“No”, Venezuela no ha logrado resolver su problema inflacionario. Esta es la respuesta simple y contundente que debe darse ante esta interrogante. La razón es sencilla, mientras se mantengan las mismas políticas económicas y no se vaya hacia las causas estructurales que generan un constante y acelerado aumento de los precios el problema persistirá. La consecuencia, que los ciudadanos continúen pagando elevados precios por los bienes y servicios que consumen.
Lo primero que debe decirse es que si bien una inflación de poco más del 1% es positiva, debe decirse que aún así ésta se encuentra por encima que la de muchos países de la región. Basta suponer que la inflación mensual esté alrededor del 1,5% para tener una proyección de una inflación anual del 18%. La mayoría de los países de América Latina mantienen variaciones de precios de un solo dígito, algunos como Perú y Chile inclusive menor al 5%.
Otro elemento que debe tenerse en cuenta es que los datos inflacionarios presentados por el BCV toman en cuenta el precio de productos regulados, esto quiere decir que para dichos productos la variación es de cero por ciento. Basta salir a la calle para darse cuenta que esto es irreal, mucho de estos productos terminan desapareciendo de los anaqueles de los supermercados, comercios y almacenes, y aparecen en diversos puntos de las ciudades en un mercado paralelo, en el que los precios no están regulados y superan por mucho los reflejados por el BCV. Ya por esta razón hay un efecto inflacionario en el presupuesto familiar que no está reflejado en ese 18% antes mencionado.
Hay además un tercer elemento que las cifras oficiales no recogen, se trata de las compras “al menudeo”. Esto ocurre mucho en las zonas populares, donde el limitado presupuesto familiar obliga a comprar unidades de productos en cantidades menores a la unidad de presentación (“una cucharada de azúcar”, “un pañal”, etc.), lo que hace que el costo que al final pagan las personas es muy superior al que deberían pagar según los datos oficiales. De acuerdo a los estudios hechos por el Instituto Zuliano de Estudios Políticos, Económicos y Sociales (Izepes), este “costo adicional” está alrededor del 30%.
Sumando estos tres factores, además de la alta dependencia en las importaciones del consumo nacional, es fácil adivinar que el problema de la variación de precios de manera significativa en Venezuela no se ha resuelto. De hecho, se mantiene una presión oculta sobre la inflación dado los eventuales ajustes que en el país deberán hacerse, como por ejemplo el ajuste cambiario y así como el aumento del precio de la gasolina, ambos con una gran influencia sobre el precio final de los productos.
Como ya se ha dicho, las verdaderas políticas que controlarán la inflación son estructurales. Disminución de la dependencia en las importaciones, reactivación del aparato productivo nacional, regulación del comercio controlando los mercados informales, así como el diseño de políticas de subsidio para los sectores menos favorecidos, son algunas de las acciones que pudieran frenar la inflación. Tomando en cuenta que las recetas mágicas no existen, y que luego de más de una década de políticas que precisamente van en sentido contrario a un sistema moderno, los cambios serán graduales.
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