Que en adelante el delincuente tiemble ante una autoridad insobornable y la gente honrada pueda soñar sus propios sueños, producir, y discurrir tranquila por las calles
No se podía esperar que fuera otro el epílogo de un Gobierno posado con insolencia sobre las pestes de la mentira, la maldad, el irrespeto, el desprecio a los derechos humanos, los pactos oscuros.
Una «revolución» que ha protagonizado el más indolente despilfarro de recursos y oportunidades, y sumió al país en un espantoso atraso físico y en una dolorosa aridez espiritual, tenía, forzosamente, que acabar así, conforme a su obra: inmersa, como está, en los desgarros del caos, en la degradante descomposición que ahora se observa.
Atrapada en los velos de sus mismas estafas, en una tragedia que lleva impresos sus sellos oficiales, la revolución en estos instantes huye de los fantasmas que alguna vez creó. El final sorprenderá a los héroes de esta mengua, entregados a sus postreras bajezas, en la penitencia de salvar sus vergüenzas e impedir la estampida que sigue a toda confusión.
Muy distinto a otros finales de cercanos Presidentes latinoamericanos, más ajustados a la normalidad, a la decencia democrática, episodios que no dejan de arrancarnos un suspiro en solitario. Es el caso, por ejemplo, de Michelle Bachellet, en Chile. Cuando ella, socialista, le entregó el poder, sin trauma ni escándalo, al multimillonario Sebastián Piñera, representante de la rancia derecha austral, reunía un impresionante 84 por ciento de aprobación popular. Y en Brasil, Luiz Inácio (Lula) da Silva, socialista también, enfermo también, y cuya amistad nos fue restregada como muestra de íntima afinidad ideológica, pese al constante casquillo que desde aquí le lanzaba el aspirante a la perpetuidad, y a los empellones, en su patio, del Partido de los Trabajadores, descartó con obstinación la posibilidad de presentarse en las elecciones de 2010 para un tercer período, pese a que el instituto Ibope le asignaba un respaldo aún mayor al de Bachellet: ¡85%!, una adhesión tan alta que podría endiosar a cualquier mortal, y llevarlo a creerse indispensable.
Muy lejos, en poses y en ejecutoria, de cuanto Teodoro Petkoff llamó la «izquierda borbónica», porque «no aprende ni olvida», Lula da Silva enfrentó así a quienes trataron de seducirlo:
«No podemos jugar con la democracia, quedarnos uno, dos (años) más, porque entonces empieza a nacer un ‘dictadorcito’ (…) Es importante que haya una especie de alternancia en el poder, para ejercer la democracia en toda su plenitud (…) En política, uno no puede creerse insustituible, ni imprescindible. Es siempre importante creer que vendrá alguien mejor, para hacer mucho más».
Lo trascendente es que, con todos los errores que puedan achacárseles, y sin duda los hubo, algunos mayúsculos, tanto Lula da Silva como Bachellet dejaron, al cabo de sus gestiones, una innegable estela de logros. Bajo el mandato de Bachellet se reforzó el brillo del «modelo chileno», inherente a la gestión macroeconómica de la Concertación, que ostentó el poder en esa nación durante veinte años consecutivos, después de la derrota de Augusto Pinochet, en el plebiscito de 1988. Con la inocultable desigualdad social como feo telón de fondo, la estabilidad política y económica hizo de Chile uno de los escenarios favoritos de los inversionistas en la América Latina. Y Lula da Silva, en tanto, dejó a Brasil como una potencia regional, y nada menos que en la posición de sexta economía mundial, según las cuentas del FMI.
Ahí está, asimismo, a un costado nuestro, Colombia, en el noveno lugar entre las 25 economías emergentes del mundo con mejor conectividad, pese a su largo y cruento conflicto armado; y en Perú, azotado igualmente hasta hace poco por el terrorismo, el Producto Interno Bruto protagonizó la proeza de triplicarse en los últimos once años. Ahora, si uno se sumerge en estas consideraciones, revisa estadísticas y análisis, y después de pasearse por tales escenarios, algunos tan próximos, emprende un vuelo imaginario, hasta aterrizar, de repente, en Venezuela, el contraste resultará devastador.
Este Gobierno malbarató en forma criminal una bonanza petrolera que nadie podría garantizar se repita. Y si en algo ha sido rabiosamente eficiente, es en su insomne empeño de asolar a una patria bendita por la Providencia, con abundantes posibilidades de triunfar y brindar prosperidad a sus hijos. Por tanto, el desafío que deberá emprender la administración de Henrique Capriles Radonski, a partir de enero de 2013, será inmensa, colosal, minada de riesgos. Casi como para condolerse de quien asume tarea tan delicada.
