cantos de trabajo, de ordeño, de pilar maíz. Mantenidos apartados de la capital por la indigencia de nuestras comunicaciones.
Se puso de moda ya en pleno desarrollismo una forma sucedánea, comercializada y baratonga de folklore de cervecería, cantos plañideros de arpa, cuatro y maracas que prometían casitas nuevas en voces atipladas y otras yerbas de populachera y melancólica cursilería seudo campesina. Matonismo femenino, zapateo alterado, ruido poliédrico de trombones y culo,e puyas. De pronto el canto pretendidamente “nacional” comenzó a llenar estadios, a vender Long Plays, a encontrar espacios radiales y a ocupar portadas de revistas y sábados sensacionales o fantásticos.
Para acompañar ese “amanecer llanero”, muy del gusto del héroe de Sabaneta recién aparecido en el imaginario patriotero, se pusieron de moda los toros coleados y la carne en vara, las pegatinas con la banderita de Venezuela y los restoranes de afamados grupos folklóricos con una invitación reiterada hasta el infinito por las radios AM que por entonces dominaban el dial: “vámonos muchachos a correr sabana”. Así corrieran en Prados del Este, en Turgua o en la Cortada del Guayabo.
Eran los signos de los nuevos, vale decir: los viejos, los viejísimos tiempos. Era el siglo XIX que cansado de tanta hibernación se desperezaba para volver a recordarnos que de civilizados, nada: seguíamos siendo, en el fondo, pura barbarie, montonera, caudillismo, caballería, lanzas y fusilerías. Pero al estilo del 18 Brumario: todo muy de utilería, en plan farsesco. Por debajo de esa costra democrática comenzaba a erizarse la polvareda reaccionaria, la dictadura, la prepotencia, la matonería, el “en Venezuela gobierna el que puede, no el que quiere”. Vale decir: lo peorcito de don Simón. La espada, el fusil, el machete y la lanza como instrumentos de la razón práctica. Y unos deseos supinos de caerle a saco a los partidos, a los políticos, a la democracia.
Fue la obertura hegemónica que coloreó el ascenso al poder del golpismo, el regreso del militarismo y la violencia cuartelera para dirimir los asuntos políticos sin mediaciones de partidos, parlamentos, elecciones y nada que se le pareciera. Fueron los signos de ese futuro que era, válganos Dios, un desaforado, un redomado regreso al pasado. Nuestro 18 Brumario de Hugo Rafael Chávez Frías.
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Los signos preceden lo real. Brotan del fondo social y se encaraman sobre las costras del presente para avisar que el telón de la historia comienza a descorrerse y vienen nuevos tiempos. Ya los restoranes de grupos o cantantes folklóricos quebraron o sobreviven en las sombras, la carne en vara pasó de moda, las cervecerías vuelven a ser recintos en donde se habla de carreras de caballo y Lionel Messi, las señoras y señores folkloristas se dejaron del constituyentismo, salvo algún prometedor de casitas, y las banderitas, ahora de ocho estrellas, salieron de parabrisas y vidrios traseros. La pava volvió a apoderarse del golpismo antropo cultural. Nada como un sanguche de pernil en La Encrucijada. Lo normal. Lo de siempre.
También desaparecieron los motor homes y los Betamax, la sopa de tortuga y la Cigogne, el Baron de Rotschild y la langosta termidor, símbolos del carlosandresismo precedente a la era de la carne en vara. Vivimos, por anticipado y a través del faro de las señales, atisbos de – válgame la redundancia – un nuevo futuro. Pero estos signos son brutales, irrefrenables, arrolladores, planetarios y amenazan con no dejar títere con cabeza. Ni en China ni en Venezuela, como está sucediendo en los países árabes. Como bien dijera Felipe González en el acto de ayer PALABRAS PARA VENEZUELA, para terminar de una santa vez con las limitaciones de tiempo y espacio, en los que hemos vivido aprisionados desde el comienzo de esta sufriente y aterida humanidad.
Son los símbolos de la revolución electrónica, el 1 y el 0, el mail, el twitter, el IPad, el Wii, las tabletas, los juegos electrónicos, las cámaras y libros digitales, las filmadoras del tamaño de un cepillo de dientes, el celular computadora portátil. Simultaneidad absoluta, la intrusión hasta en las más íntimas esferas de la vida pública y privada, en tiempo real y de manera inmediata. ¿Comparable esta asamblea de gaznápiros chavistas, desdentados y hediondos a formalina, a secretismo, a alas disecadas de mariposas, de liquiliqui y batas goajiras con el ágora de la red, la intercomunicación del twitter, el intercambio transparente, instantáneo y relampagueante del Skype, las intercomunicaciones satelitales?
La democracia galopa como un Unicornio, como un Pegaso brioso e irrefrenable de iones y electrodos por todos los celulares del planeta. El 12F, primera expresión populosa y masiva de esta revolución del tercer milenio, anticipa un hecho que nada ni nadie podrá impedir: el triunfo del futuro, la apertura hacia los nuevos tiempos, el tsunami de la modernidad. Hasta entonces, convivimos con el museo militar, con las arañas del teniente coronel, con el burdel de luces rojas en que se jamonean las prostituidas instituciones. La pesadilla del pasado. El 7 de Octubre serán barridos de la faz del planeta. Escríbanlo.