Alguna de las caricaturas recientes publicadas en la prensa nacional, hacia mordaz alusión gráfica a los intentos del Presidente Hugo Chávez de transmitir una imagen de serenidad y recuperación, utilizando la figura de un control remoto para ironizar justamente sobre su obsesión o empecinamiento por tratarse su enfermedad en Cuba, sin perder el hilo conductor de su gobierno, o en todo caso, tratando de mantener el control del Poder Ejecutivo venezolano como única cabeza visible dentro de un proceso político “revolucionario” en el que no se admiten ni sombras ni herederos.
Una oyente de nuestro programa de radio nos comentaba también, a propósito del tema, que antes, (y en ese “antes” encajan fácilmente unas cuántas décadas atrás) cuando se anunciaba o se aparecía en la señal televisiva una cadena presidencial, se asumía lo trascendente del hecho, su carácter excepcional o atípico, para hacer algún anuncio oficial de importancia por parte del Presidente de turno, la gente callaba a los niños y se aprestaba a escuchar el mensaje. Paradójicamente, decía nuestra radioescucha, hoy en día cuando aparece la señal televisiva de la cadena, la gente sencillamente apaga el televisor.
Existe ya clara conciencia y abundantes análisis periodísticos y académicos sobre la marcada inclinación del presidente Chávez de copar la escena mediática, de monopolizar la agenda de la opinión pública y de edificar, como lo ha hecho, una suerte de videocracia, ejercicio del poder político y simbólico en el país, alrededor de su figura, y de su peculiar visión de la nación, encadenando permanentemente los medios radiales y televisivos, y elaborando no sólo un discurso, sino una verdadera y elusiva retórica “revolucionaria”.
El problema no es en este sentido, un asunto comunicacional o digamos, conversacional, del Jefe del Estado con la sociedad. Y ello, porque todo proceso de comunicación plantea no solo la articulación o emisión de un mensaje, sino algo fundamental para que el mismo se complete en lógica circular, esto es, la recepción o escucha del mismo. A veces es más importante escuchar que hablar demasiado, pero esto, obviamente, es algo que desconoce e ignora olímpicamente el Presidente Chávez, acostumbrado como está a enarbolar un tedioso monólogo desde el poder, cada vez con menor sintonía y poco rating, empleando términos de la jerga mercadológica-televisiva.
Lo que hemos presenciado esto 13 años de gobierno de Chávez, con sus vaivenes y oleajes diversos entre confrontación, aparente calma y accesos de “bondad y amor” discursiva por parte del Ejecutivo, es la conformación de un complejo aparato de relaciones de dominación, presión y sometimiento de poderes, organismos e instituciones que eran del Estado, pero ahora pertenecen a la inefable amalgama Caudillo-Estado-Partido, cuya actuación como expresión del antojo-obsesión-delirio de un solo hombre, aspira a perpetuarse en el poder, y concentrar todo su esfuerzo y acción política, barnizada propagandísticamente con el fracasado mote “socialista” en una sola palabra: Control. De la economía. De las personas. De las expresiones críticas. Del pensamiento. De la opinión. Del país.
Aquellos compatriotas que no dispongan de Tv por suscripción, disfruten de su programación favorita…hasta que llegue el paciente…impaciente de la Habana. Porque lo que vendrá, seguramente será una cadena de aquí a Octubre, las 24 horas, con episodios cortos y esporádicos de “gobierno” o “gerencia pública concreta. Y para aquellos que pueden pagar, con sacrificio, su televisión por cable (así casi tengan que comerse un cable) no canten victoria todavía: seguro el Ministerio del Poder Popular Diseñado para Fregarle la Paciencia al País o inventar cualquier vaina para Joder (póngale Ud. las siglas respectivas) saldrá más temprano que tarde con una genialidad para meter las luminosas cadenas del Líder Supremo en todas y cada una de las señales de los canales por los que Ud. navega hoy alegre, feliz y evadido del mundo.
El ser humano rechaza por naturaleza propia cualquier intento de control, y mucho más cuando son estos desmesurados o desproporcionados. Y aunque la comparación pudiera tener sus matices y naturales complejidades, una sociedad también lo rechaza. Así como cuando Ud. presiona demasiado una tecla de su control remoto, o se le agotan las pilas, este deja de funcionar, así suele ocurrir con las sociedades. Pueden quizá aguantar, luego de haber creado las condiciones para que quien aspiraba a conducirlas las controlase. Pero todo tiene su límite. Y a veces, lo controlado se torna incontrolable. O tanto va el cántaro al agua…