EDUCADORES

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El miércoles pasado, en el 110 aniversario del nacimiento de Luis Beltrán Prieto Figueroa, estuve en la sede nacional de la Federación Venezolana de Maestros, institución por él fundada en 1936, cuya precursora fue la Sociedad Venezolana de Maestros de Instrucción Primaria cuya fecha inicial es el 15 de enero de 1932, con Prieto en la directiva, junto a educadores del mérito de Suniaga y Martínez Centeno. La FVM distinguió ese día con la “Orden 15 de Enero Día del Maestro” a un grupo de educadores venezolanos, entre quienes tuvo la generosidad de incluirme.

La política puede ser una forma de pedagogía. Si el poder es entendido como servicio y ejercido con decoro, si la actividad política es asumida con respeto por sus nobles fines, con respeto por las personas en su dignidad, lo cual incluye al respeto a los propios compañeros y a los adversarios. Los griegos consideraban a la política como parte de la moral. La política debe ser una cátedra de ética ciudadana, de responsabilidad social.
De seguro con más defectos en la práctica de los que hubiera querido, siempre he concebido la actividad política, lo mismo que la escritura, como una continuación ampliada de la tarea docente, en un aula abierta, más ancha, de dimensiones sociales.
En ese sentido, la figura de Prieto es referencial, precisamente por combinar en confuciana armonía, la pedagogía y la política. Y conste que quien escribe militó en filas distintas a la suya, aunque tuvo el honor de que el partido concebido tras su figura e inspirado en su mensaje apoyara la aspiración a la gobernación de Lara. Fué educador, dirigente político, gremialista, legislador. Una versión adulterada por la adulación acomodaticia se nos quiere presentar, prescindiendo de su condición fundamental de demócrata. Influenciado por las ideas del norteamericano John Dewey y Escuela Nueva, Prieto nos esboza un equilibrio entre conservación e innovación: “En una sociedad dinámica, como lo es o debe ser la sociedad democrática, la función de la educación no es sólo conservar los bienes y valores tradicionales, sino promover el cambio, propiciar el progreso, que sólo se realiza por el aprovechamiento de los elementos de las creaciones anteriores, para crear cosas nuevas, bienes y valores nuevos.”
No es pues la destrucción para “limpiar el terreno” y levantar el edificio de la novedad, real o presunta. Es la construcción como proceso continuo, que sabe dónde pisa, valora la experiencia y se atreve a lo distinto.
A propósito de la ocasión, hagamos unas reflexiones presentes, con sentido de futuro que es lo más ortodoxamente educativo.
Se ha invertido mucho en Educación en estos años, cierto, y se ha hablado mucho de ella desde el poder, pero los resultados reales de ese esfuerzo tan copioso como desordenado, y frecuentemente improvisado, son mucho más discretos que lo que repite la propaganda.
Entre 1999 y 2010, cerca de dos millones de alumnos abandonaron el sistema. Hay verdades que el Minci prefiere ignorar: fracaso escolar de 40% en educación media y bajo rendimiento en pruebas de matemáticas y comprensión lectora, gruesa falta de cupo en 9° grado, descuido en la inclusión en edades clave que se nota en las tasas netas de escolaridad, como que 3 de cada diez adolescentes de 12 a 14 años y 5 de cada diez entre 15 y 16 no van a la escuela.
Aquí hace falta un Gran Acuerdo Nacional por la Educación: gobierno, sector privado, docentes, universidades, organizaciones de padres, todo el que haga falta, para lograr juntos objetivos tangibles, mensurables, evaluables. Porque hay mucho qué hacer, tanto en educación inicial y primaria, como en media y en superior. Y el mundo se mueve y nuestros errores y omisiones nos están dejando atrás, y ese atraso lo pagarán nuestros niños y jóvenes cuando sean adultos.
El centro del cambio educativo debe ser el docente. El maestro y el alumno son los protagonistas de la educación. No lo olvidemos. Nunca habrá educación mejor, ni siquiera educación, con desprecio al docente. Pero el desprecio no solo es ajeno, a veces dentro del propio magisterio se menosprecia la profesión docente.
Formar hombres y mujeres mejores, nos hará mejores como sociedad, y por supuesto, mejores como maestros.

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