Recientemente, en Caracas, se vivió una jornada de excepción; uno de esos momentos de trascendencia singular que vale la pena seguir comentando porque permite soñar con una Venezuela mejor, de progreso, justicia, oportunidades de desarrollo para todos y en especial para quienes menos tienen. Como se sabe, organizado por Banesco, se hizo otra edición anual de “Palabras para Venezuela”, y tuvo como invitados de lujo tres líderes políticos que en su momento y circunstancias, en sus respectivos países, dejaron huella y resultaron decisivos para transformar sus naciones y sistemas económicos para bien colectivo. Rompieron paradigmas atrasados, tuvieron alturas de miras históricas y sentaron las bases para el desarrollo económico con sentido de justicia y progreso social. Obviamente, no se trata de que sus gobiernos fuesen perfectos ni estuviesen exentos de polémica, crítica y debate, porque tal pretensión es absurda, pero sí que en la resultante histórica, el salto económico fue evidente, consolidado también en logros democráticos, económicos y de progreso social para los trabajadores y la ciudadanía en general. Todos, casualmente, habían sido perseguidos y exiliados políticos de dictaduras militares. Todos fueron luchadores sociales y pensadores. Todos fueron y son militantes de esa izquierda moderna agrupada bajo banderas inequívocamente democráticas que rompían con la anquilosada derecha conservadora pero también con el fracasado modelo comunista estatista que se derrumbaba en la Europa oriental, Rusia, China y Cuba, implosionado por su propia ruina mientras estos líderes que nos visitaron eran protagonistas del éxito en sus naciones, es decir, Brasil, España y Chile. Todos militan o militaron en la llamada Internacional Socialista que bien podría ser redefinida como democrática, social y progresista dado que el modelo soviético-maoísta-fidelista que tanto admira Chávez, ha “rayado”, lamentablemente, la palabra “socialismo” que antes estaba cargada de hermosas utopías pero que para muchos ahora es sinónimo de gobiernos arbitrarios, totalitarios y unipersonales, de economía estatista ruinosa e “igualación” en la pobreza para todos, menos para los jerarcas, por supuesto.
Fernando Cardoso: “Brasil tiene ya 18 años con la misma política macroeconómica a lo largo de 5 gobiernos y tres presidentes y de allí el éxito que los ha llevado a ser hoy una de las 5 grandes economías emergentes y la octava de todo el planeta, mientras, al mismo tiempo logra magníficos avances en reducir la pobreza y las desigualdades haciendo de su economía una cuyas líneas gruesas son : desarrollo, productividad, competitividad, apertura a la globalización, inversión y más inversión, nacional y extranjera, privada y pública. Disciplina en el gasto público. Economía de mercado combinada con la presencia de rol promotor del Estado. Cero estatizaciones y también cero monopolios privados o públicos. Cero controles de precios o cambio que liquidan el empuje y la productividad. Programas sociales para abrir oportunidades a los pobres a ser parte del progreso. Democracia, independencia de poderes y alternabilidad en el poder como claves para dar confianza porque sin ella no hay inversión, desarrollo ni progreso”
Todo eso lo dijo Fernando Henrique Cardoso, sociólogo, economista, teórico, investigador, hombre de izquierda, perseguido por los dictadores militares de los años sesenta, exiliado en Venezuela donde trabajó en el Cendes-UCV – ¿Por qué Giordani que trabajó bajo su guía no aprendió nada? – autor de la “Teoría de la dependencia” que luego corrigió y desecho por nula. Su mayor logro histórico fue el llamado “Plan Real” para abatir la hiperinflación que azotaba a los brasileños de entonces igual que a argentinos, chilenos, y buena parte del continente. “La inflación es el peor impuesto regresivo a los pobres aunque afecta a todos”, subrayó. Hoy, en América latina, el único país con inflación significativa es Venezuela.
¿Saben cuánto era la inflación que los militares brasileños – estatistas y controladores – dejaron? ¡Un promedio de 43 % mensual! Así como lo leen. 43% cada mes. Cardoso, primero como ministro de Finanzas del gobierno de Itamar Franco y luego como presidente tuvo éxito: la bajó a 3.1 % en el segundo semestre de 1994, y a 1,7 % en 1995. El pueblo brasileño, por eso, lo eligió presidente, abrumadoramente, por los dos períodos que permitía la Constitución.
Lula, que hizo campaña electoral con muchas críticas a Cardoso, una vez que llegó al gobierno mantuvo inalterables esas políticas económicas durante sus ocho años, igual que ahora hace Dilma Rouseff.
Veamos otras de las ideas presentadas por Cardoso: “Mi obsesión es el progreso… El crecimiento por sí solo no es desarrollo…Debe haber productividad y equidad social… Una de las claves es industrializar, abrir el país a la economía global pero para eso hay que prepararse con productividad y calidad para poder competir”.
“El aumento del salario vital es indispensable y es política de Estado en Brasil. En mi gobierno se aumentó en promedio un 44%. Con Lula fue 48%. Y desarrollamos programas sociales como “Bolsa Familia” que luego Lula amplió para vencer la pobreza extrema”.
“No deben existir monopolios ni de lo público ni de lo privado. Todo monopolio es dañino… En Brasil ya se dejó de lado la disputa que si todo debe ser privado o todo es público. Cada uno en su ámbito, complementándose. Con Petrobrás quebramos monopolios públicos y privados. La abrimos a la sociedad, transformamos la empresa petrolera, porque ésta es capaz de salir y competir. Nuestra petrolera va al mercado, rinde cuentas y es competitiva… En Brasil los gobiernos ya no pueden aprovechar para la politiquería los programas sociales porque son de la ciudadanía”.
“Lo importante es que exista competencia. Brasil es una nación que sabe que el futuro le está llegando…En Brasil hay nuevamente esperanza porque las familias saben que sus hijos estarán mejor”.
La visita, pues, de los expresidentes Ricardo Lagos de Chile, Felipe González de España y Fernando Henrique Cardoso de Brasil, todos de la izquierda democrática o socialdemócrata, todos luchadores contra dictaduras militares – parece que eso es lo que le causa más roncha, – todos exitoso como jefes de Estado, modernizadores, democráticos, progresistas y con gran acento social en su acción gubernamental, puso en estado de histeria a la cúpula oficialista a pesar que los tres fueron muy prudentes y no tocaron temas internos de Venezuela en sus conferencias. Pero claro, el contraste de lo exitoso de ellos con esta ruinosa “revolución”, se hizo evidente.
La campañita que lanzaron en los medios que eran del Estado y ahora han sido privatizados por el Psuv, es que “vinieron los neoliberales derechistas y privatizadores”. Lo dicen dirigentes – alguno que de izquierdistas tienen lo que yo de ginecólogo – en prensa, radio y tv. Lo escriben en las redes sociales. Aunque parezca absurdo y ridículo e incluso bochornoso, ese es el centro de la “argumentación”, que en realidad es el típico cliché de “frases hechas” muy propio de la izquierda que se quedó atascada en la década de los sesenta. Del mito estatizador de esa “izquierda” nos ocuparemos en la próxima entrega.