Ventana abierta – Año bisiesto

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«Dijo luego Dios: «Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar 
el día de la noche y sirvan de señales para las estaciones, para días y años.»
Génesis 1:15

Cuando estaba pequeño, pero con uso de razón, me enteré que mi mamá, Thirsa Elena Sánchez de González, había nacido un 29 de Febrero. Eso me hizo realizar una pregunta bastante ingenua, a esa edad, ¿si las personas que nacen en un año bisiesto, tienen cuatro veces menos edad que los nacen en otros días del año? Me lo aclararon rápidamente y sin embargo, desafortunadamente, Dios lo permitió así, disfrutamos muy poco la compañía de mi madre, quien tristemente falleciera a los 36 años de edad, el 07 de marzo de 1968; pero con la fe puesta en nuestro Señor Jesús, como autor de la resurrección y la vida.
Mi madre, hija de Felipe González y Maria Oracia Sánchez, desde sus primeros años, fue orientada en la fe Adventista, y luego le tocó sufrir los avatares de la vida desde muy temprano, por el fallecimiento de mi abuelo Felipe. Eso la hizo forjarse una vida llena de servicio. Luego se casó con Claudio Miguel (mi padre) y juntos, a esa gran familia, les tocó ayudar en levantar a sus hermanos, al lado de sus propios hijos.
Inició su profesión como maestra desde muy joven; trabajó en diferentes instituciones educacionales de nuestro estado Lara y dejó una profunda huella de calidad humana; huellas, que conocieron sus más cercanos compañeros de trabajo de la Escuela Nacional «14 de Septiembre de 1552», y para completar mi lista de esos abnegados hombres y mujeres, quienes compartieron con mi madre la hermosa tarea de la enseñanza, hube de apelar a la buena memoria de mi hermano Hernán Rafael. Ellos fueron o son: el director, profesor Federico Ramos Peña y las maestras: Luisa de García, Ana Rita de Iribarren, Alicia Delgado, Yolanda de Bello, Carmen de Orellana, Juana de Cordero, María de Veliz y Blanca de Oropeza.
Mi mamá, es una de las pocas personas que conozco, nacidas en un año bisiesto; aunque haya numerosas en el mundo. Según la Wikipedia, «Un año bisiesto es el que dura 366 días en vez de los 365 de un año común (este año 2012 es uno de ellos), porque cada año, sobran 6 horas, y en 4 años son 24 horas, eso forma un día. Esto se hace para mantener el calendario sincronizado con el año astronómico y estacional. Nuestra tierra cumple el circuito de las cuatro estaciones (verano, invierno, primavera y otoño), hasta completar lo que llamamos un año.
Los egipcios, sabían que cada cuatro años la salida helíaca de la estrella Sothis (Sirius) se retrasaba un día, dando inicio al año nuevo. Esto sucede desde que Dios dijo: «Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche y sirvan de señales para las estaciones, para días y años.» (Génesis 1:15). Por ello, es glorioso observar numerosas constelaciones, en el cielo, casi con los mismos nombres antiguos, al de su descubrimiento o estudio; muchas de ellas son nombradas en el libro de Job (Ver Job 38). Entonces Dios, además de ser el creador de todo, estableció leyes para que se repita lo cíclico, desde hace un poco más de seis mil (6.000) años.
Según el Comentario Bíblico Adventista, T1, dice: «Nuestro mundo moderno hoy día usa un calendario solar sin tomar para nada en cuenta la luna… Aunque los babilonios, asirios, judíos, griegos y romanos mantuvieron sus años lunares en armonía con las estaciones… No obstante El calendario anual egipcio constaba exactamente de 365 días y estaba dividido en 12 meses de 30 días, más un apéndice de 5 días. La corrección del año bisiesto nunca se hizo hasta que el país fue conquistado por los romanos, menos de un medio siglo AC. Esto fue poco después de que julio César adaptara los meses romanos al año de 365 días… Nuestro calendario actual esencialmente es el calendario «juliano» de César. Tiene los mismos meses, con ligeros reajustes. Hoy día, la mayor parte del mundo emplea las fechas de la era cristiana o está familiarizado con ella. Los años son numerados, aproximadamente, desde el tiempo del nacimiento de Cristo» (p.185).
Con el año bisiesto, es otra forma de reconocer a Dios como creador, porque es el mismo sol, la misma luna, los meses, los años que van pasando, pero a este planeta le queda menos tiempo de vida que desde la creación. Por ejemplo: Nuestro sol, está generando unas tormentas tan fuertes, que sin lugar a dudas, afecta cada vez más nuestro planeta; unido a la destrucción por la intervención de la raza humana.
Es posible, que haya muchísimas personas dudando si Dios nos creó; si Dios existe o no; pero los años pasan, los años bisiestos también y sobrarán humanos que no se entregarán a nuestro Señor Jesucristo, a tiempo, como el Único salvador de este planeta.
Para decidir por Dios, debemos creer en las profecías, que muestran señales en los astros y la tierra (ver: Lucas 21:25; Mateo 24:29; Apocalipsis 6:12-17); algunos de estos eventos han pasado y otros ya los estamos viendo: Señales en el sol, la luna y estrellas; grandes inundaciones; aumento de vientos y tornados; excesivo frío y calor; esto último, el calor, pertenece a una de las plagas apocalíptica (Apocalipsis 16:8,9).
Tal vez, no importa tanto si usted haya nacido en un año bisiesto, o no; lo que importa, mientras estemos vivos, es creer en Dios y lograr servirle como otros lo han hecho, o lo hacen actualmente. Sin embargo, al aceptar a Jesús, como dijimos, y creer que pronto viene, nos hará acreedores de una hermosa «corona de la vida» que es el reinicio (humano) de la eternidad (Apocalipsis 2:10, up).

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