No será fácil enderezar tanto entuerto. Rescatar la cordura de una nación enferma. No será fácil recoger tanta farsa convertida en doctrina, en himno de trasnochados; tanta demagogia presentada como un histriónico y ruinoso simulacro de redención social. Someter un caudal de mentiras trocadas en pasión, en bandera. Lo más probable es que resulte azaroso desintoxicar de política, de consignas y descarríos, a la Fuerza Armada Nacional, y subordinarla al mando civil. Lograr que la justicia sea justa. Que en adelante el delincuente tiemble ante una autoridad insobornable y la gente honrada pueda soñar sus propios sueños, producir, y discurrir tranquila por las calles. Que la impunidad tenga cárcel por casa. Que sólo seamos fanáticos de la irreverencia. Que el hecho de propagar la miseria y el resentimiento desde el poder, no sea jamás digno de aplauso. Costará restituir la paz, la convivencia, la relación social civilizada. Restañar tanta herida, olvidar tanta vileza. Meter en cintura la violencia enseñoreada, y a los violentos con credencial. Que el grito no intimide más a la palabra. Que vivir no sea asunto de héroes. Que la muerte sólo sea la natural y las morgues no vuelvan a ser jamás punto de encuentro. Que la palabra pueblo no borre a la persona. Que no nos dividan más derechas e izquierdas sino el peso de la probidad y los colores del pudor. Habrá que desterrar, por siempre, el mito del Mesías llamado a salvarnos, y el del Gendarme Necesario. Romper los cómplices vínculos con el terrorismo de todo signo. Borrar del álbum de amigos a todos los desquiciados y sádicos del mundo. Echarle el guante a la corrupción, al tráfico de influencias, a una vocación despótica que, lastimosamente, ha echado raíces. Sembrar la cultura del trabajo, del estudio, del esfuerzo sostenido, como vías para el ascenso en el tejido social. No será fácil, pero todo eso habrá que hacerlo, sin dilación. Sin medias tintas. Sin vacilación. Con el invalorable concurso de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, que afortunadamente son legión en este suelo incomparable.
Por estos días, Crisis Group, una respetable asociación mundial dedicada a la prevención y resolución de conflictos armados, al pasar revista sobre Venezuela ha advertido que «probablemente el mayor peligro surgirá después de las elecciones, independientemente de quien gane, pues los niveles persistentes de violencia tienden a minar o bien la continuidad pacífica del régimen, la entrega del poder a un sucesor o cualquier arreglo transicional». Y sugiere que, «para evitar dicha inestabilidad, es necesario que todos los sectores se comprometan con los medios constitucionales y pacíficos de resolución de conflictos y que el Gobierno implemente medidas eficaces para desarmar y desmantelar estructuras delictivas, restablecer el Estado de Derecho, y erradicar la corrupción de las instituciones del Estado».
No es para asustarnos, porque no es oportuno dudar, sino para estar alerta, ojo avizor, prestos a reaccionar, ante la posibilidad de cualquier aventura al margen de una Constitución incontables veces manchada, violada. Capriles Radonski vive un momentum estelar. Irradia el ímpetu del cual habló Galileo. Los vientos de la historia soplan a su favor, en un mundo signado por una primavera que despunta junto a los truenos de la libertad en los espacios más impensados. Pareciera estar forjado a la medida justa de un tiempo, de un desafío impostergable, de una crucial rectificación histórica. Es joven, pero en su espíritu, fraguado en la infamia de una cárcel injusta, resuena el eco sagrado de la diáspora que dirigió hasta acá los pasos de sus ancestros. Su palabra, simple, descarnada, está vaciada de embelesos, porque luce concebida no para desfigurar, sino para honrar. Encarna en su seca humanidad el memorial llamado de un tiempo descrito en las tablas de la promisión. A su alrededor se concitan las fuerzas del cambio, de una esperanza contenida en los pliegues de mil agonías, de un sinfín de pasmos y dolores. Escrito está, Dios ha escuchado los ruegos de millones de gargantas enronquecidas. Las piezas de la historia, son ajustadas ahora a una verdad, y a una razón, que no podrán ser pisoteadas por más tiempo.
