Sobrada razón tenía el filósofo Emil Cioran cuando afirmaba que “prefería una bofetada a una descortesía”. Es que progresivamente los seres humanos hemos venido perdiendo el respeto por las formas, los rituales, los protocolos, las usanzas correctas y los buenos modales.
En Venezuela, particularmente, asistimos a una degradación creciente y paulatina de las formas, de los ritos. Políticos, militares, presidentes de clubes sociales, autoridades académicas, alcaldes, ministros, dirigentes vecinales, prescinden de las formas al momento de tomar decisiones que involucran la suerte o destino de los demás. No es extraño, pues, que en esta denostada patria el Presidente de la República llame mierda a la oposición o escuálidos a la mitad de la población venezolana, en un trasplante de los gusanos de Fidel o de las grasitas de Perón. No sorprende ver al Comandante con un pito en la boca despidiendo a los trabajadores de Pdvsa y mucho menos observar también en la pantalla de la televisión a un General eructando.
Es que el no me da la gana, la soberbia, la arrogancia, la altivez, el desprecio, el insulto, la grosería, la venganza, el pase de facturas, la jactancia, la humillación, van supliendo los más elevados principios de la convivencia humana. A nivel laboral es notable el continuo irrespeto de las formas, los trabajadores son despojados de un solo plumazo de sus prestaciones, primas, bonos o seguros de hospitalización, sin más, porque al jefecito de turno, a la autoridad sacrosanta le dio simplemente la gana.
En la excelente novela El Pasajero de Truman, Suniaga pone en boca de Escalante las siguientes palabras para destacar el respeto que el diplomático y frustrado Presidente de la República tenía por las formas: “Mire, Ordoñez, haga su faena cual buen matador. A los toros hay que torearlos según mandan los cánones de la fiesta brava, se cumple con el ritual completo, la faena debe hacerse del principio al final y no se pueden saltar las suertes. Si se tratara de sólo matar al toro, pues se le daría una carabina al matador y caso resuelto, pero nadie pagaría por ir a ver eso”.
Así, queridas autoridades de todo signo y naturaleza recuerden guardar las formas, los ritos, el protocolo, base fundamental de cualquier relación humana que se considere respetuosa de la dignidad inmanente de la persona. Recuerden que el noviazgo, el matrimonio, la amistad, las relaciones laborales y diplomáticas, la afiliación al partido, al club, a la universidad, a la empresa y a la familia, la mayoría de las veces se deshacen por el irrespeto a las formas, a los buenos modales…»No fue lo que me dijiste sino cómo me lo dijiste…»
Formas, modales y ritos, ¡venceremos!