Las invasiones en el tercer mundo han generado un importante volumen de estudios y de soluciones que pueden evaluarse y determinar cuales van mejor para cada situación particular. Pero todas ellas señalan que el problema de las invasiones no es la vivienda, sino la tierra pues cada invasor con el tiempo puede transformar un cuartucho de cartón en una casa sólida.
Lo que nunca se resuelve bien es el urbanismo que quedará tan mal como se hizo inicialmente, ignorando las normas básicas del urbanismo, la geología y topografía del terreno, el tamaño mínimo de las parcelas, el trazado vial, los retiros y las reservas de espacios para los servicios comunales: escuelas, parques y deportes.
La solución que se ha ensayado exitosamente en muchas partes es la de dejar en manos de la gente la construcción de su vivienda y que el Estado se ocupe del urbanismo, mediante el concepto de “áreas de invasión dirigida”.
La idea es muy simple: en los terrenos de propiedad municipal que sean aptos para usos urbanos residenciales y con la urgencia del caso, los técnicos municipales o de algún institutoespecifico, hacen el trazado lógico, previamente a la ocupación de la población. Esto significa hacer solo el trazado, definiendo la geometría de las calles, el tamaño de cada parcela y la reserva de aéreas comunales. La construcción de aceras, brocales, pavimentación de las calles, colocación de cloacas o de electricidad vendrá después, a la medida de lo posible. Las parcelas son inmediatamente asignadas y ocupadas por las familias con el correspondiente documento de propiedad, previa inscripción en un censo y comprobación de su necesidad real por algún servicio social. Con esto pueden comenzar a construir su rancho a la medida de sus posibilidades, dándole tiempo a la municipalidad de ir construyendo lo que es responsabilidad publica: las redes de aguas blancas, cloacas y electricidad, las aceras, la cubierta asfáltica, la escuela, el puesto policial, las canchas, etc.
En los países más pobres la parte pública tarda mucho en materializarse y con frecuencia la acción de los ocupantes construyendo sus viviendas es más rápida que la acción del Estado, pero en todo caso, el resultado es un urbanismo aceptable. Si el país dispone de un poco mas de recursos y el numero de familias que requieren tierra y vivienda no rebasa sus posibilidades, puede intentar la política de unidades baño, vale decir, hacer de una vez el urbanismo con las redes de aguas blancas y negras y dotar cada parcela de un baño que resuelva inmediatamente el problema de salubridad, siempre presente en estos asentamientos muy pobres.
La unidad baño es justamente eso: un baño, con su poceta, su lavamanos y una ducha al que por la parte exterior se coloca una batea para cocinar y lavar. En algunos casos ni siquiera se construye la unidad baño, solo se deja una toma de agua blanca y el empotramiento para las aguas servidas.
La unidad baño se diseña de modo tal que la futura vivienda pueda desarrollarse a su alrededor y para ello los asignatarios reciben juegos de planos con las distintas posibilidades junto con instrucción y asesoría técnica en materia de autoconstrucción, aunque esta ultima parte con frecuencia se revela casi innecesarias pues todos los pueblos tienen experiencias suficientes en autoconstrucción como para hacerlo bien.
Una virtud de esta política es que hacer solo un buen urbanismo es mucho más económico y más rápido que hacer urbanismo y viviendas juntos, lo que asegura la posibilidad de atender a muchas más familias. Y es mucho mas barato que si además las casas se entregan con todos los enseres.
Se podrá decir que esto no es digno, pero la opción de urbanismo mas vivienda dignifica a pocos y deja a la inmensa mayoría por fuera. (Continuará).