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Repiques
Qué mal queda el Gobierno nacional con el miserable trato que le ha dado al caso del gobernador de Monagas, José Gregorio Briceño. ¿Cómo es posible que consideren una «falta grave» o una práctica «antirrevolucionaria», que un mandatario regional defienda a su pueblo? Lo suspenden del PSUV, lo acosan, asaltan a su policía, lo bañan de improperios y amenazan con enjuiciarlo, porque se negó a bombear agua que se sabe bien está contaminada. Diosdado Cabello ardió en cólera y calificó de «antiética» su conducta, por las críticas que hizo al manejo del derrame petrolero por parte de Pdvsa. Y miren quien habla de ética.
Leído en el Twitter:
@PrettyMarifer: «Bonito es encontrar al amor de tu vida todos los días en la misma persona».
@maickelmelamed: «Lo terrible se aprende enseguida, lo hermoso nos cuesta la vida». Silvio Rodríguez
@Informe21: ¿Sabías que en México hay una calle que se llama Lago de Maracaibo?
@porlagoma: «Hay un Cabello en el guiso»
El Ing. Alfredo Weil, ex director general de sistemas electorales del Consejo Supremo Electoral, alertó sobre la situación actual del Registro Electoral Permanente (REP) el cual, dijo, no se audita ni se somete a revisión técnica desde 2005. Propone una auditoría, la cual, asegura, no necesitaría más de veinte días para ser realizada. «Está claro que la abstención perjudicaría gravemente la posibilidad de derrotar al régimen el 07/10/12 y que esa auditoría, de realizarse, eliminaría la desconfianza que muchos votantes poseen respecto del actual sistema electoral»
En un solo día recibí tres noticias horrendas, fiel reflejo de la aciaga hora que vivimos. A un amigo le robaron su vehículo, y consignó la denuncia en la policía. Allí le pidieron el número del teléfono de su residencia. Cuál sería su sorpresa cuando, a los pocos minutos de regresar a la casa, quienes lo llamaron fueron los autores del robo, para exigirle 10 mil bolívares fuertes por el rescate. Le ordenaron que buscara «un malandro amigo», para efectuar con él la transacción. Y, para no hacer el cuento tan largo, así recuperó su cacharro, con el tranca-palanca destrozado.
Otra amiga me contó una tragedia peor aún. Ella le había vendido un pequeño auto suyo a un familiar, que lo tiene como su instrumento de trabajo. Esta persona, un hombre joven, lo estacionó por unos instantes en una calle de Cabudare y a lo lejos sintió que lo encendían. Regresó al sitio y vio que llevaban el carro de retroceso. Se abalanzó sobre el capó y en esa posición permaneció hasta que el bandolero que estaba ante el volante hizo, adrede, una brusca maniobra. Al caer, se golpeó un brazo, una rodilla y el rostro. Como se aglomeró un público de curiosos, uno de los delincuentes, que ya le había apuntado con un arma, desistió de dispararle. El carro se lo llevaron y el atribulado personaje de nuestra historia fue notificado, adolorido, en la clínica, de que si esa noche antes de las 11 no les llevaba 15.000 bolívares en billetes de 50 y 100, iban a quemarle su vehículo, y, encima, lo buscarían «para darte el tiro que no te pudimos dar en el capó». El colmo es que lo llamaban distintos sujetos, asegurándole, cada uno, que era él quien en verdad tenía el carro en su poder. Se arriesgó a ir con la bolsa de dinero al apartado sitio que le indicaron; recuperó el carro, dañado, desvalijado, sin los papeles, y, de paso, todavía, sin haber superado las contusiones, recibe llamadas de amenaza.
Pero, sin duda, la más desconsoladora de las llamadas me la hizo Radamés Graterol para imponerme del crimen de un hermano de Piero Trepiccione. Qué triste. Cuanta pena, desasosiego e impotencia, produce este tipo de situaciones. Un abrazo, hermano.
La familia de Rafael Andrés (Pepi) Montes de Oca me informa que él se encuentra en condición «estable», en la clínica, aún en terapia intensiva, luego de sufrir un ACV. «Es un guerrero y está luchando por vivir», me expresó, emocionada, una de sus nietas, ayer al mediodía. «Estamos anotando a todo quien llama, porque él saldrá de esto y querrá saber». Desde aquí formulamos votos por su pronta y franca recuperación. «Toro chiquito siempre es novillo», nos dijo hace unos días en EL IMPULSO, cuando acudió a la invitación para el desayuno-foro.