La añoranza de los agricultores es esperar con ilusión que unos nubarrones cargados con la bendita humedad se pose sobre el Valle de Quíbor, porque en esa carga hídrica viene la esperanza de poder contar con el preciado líquido que hace posible el nacimiento de la simiente que inunda los mercados locales y nacionales de la prodigiosa cosecha de hortalizas y frutas, para ser consecuente en la práctica más realista con la tan cacareada seguridad alimentaria.
Pero en esta oportunidad las nubes no vinieron cargadas de humedad, en su defecto, quienes deberían ser partícipes de un desarrollo armónico para que nuestros agricultores quiboreños continúen con su titánica tarea de producir alimentos, recientemente nos anuncian, en palabras directas de su máximo jefe, desconocedor absoluto de lo que significa la palabra producir, la intervención de más de tres mil hectáreas “ociosas”, en la zona suroeste del Valle de Quíbor.
Se nos acercamos con lupa a ese vasto espacio de la zona anotada, podemos darnos cuenta del milagro que los agricultores han logrado al poner en producción unas tierras yermas que incrementaron su producción cuando se inició la explotación del acuífero del suroeste, brazo auxiliar del acuífero central del Valle de Quíbor. Por supuesto que para incrementar su carácter de “tierras no ociosas”, se debe contar con fuentes externas de agua y en este punto se tiene que tocar el tema del Sistema de Riego Yacambú-Quíbor, y atendiendo a su evidente atraso, si fuésemos consecuentes con las definiciones, tendremos que necesariamente asomarnos a la incapacidad de estos nuevos-viejos gobernantes para buscar la verdadera causa del retardo del Proyecto Yacambú y por supuesto la razón por la cual esas tierras continúan “ociosas”.
Entendemos y así lo hemos palpado con los propios agricultores, que ante la magnitud de un proyecto como el que se vislumbra para el Valle de Quíbor, es imperativo una redistribución y normalización de la tenencia de la tierra, porque las tierras que se encuentran ante un derecho de posesión, deben ser calificadas con la debida propiedad para que las inversiones requeridas puedan ser confiables en el tiempo y realmente no es con un decreto de expropiación como tal situación se resuelve. En otras épocas ese tratamiento no dio los resultados esperados y en la fase de maduración del proyecto de riego, se manejaron otras alternativas que efectivamente tomaban en cuenta la opinión del propio productor del valle, en la cual se discutían diversas opciones, entre otras, el famoso planteamiento de cambiar tierra por agua.
En esta época en que se anuncia con bombos y platillos los elementos de participación, no se puede dejar de lado al principal protagonista y actor del proceso agrícola, como lo es el agricultor, tomando muy en cuenta lo que con gran sacrificio ha realizado y lo que estaría dispuesto a realizar para incrementar los productos agrícolas, que en un país rico como el nuestro, deberían inundar nuestras mesas culinarias. ¿Será que tendremos que seguir esperando un nuevo madrugonazo, al mejor estilo del 4F, sobre el Valle de Quíbor?, o ¿entenderán los mandantes actuales de la necesidad de tomar en cuenta a los verdaderos actores del proceso agrícola?, amanecerá y veremos. El verdadero agricultor debería tener la palabra.