Luego de década y media desde la llegada al poder de un exgolpista que prometió refundar la república, en Venezuela hoy hay un Estado fallido, donde no hay democracia ni tampoco república de ningún tipo. Lo único que hay es un culto personalista incapaz de trascender a un líder que como todo mortal tiene los días contados. Basta abrir los ojos y contemplar el penoso panorama, para darse cuenta que no queda nada de institucionalidad republicana, más allá del voto, hoy convertido en la única esperanza de renacimiento democrático.
Por un lado tenemos a un presidente mudado a un país extranjero, haciendo consejos de ministros y recibiendo mandatarios con la bandera cubana detrás. Un presidente enfermo que no confía en su país ni siquiera para hacerse una sesión de radioterapia, y que prefirió mudar el palacio de gobierno al hospital de otra nación antes que delegar funciones en sus propios compatriotas. Un presidente que en su convalecencia, hipoteca la soberanía e intereses de su país para convertirse en triste cachorro del imperio cubano, entregándole la patria a dictadores foráneos como son los Castros, hoy los dueños de Venezuela por decisión de Chávez.
Mientras tanto, aquí en lo que debe ser la verdadera y única patria para un venezolano, las otras instituciones quedan inertes y aletargadas, incapaces de tener vida propia luego de años de subordinación partidista y gobiernera. Unos delincuentes armados como es el caso del colectivo La Piedrita se dan el lujo de desafiar al Estado una vez más, haciendo “justicia” por sus propios medios y amenazando incluso a los poderes públicos. Ni siquiera el propio Chávez tiene autoridad para controlarlos, al punto que siguen encubriendo a su líder Valentin Quintana, a pesar de que el propio Chávez lo mandó a poner preso hace años. Se trata de verdaderos paramilitares que se sienten por encima de la ley y de los poderes públicos, sin que el gobierno quiera o pueda hacer algo al respecto.
Por su parte, desde el canal del Estado, o debo decir del partido de gobierno, violan todas las leyes posibles todos los días, sin que eso tenga alguna consecuencia jurídica. Ya Mario Silva lee la correspondencia personal de quien sea, sin el más mínimo rubor, aunque trate de temas estrictamente personales y privados. Diariamente lee la lista que le conviene de personas que viajan al extranjero, como si se tratara de un delito y no de un derecho, olvidando siempre que su amo está es en Cuba y no en Venezuela. Insulta y agrade a quien sea, cuando sea y como sea, dejando claro que él también está por encima de la ley y que es un intocable del régimen. El mismo día que el gobernador “chavista” de Monagas salió en Globovisión denunciando a Diosdado Cabello, el moderador de La Hojilla anunció una investigación contra él acusándolo de una vez de corrupto. Actuó como si fuera el Fiscal General paralelo dejando ver las costuras de la persecución política más descarada que se vive en el país con el consentimiento y complicidad de los poderes públicos.
Ni hablar de un TSJ que en vez de proteger al ciudadano de los abusos del Estado, lo que hace es proteger al gobierno contra los derechos del soberano, como quedó demostrado con el caso de las primarias, donde la Sala Constitucional comenzó una nueva persecución política criminalizado un derecho constitucional, sirviendo de instrumento para tratar de generar una nueva “lista tascón”. Y todo esto en medio de un clima de violencia social que tiene azotada a la población. Se trata pues, no de la “quinta república” sino de la anti-república, donde no hay instituciones, ni soberanía, ni estado de derecho ni siquiera autoridad. En nuestras manos está el rescate de la patria, la reconstrucción del país, la restitución de la vigencia de la constitución y la consolidación de un Estado democrático, libre, alternativo plural y soberano, de verdad verdad. Y todo esto se logra tan solo con el voto. El 7 de octubre será el día de la república, sin adjetivos ni enumeraciones, de la verdadera república venezolana. Vamos Venezuela que llegó la hora de una nueva independencia.
Caso cerrado, el dictamen final lo tiene usted.