A su retorno a Venezuela, Chávez dio un discurso en cadena nacional en el que dijo cosas como estas: 1) “Estamos logrando la verdadera independencia luego de 200 años”, y 2) “Tengo el derecho de pedirle vida a Dios porque estoy cumpliendo la misión de Cristo”. No se diga más, ya no se trata de simple comparaciones, sino de un trastorno de personalidad. Chávez se da el lujo de decirnos que él es mejor que Bolívar y Cristo, que está haciendo lo que ellos no lograron, que es la reencarnación de ambos personajes cuya misión es culminar las obras inconclusas de ambos. En cualquier país normal con instituciones democráticas, se estaría debatiendo seriamente la posible insanidad mental de una persona capaz de semejante declaración; pero como estamos en la Venezuela de Chávez, se trata de una peculiaridad más de un llanero exagerado que tiene una forma especial para comunicarse con su pueblo.
Sin embargo, nos rehusamos a acostumbrarnos a la atrocidad verbal que poco a poco se va convirtiendo en acciones irreversibles, tal y como pasó en la Alemania de Hitler que llegó a un extremo inimaginable a punta de histrionismo verbal que en retrospectiva luce como una locura, pero que en su momento fue una realidad avalada por una mayoría invadida por una propaganda política, muy parecida a la que está siendo sometido actualmente el pueblo venezolano.
Entonces, ¿Cómo es eso de que no fue Bolívar sino Chávez quien logró la verdadera independencia del país?¿Cómo se atreve a decir eso justo cuando pasó tres semanas gobernando desde Cuba? Que Chávez hable de independencia es simplemente inaceptable, ya que luego de 14 años gobernando, somos más dependientes que nunca. En Venezuela importamos casi todo lo que comemos y lo hacemos gracias a la venta del petróleo a Estado Unidos que nos da el flujo de dólares necesario para mantener esta economía de puertos apátrida. Somos quizá el único país en el mundo, cuyo gobierno tiene que traer delegaciones del extranjero para construir las viviendas que no pudo hacer luego del fracaso de sus políticas estatizadotas. Actualmente en nuestro país las pocas casas que se construyen las tienen que hacer los chinos e iraníes, entre otras colonias que poco a poco se apoderan del aparato productivo venezolano. Un presidente que no se puede tratar una enfermedad en su propio país y que tiene que refugiarse en los brazos de un dictador caribeño que lo consiente a cambio de un caudal de dinero suficiente para mantener a ese país quebrado, simplemente le queda grande la palabra independencia. ¿Quién hubiera imaginado a un presidente venezolano despachando desde el extranjero con la bandera de otro país detrás?
Pero si la comparación con Bolívar es una atrocidad, la comparación con Cristo es simplemente una herejía. El militar golpista que ordena “gas del bueno” contra los estudiantes y que tortura y persigue a una jueza como Afiuni por haber dictado una medida judicial autónoma, nos dice que él está cumpliendo la misión de Dios en la tierra, pero que a diferencia de Cristo él no debe morir. Que cada quien juzgue según le dicte sus dogmas de fe esas declaraciones, pero todos estamos obligados a fijar posición sobre tamaña locura.
El caso es que para resolver los problemas actuales de la población venezolana, no necesitamos una mala imitación de Bolívar y Cristo producida por un farsante de la historia como Chávez. Necesitamos es a un Presidente, que cumpla con sus atribuciones, y gobierne eficientemente para combatir la inseguridad, la escasez, la inflación y el desempleo. Que Chávez viva y venza sus propios demonios, pero que sea Capriles quien gobierne y resuelva los problemas de la gente. Nos urge un presidente que deje a Cristo y a Bolívar donde están y se ponga a trabajar de verdad.
Caso cerrado, el dictamen final lo tiene usted.
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