Durante el siglo XIX Benjamín Disraeli sentenció que Inglaterra no tiene ni amigos ni enemigos, sino intereses permanentes. Hoy una relación bilateral puede depender de que si Tal le rió los malos chistes de Mascual, o si Fulanito se dejó sobar por Zutanito.
Algunas cumbres han traído escenas de pleito y reconciliación cuasi conyugal, dignas de telenovela; y otras con sonoras mandadas a callar entre actores principales y de reparto.
Las reuniones colectivas de jefes de estado se inician con toda seriedad entre aliados de la Segunda Guerra Mundial, culminando con las reuniones de Potsdam (1945) y Ginebra (1955), para tratar la delicada conducción de la Guerra Fría. También hay múltiples reuniones por razones económicas de la Unión Europea; y por lo mismo también se reúnen periódicamente los jefes de gobierno de las naciones más desarrolladas.
En las Américas se comenzó con Panamá (1955), donde al menos sentaron bases para el Banco Interamericano de Desarrollo. Luego vino Punta del Este (1967), signada por temas de la guerra fría.
Las reuniones con sabor tropical se multiplicaron a partir de 1994, cuando EEUU convocó a Miami a 34 jefes de estado para promover un área de libre comercio de las Américas. Los comensales del Sur como que le cogieron el gusto a la cosa y ahora se multiplican como hongos las reuniones entre lo que va pareciendo club de amigos o sindicato de presidentes.
Sus encuentros son fundamentalmente eventos mediáticos, completos con «fotos de familia» similares a las de la realeza europea. Show time.
Algunos mandarines se consideran señores y dueños de su país, y sus tratos internacionales van signados por caprichos y cambios de humor; justo en tiempos en que las comunicaciones más sofisticadas, las razones de Estado y el concepto de trabajo en equipo condenan a la obsolescencia a todo el concepto de «cumbre».
En estos escenarios algunos mandatarios menos competentes forman pandillas ideológico-viscerales – juntas de mochos para rascarse – y se construyen ciertas albas: castillos de arena que ya van camino al ocaso, fundamentalmente por razones biológicas.
Ahora se nos viene encima otro de éstos espectáculos en Cartagena de Indias y en cartelera nos dicen que el señor Obama – especie de Ricky Martin de estas lides – permanecerá allí dos días. Albricias. Sube el «rating».
Entonces sale un grupo de forajidos y dice que ésta será la última cumbre a que asistan si no convidan a los genocidas cubanos. Ojalá los Castro se sigan negando a venir. Quizás así comience a extinguirse tanto costoso é inútil sainete.