Quienes se embuchan con la alegre expresión, actuando, haciendo y deshaciendo en nombre de «un supuesto mandato del pueblo o del poder popular», ahora se aterrorizan, cuando constatan que la ciudadanía soberanamente activa, concurrió de manera inequívoca y expresó su decisión democrática, al escoger al ciudadano que consideró apto y capaz, para asumir el mandato colectivo de reconstruir a este, nuestro destrozado país.
Contundente voluntad soberana, que compromete a los hombres y mujeres más inteligentes y capaces, sin distinción o discriminación alguna, para integrarse y abordar «El Autobús del Progreso Ciudadano y del Desarrollo del País».
Devolver a la sociedad, la confianza y el optimismo en sus propias posibilidades para el trabajo fecundo, para moldear su propio destino dentro de una justa y mejor calidad de vida, con la esperanza de un futuro promisorio y seguro para su angustiada generación, es la decisión y convicción que anima a la nueva mayoría nacional.
La ruta única cierta y sustentable, que garantiza las condiciones fundamentales para el Dar, Hacer, No hacer y Recibir, que materializan la integridad patrimonial del acervo familiar, como única forma de atesorar justa riqueza como herramienta del futuro, comienza a demarcar un contraste con el erróneo y perverso desatino, que auspicia invasiones y agresiones a la propiedad privada y a la integridad física de los ciudadanos, llegándose al colmo de movilizarlos en camiones de la Guardia Nacional, asistidos por personal de las Alcaldías y de los Ministerios, como forma de chantaje, para perturbar la pronta y segura entrega del mando Constitucional, como lo reafirman los más de 3 millones de votantes que se dieron cita al decisivo evento democrático del pasado 12 de febrero.
Independientemente de las artimañas gubernamentales, debemos enfocarnos en el anuncio del nuevo abanderado de la unidad, Henrique Capriles Radonski, exhortando en aritmética simple, a que cada elector se comprometa a llevar dos nuevos ciudadanos a la elección presidencial prevista para el próximo 7 de Octubre, desarticuló las matemáticas del oficialismo. Es así como desde las primarias han irrumpido en cólera, dando palos a ciegas, procurando huir hacia adelante, frente al inminente desalojo del poder.
La serenidad de nuestro candidato ha de ser la serenidad colectiva del pueblo, ante la embestida de la fiera herida. Bien reza el adagio popular, «les llegó su cuarto de hora» y este pueblo deslastrado de temores y empinado hacia adelante en su afán de progreso, solo espera el paso inexorable del calendario para iniciar una nueva era de, paz, estabilidad y desarrollo.