Al Congreso sobre Derecho General en conmemoración al decimo aniversario de II promoción de abogados de la Universidad Fermín Toro
Pueblo, multitud y ciudadanía son conceptos tan antiguos como su misma manipulación en el tiempo, más para justificar regímenes totalitarios que en real beneficio de quienes encuadran en esas definiciones. La Biblia nos habla de multitud y pueblo indistintamente, que sociológicamente es un reconocimiento colectivo de personas interesadas en fines comunes, pero la misma Biblia en el «Libro de los Hechos» (22.25) nos da cuenta del diálogo suscitado entre Pablo y un centurión al momento de azotarlo y al interrumpirlo con la pregunta ¿Os es dado azotar a un ciudadano romano? depusiera de su acto, lo que atribuye a los romanos la paternidad de la «ciudadanía» hasta su evolución en las famosa Declaraciones de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (Virginia 1776) y Francia (1789) tomadas como doctrina en la evolución constitucional de las naciones occidentales y sobre cuyas bases se constituyó la Doctrina emancipadora de Venezuela y América, con una multitud de hombres vejados, pueblos desamparados y luego elevados a la condición de ciudadanos, es decir, unidos en una relación no de individuo a individuo, sino con el Estado, que al decir de Thomas Hobbes, yo ciudadano…»renuncio al derecho de gobernarse a mí mismo y cedo a este hombre, o a esta asamblea de hombres, bajo la condición de que tú también renuncies y cedas ese mismo derecho y autorices todas sus acciones de igual manera» es decir, todos unidos al Estado, más nunca éste como su amo o carcelero.
Pues bien, es a partir de 1811 cuando el pensamiento político venezolano ha estado comprometido con el concepto de «ciudadano». Bolívar primero, entre muchos y para quien…» prefería el título de ciudadano al de Libertador, porque éste emana de la guerra y aquel de las leyes». De allí que solo a él, al ciudadano, se le concedieron derechos y deberes, más los primeros, que nos convence que, buena parte del deterioro de las bondades de ese concepto y su inversión al de «ciudadano burgués» acuñado por la filósofa Hanab Arendt porque este… se entrega al Estado, esperando todo de él, «despojándose de sus responsabilidades como ciudadano y por consiguiente del ejercicio de la libertad política», para lo que mucho antes, nuestro Miguel José Sanz recomendaba que, … «ningún ciudadano debe descansar ni permitir que otros hagan lo que él debe hacer, cuando se desempeña la confianza pública, esto es ser activo»…
Tan interesantes opiniones vienen al caso, porque ese «ciudadano burgués» habita entre nosotros como típico «parasito» de la administración pública y de «borregos» en las organizaciones políticas. Olvida que su condición de ciudadano, según otro estudios de la ciudadanía, Thomas Humphrey Marshall, consideraba que la condición de ciudadano exigía de» tres elementos, el civil, el político y el social», ampliamente reconocidos precisamente en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, exhibida por su proponente Hugo Chávez Frías como la «mejor del mundo» hasta que se diera cuenta, que para sus intenciones autocrática era una «bicha» y el ciudadano «un estorbo», por lo que prefiere manipular la expresión pueblo, que para otro pensador en la venezolanidad como Cecilio Acosta afirmara: «Entre todas las aberraciones, ninguna más ridícula que el abuso de la palabra «pueblo» preguntándose «¿a qué de pasiones no ha dado margen, a que intereses no ha exaltado, cuanto planes negros e inocuos no ha promovido la mala inteligencia del vocablo pueblo? Y nos remitimos a las promovidas invasiones, asaltar una propiedad privada, porque -soy del pueblo- y me amparo en la bandera de Venezuela y una foto de Chávez, porque soy del pueblo y me hacen universitario sin haber aprobado una secundaria, porque soy del pueblo, estrategia esta, de vulgar distracción para quienes no son precisamente pueblo mientras se enriquezcan en su nombre. Nos enrostran que la ¡Fuerza Armada es pueblo! y es que nunca fue lo contrario, solo que detrás de ellos, lo verdaderamente pueblo, esconde unas denunciadas mafias de corrompidos y narcotraficantes oficiales, que se dan el lujo de amedrentar e intimidar, el desconocimiento de la voluntad ciudadana, a expresarse en las urnas electorales.
Las precedentes consideraciones, se corresponden a la ausencia de ciudadanos en su contexto político y social a través de luchas y nadie más responsable de la perdida de ese sentido de ciudadanía que las organizaciones políticas, que le dieron supremacía al «militante» por encima del ciudadano militantes, comprado a bajos precios, por abozalados dirigentes, para quienes el debate no tiene sentido y si se insiste, se le excluye, porque el derecho al disentimiento o a la libertad de conciencia política, más que derechos constitucionales son de orden natural e innato en el ser humano, más perniciosos, en toda estructura de poder sobre el principio de que .. «el fin justifica los medios». (Maquiavelo)
Desconocido el ciudadano, no hay Constitución o Poder legitimado que le ampare en sus derechos civiles, políticos y sociales. Todo esta en manos del partido en nuestra «democracia de papel «como dijera en su poema «Al pie de las Escalinatas» de Jorge Zalamea, formemos entonces ciudadanos, para tener democracia en República.